OVIEDO (EFE/Raúl Molina). Aprender a sonreír con la mirada por encima de la mascarilla se ha convertido en una obligación para los técnicos y conductores de ambulancia que cada día trasladan a los pacientes que han dado positivo en el nuevo coronavirus en un trayecto marcado por la incertidumbre y el miedo de los enfermos.
"Debemos dar un trato humano a los pacientes. Tienen una enfermedad como el resto, no se les puede tratar como apestados. No se puede entrar en histerismos ni en pánico, se trata de hacer las cosas bien. Se puede sonreír con los ojos y transmitir seguridad y cercanía", afirma Carlos Paniceres, consejero delegado de Transinsa, que aglutina el transporte sanitario en Asturias con sus 450 trabajadores y 230 vehículos.
Vestido de forma casi permanente desde hace más de un mes con el uniforme que utilizan los técnicos de ambulancia de su empresa, Paniceres, de 50 años, sube y baja de ambulancias cada día junto a los conductores de la flota de ambulancias de Transinsa, un uniforme del que no se desprende para atender sus obligaciones como presidente de la Cámara de Comercio de Oviedo.
"Así facilito el trabajo a los policías, no tienen que pararme permanentemente", asegura a Efe tras décadas de experiencia en un sector al que llegó por vía familiar. Su padre, taxista, decidió en 1978 adquirir una ambulancia en Xátiva (Valencia) al detectar una oportunidad de negocio en el transporte sanitario y su madre se puso al volante del vehículo en un momento en que no era habitual ver a mujeres realizando esas tareas.
La crisis del nuevo coronavirus llevó a Transinsa a anticiparse a sus consecuencias y, varias semanas antes de que se extendiera la pandemia, organizó cursos de formación para sus trabajadores centrados en el protocolo para trasladar a un paciente contagiado y en la forma correcta de utilizar los equipos de protección individual.
Paniceres atribuye a esa anticipación el escaso número de contagiados en la empresa -dos hasta ahora, que intuyen que se infectaron por contactos ajenos al trabajo- después de haber realizado unos cien traslados diarios de pacientes con Covid-19 o sospechosos y de haber recogido unas 4.500 muestras a domicilio de sospechosos de tener la enfermedad y automuestras que se toman los sanitarios aislados por precaución.
Nacida en 1999 como la UTE Ambulancias de Asturias conformada por las principales empresas del sector, Transinsa se constituyó como tal en 2004 y, desde entonces y pese a realizar más de mil trasladados diarios, su mayor reto logístico consistió en el traslado en cuatro días de todos los pacientes ingresados en el antiguo hospital de Oviedo al nuevo centro puesto en servicio en 2014. "Era difícil, pero todo salió bien", rememora.
La actual pandemia conlleva una incertidumbre diaria "para la que no hay manual", sobre todo en los primeros días cuando optaron por situar "en vanguardia" a una serie de ambulancias que actúan en paralelo al resto de vehículos dedicadas en exclusiva al traslado de pacientes afectados por la Covid-19.
A bordo de cada ambulancia uno o dos técnicos, en función de la movilidad del paciente, que, en caso de que necesite ayuda para desplazarse, suben al domicilio a buscarlo, y lo acomodan en la parte trasera del vehículo.
Tras cerrar la puerta el conductor debe quitarse en el exterior del vehículo su equipo de protección y guardarlo en una doble bolsa que deja junto al vehículo, que recoge el trabajador que viaja junto al enfermo, antes de subirse a la cabina para coger el volante, un espacio que no abandona a su llegada al hospital.
Durante estas semanas, Paniceres asegura haber aprendido lecciones como la voluntad de sumar y colaborar, "aunque el miedo es libre", tanto de la plantilla como de las autoridades sanitarias a la hora de adoptar nuevos procedimientos diseñados sobre la marcha o de empresas paralizadas por el estado de alarma que les cedieron equipos de protección o máquinas de ozono para desinfectar instalaciones y vehículos.
Como empresario, Paniceres es consciente de que "después de la epidemia sanitaria viene la económica", que requerirá de "mucho esfuerzo y sacrificio" de una sociedad que afrontará "un reto brutal" ante el que será necesaria "la generosidad, la altura de miras y conseguir grandes acuerdos entre todos olvidando viejos discursos y viejas recetas: vamos a un tiempo de posguerra desconocido para nuestra generación".
El futuro más inminente se aborda además con la incertidumbre sobre la incidencia en los hábitos de consumo de una posible convivencia continuada con la enfermedad aunque se levante el estado de alarma, lo que hace imprescindible, a su juicio, "altura de miras, arrimar el hombro y, en vez de protestas, propuestas para volver a generar una actividad económica que permita sostener el estado del bienestar".
"La zozobra la tenemos todos, aquí no hay superhéroes", advierte, aunque admite que las sonrisas con la mirada de los técnicos cambian de bando en los traslados de regreso a casa de los enfermos curados. Las mismas que ven en los balcones cuando trabajadores fuera de turno participan en caravanas de ambulancias por barrios y pueblos a las 20:00 horas de cada día para trasladar esperanza a una población confinada.