Veinte años han pasado ya. Veinte años tratando de contener al fundamentalismo talibán y el horror nos ha devuelto de golpe a la realidad. Una realidad en la que Afganistán ha vuelto al centro de la política internacional, en la que los talibanes y la situación de las mujeres ha vuelto a ocupar portadas y titulares. Una realidad dolorosa, en la que todo ha cambiado para que, veinte años después, nada haya cambiado.
Volvemos a debatir sobre el futuro del pueblo afgano, sobre la defensa de los derechos humanos, sobre la necesidad de proteger a niñas y mujeres de los fundamentalistas. Tras dos décadas vemos desde la perplejidad y preocupación cómo los talibanes toman el control. Vemos con estupor a ciudadanos y ciudadanas afganas tratando de huir del régimen del terror asidos a los aviones que abandonan el país. Y la comunidad internacional no puede ni debe olvidar esas imágenes. Es necesario articular una respuesta humanitaria internacional y global para un país donde la mitad de la población, unos 18 millones, necesita ayuda humanitaria.
Es necesario garantizar la evacuación de las personas en peligro, garantizar el respeto de los derechos humanos y proteger los derechos de niñas y mujeres. Y en esa lucha está el Gobierno de España. Nuestro país se ha convertido en el epicentro de los valores europeos, es el puerto de entrada seguro a Europa para los refugiados que huyen de la crisis afgana, es el punto de partida europeo para luchar contra el sufrimiento de quienes necesitan huir de Afganistán para mantener su seguridad. El hub europeo emplazado en España es la demostración de la eficacia de la política de coordinación con las instituciones europeas, de nuestro compromiso como Estado -desde el Gobierno Central hasta los ayuntamientos- con la defensa de los derechos humanos.
Y mientras el Gobierno garantiza la evacuación de Afganistán de centenares de ciudadanos europeos y afganos que han colaborado con la UE, asistimos al bochornoso espectáculo ofrecido por el partido que pretende ser alternativa de gobierno y se ha convertido en el partido de la oposición a España. Mientras el Estado trabaja de forma prioritaria para salvar vidas y garantizar derechos humanos, el PP centra sus preocupaciones en valorar el estilismo del calzado del Presidente del Gobierno.
Que busquen el titular fácil, que el PSOE se ocupará de defender el interés general de España. Que sigan ejerciendo de parodia opositora, que el Gobierno trabajará en la defensa de los derechos humanos. Y lo hará todas las veces que sea necesario. El PP quiso frenar en Europa la llegada de los fondos de recuperación y España ha sido el primer país en ver aprobado su Plan de Recuperación, -hace unos días llegaban los primeros 9.000 millones-. El PP pretende criticar la acción del Presidente del Gobierno en la gestión de esta crisis, y España se ha convertido en el centro europeo de la llegada de evacuados y refugiados. Será cuestión de prioridades políticas, o una simple demostración de sus incapacidades manifiestas. Pero no hace falta tener demasiada imaginación para intuir, vista la capacidad de análisis y acierto del PP, cómo hubiera sido la gestión de esta crisis en sus manos.
Coordinar la evacuación de ciudadanos europeos y colaboradores como actuación urgente. Defender los derechos humanos, y de forma especial proteger los derechos de niñas y mujeres como prioridad. El Gobierno de España tiene claro el camino a seguir en la crisis de Afganistán con su apuesta en la defensa de los derechos humanos y el impulso de una declaración de la UE para velar por la seguridad y los derechos de las mujeres y niñas en Afganistán.
Y si clara es la acción del gobierno, clarividente es la propuesta del Grupo Socialista en el Congreso con el impulso de una PNL para preservar los derechos de las mujeres y niñas afganas porque si algo tenemos claro es que el regreso de un régimen talibán supone ante todo una amenaza para la libertad y la vida de las mujeres y niñas del país.
No es posible ser socialista sin ser feminista, no es posible ser socialista sin ser internacionalista. No es posible que un ser humano permanezca impasible ante el sufrimiento y desesperación del pueblo afgano, ante el horror que se cierne sobre las mujeres afganas. Y como socialistas, como defensores de la igualdad y la solidaridad, tenemos la obligación de trabajar sin descanso para minimizar el impacto humanitario de esta crisis y proteger a las mujeres y niñas del terror fundamentalista.