La Berlinale estrena el documental definitivo sobre la diva musical, que llegará a los cines este verano
MURCIA. Los angloparlantes tienen una expresión para referirse a un problema evidente e incómodo que se prefiere ignorar, el elefante en la habitación. En el documental sobre Tina Turner programado en esta edición virtual de la Berlinale, el paquidermo en cuestión ha marcado de tal manera la carrera profesional de la cantante, que no hay entrevista que lo obvie ni mención biografía que lo soslaye: los abusos físicos y sexuales cometidos por su ex marido, Ike Turner, durante los 16 años que duró su relación.
El hartazgo de la octogenaria artista es obvio, así que los directores de Tina han preferido lidiar con el tema desde el minuto uno de la película y convertir la biografía fílmica en un relato de reinvención y superación.
“No estábamos interesados en profundizar con ella en un material provocativo porque sí, y además son hechos que ya se han explorado por otras vías, así que decidimos preguntarle qué implica convertirse en un símbolo ligado a algo tan doloroso y traumático”, aclara Dan Lindsay, codirector del proyecto junto a T.J. Martin.
El tándem ya unió fuerzas en 2011 para contar la historia del equipo de fútbol americano Manassas Tigers en Undefeated, reconocida con el Óscar a la Mejor Película Documental.
Como adelanta Lindsay, la vida privada de Tina Turner no es ningún secreto. Ella misma reveló en 1981 el maltrato del que fue objeto en la portada de People’s Magazine, una revista que por entonces vendía 30 millones de ejemplares. A aquella confesión le siguieron dos autobiografías, Yo, Tina: la historia de mi vida (Ediciones B, 1993), y My Love Story (Indicios, 2018), un biopic protagonizado por Angela Bassett, What's Love Got to Do with It (Brian Gibson, 1993), y un musical estrenado en 2018 en Londres.
La pareja de directores no ha tenido que molestar a la estrella del rock con un nuevo interrogatorio en el que repasar su infierno matrimonial, ya que los rescoldos ya estaban registrados en las cintas usadas por el redactor jefe de música de People’s Magazine entre 1980 y 1986, Carl Arrington, para su entrevista, y en las grabaciones del corresponsal de noticias de MTV y crítico musical Kurt Loder, coautor de sus primeras memorias.
“La gente cuenta su vida por muchas razones, creo que ella lo hizo para poder olvidarla, pero se convirtió en una gran impronta en su trayectoria”, concluye Arrington durante el documental, proyecto que ha sido apoyado por Anna Mae Bullock, nombre de nacimiento de la cantante, compositora, bailarina, actriz y coreógrafa, y en el que ha participado como productor ejecutivo su marido, Erwin Bach.
Si bien este pasaje personal constituye la columna vertebral de todo la película, Lindsay y Martin no escatiman en extractos de música vibrante y material de archivo de la presencia rotunda, sensual y sexual de la diva sobre el escenario.
Tina dedica una hora a pormenorizar su temprana carrera como reina del R&B, cuando era parte indisociable del dúo Ike & Tina, con incisos dedicados a Proud Mary, Come Together y la colaboración de Phil Spector en la épica River Deep – Mountain High.
Tras la huida desenfrenada, de noche, mientras su torturador roncaba en una habitación de un hotel de Dallas, la gran superviviente de la música moderna inició su catarsis. Primero en Las Vegas, con espectáculos de corte cabaretero, y luego de la mano de su mánager entre 1976 y 2000, Roger Davies, al que espetó nada más conocerlo: “Tengo un sueño, ser la primera estrella negra del rock, agotar entradas en los estadios como los Rolling Stones”.
Sus palabras fueron órdenes: en los ochenta, Tina colgaba el cartel de no hay localidades en cada una de sus citas, con el superventas Private Dancer como la piedra filosofal de aquel cambio de rumbo.
Pero no importaba. Ya podía vender millones de discos, coronarse en los Grammy y los MTV o protagonizar la tercera entrega de Mad Max (George Miller y George Ogilvie, 1985), que la pregunta con la que abría el periodista de turno cada una de las entrevistas tenía que ver con las agresiones sufridas.
“En aquel entonces, nadie hablaba de abuso sexual, doméstico o físico. Nuestra generación es la que comenzó a romper el silencio”, justifica su amiga Oprah Winfrey durante el metraje.
Al detallar esa reiteración temática que cae en el ensañamiento, el documental denuncia cómo la sociedad perpetúa la etiqueta de víctima de maltrato en aquellas que osan compartir sus vergüenzas, como si a partir de su confesión todos los matices vitales y profesionales quedaran eclipsados.
La película aspira a ser el cerrojazo definitivo al tema y una celebración de una leyenda viva de la música.
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