MURCIA. Como comprenderán esta ha sido una extraña, muy extraña, edición de TEFAF Maastricht, la feria de arte y antigüedades más importante del mundo, que, de hecho, el miércoles vivió de forma abrupta su última jornada ya que fue suspendida, por primera vez en su historia, cuando le quedaban cuatro días más de certamen; jornadas que son fundamentales para rematar posibles ventas o confirmar la adquisición de obras que estaban reservadas, pero no vendidas, por muchos de los más de 250 expositores de 20 países. Personalmente los dos días que estuve allí, concretamente este pasado martes y miércoles, los disfruté, sin duda, pero con una extraña sensación puesto que es inevitable sumergirse en la fascinación ante la abrumadora cantidad de piezas maestras de todas las épocas, sin embargo, en esta ocasión, era también difícil de evitar no estar conectado con las noticias del mundo exterior y con lo que sucedía en España. Un mundo que parecía desmoronarse minuto a minuto, con las bolsas en caída libre, en contraste un tanto surrealista con lo que de inefable, lo intemporal, lo sublime y permanente del arte: aquellas obras, objetos y mobiliario de toda clase que ha sobrevivido durante treinta, veinte, cinco siglos y que ha salido indemne tras terribles epidemias, guerras mundiales devastadoras, desastres naturales de toda clase.
La feria de Maastricht se funda en el año 1988 en unos momentos de optimismo y efervescencia en el mercado del arte y las antigüedades. Por aquel entonces eran 89 los participantes, en su mayoría holandeses. Llevarla a cabo en una pequeña localidad de poco más de cien mil habitantes fue una mezcla de audacia y temeridad. Hoy es un certamen referencial a nivel global y se calcula que el día de la inauguración aterrizan en el pequeño aeródromo unos ciento cincuenta jets privados venidos de todo el mundo (este año no pasaron de una veintena por razones obvias). Con el tiempo, dada la importancia de lo allí expuesto, no sólo los coleccionistas privados sino también los principales museos del mundo y sus conservadores se dan cita a la búsqueda de obras con las que enriquecer sus colecciones públicas.
En cuanto a los coleccionistas, es evidente que TEFAF es una feria destinada a un comprador con un poder adquisitivo entre alto y estratosférico. La vida es así. Cuando se tiene una cantidad de dinero entre grande y absurda uno puede destinarla, impuestos a parte, los más variados “lujos” que ya pueden imaginar: desde malgastarlo en toda clase de vicios imaginables, adquirir lo más prosaico y ridículo, a la compra del arte mejor arte producido por el hombre y objetos de colección. No se, en este sentido me quedo con quien invierte su riqueza a una colección artística. Si yo fuera rico tengo claro dónde iría destinado parte de mi dinero. Además es que el entorno invita a ello: por unos días se puede decir que el mejor museo del mundo es una feria comercial de arte, y una cita que aspira a ser el referente por mucho tiempo debe cuidar todos los detalles. Uno de ellos es la decoración: En TEFAF cada año los floristas y decoradores del lugar se superan en la ornamentación con la que embellecen los pasillos y halls.
Si todo lo que se expone impresiona, hay casos en que la sensación es de incredulidad como en el caso de la exhibición de los mejores libros y códices que puede haber a la venta en al mundo: obras iluminadas a mano en un estado de conservación asombroso o enormes volúmenes cuajados de mapas y planos de ciudades. Nos dejan literalmente con la boca abierta los expositores dedicados a la arqueología, sin duda una de las partes más espectaculares del certamen con obras egipcias, griegas, romanas principalmente, pero también de otras culturas de la antigüedad precolombina, persa o indoeuropea. En este caso todas las piezas tienen certificado su “iter” de procedencia de forma detallada, es decir su “currículum”, algo que en esta sección de la feria es especialmente cuidado habida cuenta los escándalos acontecidos en los últimos años con obras artísticas y antiguedades provenientes del contrabando en países en conflicto bélico o del expolio.
En cuanto a los españoles presentes, me sorprendieron en la galería Rafael Valls, anticuario de origen español con galería en Londres, dos obras de pequeño formato de un artista valenciano, Juan Ayerbe, del que hasta el momento no he encontrado información, circunstancia que indica que las obras son estudiadas concienzudamente por los equipos de inverstigación de los que disponen las mejores galerías. Una importante galería española, Caylus, llevaba un excelente retrato de Goya, una Piedad de Morales que afortunadamente estaba vendida, además de obras de otros artistas de la escuela madrileña del siglo XVII. Lo valenciano venía representado en esta galería madrileña por un Sorolla de primera época y una pareja de óleos de Camarón. Todo ello se completaba completado con un espectacular cuadro de Luca Giordano. La única representante de la Comunidad Valenciana es la anticuaria de Oropesa Deborah Elvira, que como sucesora de su padre Luís, es la profesional que más tiempo lleva exponiendo en esta feria de entre los anticuarios españoles. Como todos los años, Deborah, lleva a los Países Bajos una espectacular selección de la mejor joyería antigua, principalmente española: broches, colgantes, pendientes y otras piezas de pequeño formato principalmente orfebrería pero también algún trabajo en hierro forjado, técnica en la que su padre era un gran especialista. El anticuario madrileño Diego López de Aragón que cumplía aniversario, montó un fantástico stand y entre sus principales piezas dos representaciones del mejor arte valenciano: un excepcional Joaquín Sorolla, por tema, tamaño y calidad, cuadro que, desafortunadamente, según el anticuario, si nadie lo remedia, acabará en el extranjero y un lote excepcional de piezas de cerámica de Alcora tanto de bulto redondo como platos y placas decoradas. En este caso nos sirvió para comprobar que la cerámica castellonense de Alcora alcanza un nivel claramente más elevado en técnica y acabado otras manufacturas de la época que son, paradójicamente, más cotizadas por el simple y mero hecho de tener un mayor número de coleccionistas (llamativo es el caso de Delft).
Cuando volvía en el vuelo repleto de valientes holandeses rumbo a un país, España, sumido en la incertidumbe, las imágenes de la belleza visitada se me acumulaban. Todo esto pasará lo superaremos y en un año estaremos de nuevo sumidos en el asombro. ¡Viva TEFAF Maastricht 2021!