MURCIA. Si algo he aprendido en esta vida, ha sido a no prejuzgar. No siempre se logra, lo reconozco. A menudo me sugieren estudiar al entrevistado y lo que he leído de Salvador García Jiménez muestra a un hombre con verbo desmedido y personalidad inaccesible. No me suele interesar, aún pudiendo ser cierto, aquello que ya se conoce. Por eso, escuché su alma y descubrí a un hombre de profunda generosidad, que te sorprende obsequiándote con dos libros de su autoría dedicados previamente y que yo llevaba en mente adquirir. Desde los dieciocho años, recorrió nuestra Región de Murcia; primero, como maestro de Educación Primaria, y después como catedrático de Instituto, enriqueciendo a muchas generaciones, seguro, agradecidas por su doble condición de profesor y escritor. Abuelo abnegado y autor de un libro dedicado a los tres primeros años de su nieta Lucía, amante y férreo defensor de las golondrinas, hasta el punto de enfurecerse (doy fe) si ve arrancar por la mano del hombre los nidos de estas bellas aves, me acepta la propuesta de realizar esta entrevista con el propósito de hacer una segunda y, quién sabe, una tercera. Él no sabe que me quedé con ganas de profundizar en su admiración por la figura de Jesucristo.
Salvador, ha publicado un libro llamado No matarás. Célebres verdugos españoles. ¿De dónde nació la necesidad de escribir esta obra?
Los argumentos de casi todas las novelas que pudieran publicarse hoy, los encuentro superados al abrir cualquier periódico o navegar por Internet. Como decía Goethe: "Pocas personas tienen la imaginación para la realidad". Por ello, impactado por el papel del verdugo como ejecutor de la pena capital, máximo intérprete sobre el patíbulo del mayor de los espectáculos montado por la Justicia, comencé a investigar sobre la biografía de todos los verdugos españoles que estuvieron en activo desde finales del XIX hasta principios del XX. Yo siempre he buscado escribir con sangre de verdad y no con bolígrafos rojos, y el tema me ofrecía la ocasión en bandeja. Antes de afrontar este ensayo histórico, ya había publicado El último verdugo en una editorial de Valencia y La Perla y el verdugo, como discurso de ingreso en la Real Academia Alfonso X El Sabio. El tema había inspirado a tres grandes escritores: Emilia Pardo Bazán, Vicente Blasco Ibáñez y Camilo José Cela, a quien he corregido varios de sus errores y faltas de investigación.
En el episodio de 'Pascual Ten Molina' hace mención a lo hereditario de este oficio. ¿Era en cierto modo un peaje a pagar a cambio de la estabilidad familiar en tiempos de hambruna en España?
Efectivamente, en la mayoría de los casos fue así. José González, ejecutor de la Audiencia de Zaragoza, contaba que su padre le hacía asistir a las ejecuciones y ayudarle en su horrible faena cuando aún no tenía nueve años. Este oficio de 'matador legal' estaba bien pagado dentro de los sueldos miserables que se cobraban en la época. Los ejecutores de justicia, que eran funcionarios, llegaron a percibir lo mismo que un catedrático de instituto. Y respecto a su trabajo, no dejaba de ser un chollo: consistía en ayudar al carpintero a levantar el patíbulo, tener los instrumentos de tortura bien limpios y engrasados, viajar al pueblo donde le correspondiera dar garrote vil al reo (en la lista, pocas mujeres eran condenadas a la pena capital) y cumplir con las disposiciones para las ejecuciones dadas por el Ministerio de Justicia. Habiendo nueve funcionarios de este tipo en España, sólo tendrían que ajustarles las argollas para dejarles el cuello como papel de fumar a no más de 10 reos al año. El puesto solía heredarse de padres a hijos, a pesar de las convocatorias publicadas por las Audiencias Territoriales para cubrir la plaza.
¿A qué injusticia le teme usted?
Hay tantas en esta sociedad, que creo estar curado de espanto, vacunado, diría hoy. Hace poco leía en un grafiti: "La pobreza es una injusticia" (como Cristo, siempre estaré al lado de los más vulnerables).
¿Qué no soporta de este tiempo 5.0?
Procuro vivir aislado para evitar contagiarme de la covid, de la vanidad, del egoísmo, de la libertad irresponsable, de la mediocridad, de la desvergüenza, de la gran cantidad de granujas que incumplen su palabra y sus contratos, del arte blasfemo que suelen practicar los gilipollas para llamar la atención, de los vips que se pasean por la ciudad y de los increíbles mendigos que fuman tabaco rubio y llevan un móvil.
Estuvo no hace mucho en el programa Cuarto Milenio de Iker Jiménez, quien escribió sobre este libro: "ejemplar y único". ¿Es este programa una ventana a la otra realidad? Cuénteme algo de su paso por allí.
Compartí programa con Inés Sánchez, la hija del verdugo Bernardo Sánchez, que lo fue de Granada durante el franquismo. Nos contaba cómo se despedía su padre de ella siendo una niña, con el maletín que contenía los instrumentos de muerte en la mano. Ella lo consideraba una bellísima persona, y defendía aquel oficio que tuvo que desempeñar para que su familia no se muriese de hambre. Yo le apoyaba, porque los principales verdugos serían los jueces y tribunales populares que sentenciaban a muerte. El ejecutor de la justicia era su brazo, correspondiéndole la peor tarea. Todos se asombraron con las biografías que les resumí de mis personajes.
Lo rubrica usted en el pasaje del 'Verdugo de Filipinas', diciendo que era "una profesión repudiada". ¿No es contradictorio en cuanto era la sociedad y los estamentos quienes dictaban y clamaban justicia?
En las Cortes había partidarios y detractores de la pena de muerte entre sus diputados. Igual ocurría en el pueblo. Pero a la hora de la verdad, alrededor del cadalso se reunían miles de personas que comían, fumaban y reían como si el espectáculo fuese una corrida de toros.
¿Conoce algún caso de arrepentimiento pre ejecución o post ejecución por parte de algún verdugo?
El caso ocurrió precisamente en Murcia, cuando el verdugo de Valencia Pascual Ten Molina viajó en tren para ejecutar a Josefa Gómez, apodada 'La Perla', que había envenenado a su marido para seguir con su amante. El patíbulo se levantó frente al solar que hoy ocupa el hotel Siete Corona. La historia y la fotografía que se conservan de la ejecución son bastante conocidas. El verdugo, compadecido de la pobre mujer, que tenía varios hijos, envió un telegrama al ministro de Justicia solicitando su indulto. Por ello, pocos días después de haber cumplido con su misión, fue destituido del cargo. ¡Cómo un verdugo puede pedir el indulto para su rea! Vicente Blasco Ibáñez se aprovechó de la noticia para escribir uno de sus mejores artículos, dando a entender que el verdugo se había enamorado de 'La Perla', a la que llamaban así por su belleza.
La película El verdugo, de Luis García Berlanga, así lo refleja. No era fácil la vida en sociedad de un verdugo, ¿verdad?
Estos seres marginados atravesaban varios infiernos. El verdugo de Berlanga pertenece a un período franquista, con el sillín y el poste colocados en el patio de una cárcel, sin patíbulo ni público asistente. Mis personajes tuvieron que afrontar peores calamidades. Unos se perturbaron después de sus primeras ejecuciones (un verdugo de Albacete se arrojó por el balcón de su casa), otros dejaron el cargo horrorizados y el maestro de todos ellos, Nicomedes Méndez, botxí de Barcelona, continuó agarrotando a pesar de las tragedias sufridas: su hija se disparó un tiro en la sien con veinte años por haberla repudiado el novio tras enterarse del empleo de su progenitor y su hijo murió dentro de una camisa de fuerza en el manicomio.
¿Se siente usted como pez en el agua, o necesita explorar otros océanos literarios y plasmarlos en un libro?
No, no, aunque me encante contarles a mis nietos historias de sirenas. Escribo en solitario y no pertenezco a ningún grupo donde se trafique con influencias. La mística me ha ayudado a prescindir de la búsqueda de fama. Por ello tal vez me han llegado a llamar lobo estepario.
Me aburriría de escribir como un escribano del agua en el mismo manantial. No sé cómo hay plumíferos que, envenenados por las ventas, puedan publicar libros, el 1, el 2, el 3, el 4…, sobre el mismo personaje.
Partiendo de que tiene usted una hija psicóloga: ¿debería el sistema plantearse una metodología efectiva de adoctrinamiento y pautas conductuales a temprana edad antes de esforzarse por cuadrar presupuestos para el sistema judicial, o el individuo está predestinado a hacer el mal?
Debería evitarse sobre todo el maltrato a la niñez, la pedagogía negra, para defender en el futuro a la sociedad de muchos individuos peligrosos. Alice Miller, en su extraordinaria obra de psicología Por tu propio bien, demuestra que en el origen de la peor crueldad, la que se hace padecer al prójimo, se halla siempre el daño del alma infantil. En su tesis presenta los casos de Hitler y un asesino en serie de niños llamado Jürgen Bartsch. Fue un libro que me impresionó después de haber tenido durante bastante tiempo las obras completas de Sigmund Freud como libro de cabecera.
Ha escrito poesía. ¿Sigue haciéndolo?
No, no. Publiqué cuatro libros de poesía que fueron premiados con prestigiosos galardones, pero dejé de componer versos para dedicarme al cuento, a la novela y al ensayo. Como ya he dicho, aunque se espante el superpoblado Parnaso español: "Los poetas mueren a los 33 años". Son parecidos a los matemáticos geniales. Pensaba en Jesucristo para marcar la frontera. En la senectud, la inspiración anda ya floja, y aún no se ha inventado la Viagra para escribir poesía.
Me consta que siente admiración por la figura de Jesucristo.
Ha sido siempre el centro y faro de mi vida. A su sombra y a su luz escribí el libro de cuentos Caelum caeli, las biografías de la Virgen de las Maravillas de Cehegín, mi tierra natal, y de San Juan de la Cruz.
¿Hay nueva novela a la vista?
Sí, pero después de los plagios que han hecho de mi obra, he aprendido a recortarme la inocencia. Me plagiaron una novela para hacer una película, me plagiaron una investigación de archivo para publicarla en Wikipedia, me plagiaron un artículo periodístico, me plagiaron el título de un libro de poemas… Capítulos de este mismo libro, No matarás. Célebres verdugos españoles, me los han fusilado en diferentes medios, al igual que mi discurso de ingreso en la Real Academia Alfonso X El Sabio, La Perla y el verdugo. El plagio es una lacra, sobre todo en la Universidad, del que se hacen eco todos los medios de comunicación. Hace unos días, por fin, tomaron la decisión de castigarlo severamente.
¿Qué pregunta le gustaría contestar y cuál sería esa respuesta?
Mi madre solía preguntarme, con la incertidumbre clavada en el corazón a pesar de su religiosidad: "¿Con qué nos encontraremos después de la muerte? ¿Qué habrá allí? ¿Saldrá Dios a recibirnos?... ". Y yo trataba de apaciguar su curiosidad: "El silencio de Dios es un gran misterio. No te hagas más preguntas". Tras su muerte, me decía yo con una triste sonrisa: "Mi madre tendrá ahora todas las respuestas".