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Un robot sexual gana el premio Espasa de poesía

2/10/2020 - 

MURCIA. Hace un par de años llegó al mercado Henry, un robot sexual hiperrealista con el pene regulable que igual te penetraba que te recitaba poesía que te contaba un chiste. No es broma. Búsquenlo en Google. Hoy, el robot sexual poeta ha ganado un premio importante de poesía. Concretamente el premio Espasa, de la editorial Planeta, dotado de 20.000 euros.

En 1996, el programa Deep Blue ganó por primera vez al campeón de ajedrez Kaspárov. En 2018, la inteligencia artificial AlphaZero aprendió por sí sola a jugar al complicado juego oriental Go y ganó a todos sus rivales con jugadas creativas nunca vistas anteriormente. Pero, hasta hoy, ninguna máquina había ganado un premio literario. Y no un premio pequeño, no: un premio de la editorial Planeta.

El libro galardonado combina lo que mejor sabe hacer Henry, el robot sexual, aparte de dar placer con su pene regulable: poesía y chistes.

Parece que lo que se ha llamado la singularidad, el momento de no retorno en el que las máquinas superen a la inteligencia humana, ha llegado. Porque si un robot es capaz de ganar uno de los premios de poesía con mayor dotación de España -poesía, el género que exige mayor sensibilidad- pues supongo que ya podemos darnos por vencidos frente a la tecnología…

Lo que acabo de contar no es verdad. O al menos eso creo, aunque el parecido entre el poeta ganador, el venezolano Rafael Cabaliere, y el robot sexual Henry me hace sospechar, no voy a mentir. Pero no importa que no sea verdad porque la verdad es tan extraña que desde que el jurado hizo público el premio no han parado de generarse teorías disparatadas. Esta es solo una más. 

 Los poemas del galardonado que pueden leerse en su Instagram son tan malos (ni siquiera pueden llamarse poemas, son más bien frases para azucarillos poco inspiradas) que la red se llenó de hipótesis que intentaban explicar lo inexplicable. Lo primero que se pensó es que era un fake, que alguien le había colado a Planeta un poeta falso para reírse de la poesía superventas. Yo personalmente pensé en el poeta y gestor cultural madrileño Gonzalo Escarpa. Porque Gonzalo Escarpa tiene el talento y el humor para hacerlo. De hecho, ya lo ha hecho en alguna ocasión. Hace unos meses inventó entre cervezas con sus amigos una poeta joven, ridícula e intensa que ganó un premio de poesía femenina. No diré el nombre de la artista-parodia ni el del premio para no meter a Gonzalo en un compromiso. Solo diré que cuando le escribieron para ir a recoger el galardón, la falsa jovencita dijo que no podía acudir porque tenía agorafobia. Algo parecido a lo que ha dicho Cabaliere: que no puede venir a España por el Covid. Y al parecer tampoco puede ser entrevistado por las redes quién sabe por qué. Le pregunté a Escarpa, incapaz de creer en la existencia del tal Cabaliere, un desconocido en el mundo literario, y me dijo que él no era. Que sospechaba del colectivo Homo Velamine, famoso por sus fakes: cleroflautas, hipsters por Rajoy, democrApp o las Abasfans, entre otros. Así que pregunté a Homo Velamine, quienes también negaron su participación en el fake Cabaliere.

En es emomento saltó a la prensa la idea de que era un boot. Dos eran las hipótesis boot. La primera, que Rafael Cabaliere era un algoritmo que generaba poemas aleatorios y por eso eran tan simples y poco profundos. La segunda, que su millón de seguidores en Instagram (según todo el mundo, la única razón por la que Espasa lo premiaba, pensando más en las ventas que en los versos) habían sido comprados, eran falsos, por los que Cabaliere, fuese real o no, había engañado a Espasa haciéndoles creer que tenía más seguidores de los que realmente tenía..

La siguiente hipótesis no se hizo esperar: Espasa había inventado a Cabaliere para darse los 20.000 euros del premio a sí mismo.

En ese momento, con las redes llenas de memes ridículos sobre los poemas ganadores, la cosa se complicó: algunos miembros del jurado comenzaron a retractarse con excusas: que si todos los finalistas eran muy flojos y no podíamos dejarlo desierto, que si yo no lo voté fueron los otros...

Espasa quiso poner orden: No es un boot, dijo, y anunció una rueda de prensa con el venezolano que luego canceló. En su lugar solo hubo un vídeo de Cabaliere dando las gracias...

El vídeo, que podéis ver en internet, suscitó más dudas: que si parecía una persona con algún tipo de espectro asperger (lo que explicaba su poesía tan naïf), que si era un actor leyendo un papel…

La cosa no tenía marcha atrás. El premio Espasa se había convertido en una mofa constante. El reír por no llorar, supongo.

El poeta valenciano Emilio Martín Vargas publicó entonces en sus redes sociales una declaración: él era Cabaliere. Y lo explicó: acuciado por las deudas había escrito esos poemas comerciales para ganar algo de dinero, ya que la escritura no le permitía vivir. Pronto su muro se llenó de felicitaciones de otros escritores por habérsela colado a Planeta.

Como él dijo más tarde, no era verdad pero eso no importaba: era verosímil.

Imitándolo para extender una especie de #TodosSomosCabaliere, el colectivo literario Hotel Postmoderno dijo durante un acto público retransmitido a toda España en streaming que ellos habían inventado al venezolano. Las preguntas llegaron al finalizar el acto: ¿Es eso cierto?, preguntaron varias personas.

Como dijo Martín Vargas, lo triste es que todas las hipótesis, por locas que sean, son verosímiles. La menos verosímil es que los versos del venezolano hayan ganado un premio de 20.000 euros. Incluso la idea del robot sexual parece más razonable que esta degradación a la que se someten editoriales que alguna vez fueron faro y ahora solo son máquinas de contar billetes. Frías máquinas que ni siquiera tienen el pene regulable o te recitan poemas.

Aunque a veces sin querer les sale un chiste…

            (Como diría Cabaliere:

            La realidad

            a veces

            parece poco real

            o incluso falsa

            ¡Sonríe!)

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