BRUSELAS. La vida en un "tera"*. Nos habíamos ido acostumbrando a que la máquina del tiempo guardara nuestros recuerdos, las fotos de la familia, la tesis doctoral, la agenda de trabajo, las citas con los amigos… Hacía años, muchos años que nuestra vida estaba en manos de ese pequeño disco externo que a veces se perdía, se estropeaba o, simplemente se llenaba sin avisar y comenzaba a borrar los años pasados por orden cronológico, sin posibilidad de elección por nuestra parte, sin conmiseración.
Por eso La Tieta no se dejó convencer por Time Machine ni por iCloud o Google Drive. Tener tu vida en la nube o en cualquier otro limbo digital no te garantizaba ni seguridad ni eternidad. Por eso comenzó a grabarlo todo de forma manual en la SIM que me dejó en herencia, especialmente cuando comenzó la pandemia y se resistió aceptar la Nueva Normalidad.
Ya había pasado más de un año desde que la covid-19 llegó a Europa y, pese a las vacunas y los confinamientos, el virus se iba haciendo más fuerte. El gobierno de la Unión pronto fue consciente de que la pandemia había traído muchos cambios y que éstos habían llegado para quedarse.
En la primavera de 2021, la Comisión explicaba a unos ciudadanos europeos fatigados que la pandemia “nos ha obligado a todos a encontrar nuevas formas de trabajar, interactuar y vivir. Ha planteado preguntas sobre cómo están ordenadas nuestras sociedades y sobre dónde queremos y necesitamos invertir para el futuro. La tecnología digital es un componente clave de nuestro esfuerzo colectivo”.
Y ahí estaba la clave. En la tecnología digital, en la Inteligencia Digital -la AI, como la conocía-, y en la autonomía que fue adquiriendo para tomar decisiones cada vez más arriesgadas, sin una programación humana detrás. Nos habíamos acostumbrado a que Facebook nos sugiriera amigos sin preguntarnos o a que Twitter nos borrara seguidores sin preguntar. "Porque lo fundamental -con ser importante- no es quién tiene la propiedad de las imágenes, sino qué alma han capturado", decía en el AñoUno de la pandemia el precursor de las teorías revolucionarias de LosOtros, Ángel Gómez de Ágreda.
En un momento en que "las telecomunicaciones, las redes y la conectividad son más vitales que nunca, con gran parte de nuestra sociedad confinada en sus hogares y gran parte de la economía dependiendo de ellos, las redes deben ser lo suficientemente robustas y flexibles para lidiar con el tráfico adicional para trabajar, hacer negocios o e-learning, pero también para actividades sociales importantes: desde streaming o juegos hasta videollamadas con amigos y familiares". Este comunicado de la Unión Europea anunciaba el advenimiento de la NuevaEra, según las referencias históricas que aún hoy aprendemos en la eSchool.
"Los datos de telecomunicaciones pueden ser una fuente vital para rastrear también la propagación del coronavirus y como combustible para que la inteligencia artificial y las supercomputadoras lo analicen". Con esta frase, el agonizante gobierno del Territorio-Europa dejaba claro el devenir de los tiempos futuros, sin llegar a analizar profundamente lo que ya proponía en su tesis doctoral Gómez de Ágreda, y legislando tímidamente y de forma superficial.
Decía Gómez de Ágreda que "todo sistema de #iA puede usarse para el bien y para el mal, para construir y para destruir. El uso de la #iA no es nunca neutral. ¿Quién es responsable de las decisiones de las máquinas? Cuando el software controla situaciones de vida o muerte no hay margen para el error".
Y añadía una frase de un filósofo del siglo XX. "Primero la verdad que la paz, decía Unamuno". Porque “la libertad se basa en la capacidad de construir la verdad sobre la base de las percepciones y emociones", defendía el primer pensador de LosOtros.
Las plataformas en línea son fuentes importantes de información y actividad. Son particularmente importantes en tiempos de crisis, cuando son un canal vital para satisfacer las necesidades básicas y garantizar el acceso a la información. Deben ser una fuente en la que la gente pueda confiar. Deben desempeñar su papel para garantizar que la información compartida sea confiable y oportuna, y abordar la desinformación, las ventas fraudulentas y otras actividades peligrosas. Decía la Comisión Europea.
-Y el Gobierno de la Unión dejó en manos de las plataformas digitales el control de la verdad. ¿Recuerdas, David? Lo estudiamos…
-Sí, Laura, pero fue indispensable "para combatir el virus, y apoyar nuestras nuevas formas de vivir y trabajar la realidad durante este tiempo excepcional". También lo estudiamos así. Aunque nos redujeran la vida a un "tera".
(*) Los teras y los gigas son las medidas que se utilizan hoy para medir la capacidad de las memorias actuales, ya que otras unidades menores se han quedado pequeñas. Un terabyte (TB) se encuentra compuesto por 1.024 gigabytes (GB).
Puede observarse con cierto hastío la cantidad de eventos, jornadas, congresos y seminarios de todo tipo sobre inteligencia artificial (IA) a los que podríamos asistir, si no tuviéramos que lidiar con la todavía presencial y fatigosa vida real