Cuando Europa y el movimiento ecologista tenían en su diana a los organismos genéticamente modificados y a los gigantes de la tecnología agrícola basada en los transgénicos, antes de que el plástico se convirtiera en el nuevo enemigo, algunos biotecnólogos se quejaban de que lo digital también quedaba en pocas manos. Vamos, que les escocía la paradoja de que se atacara la concentración empresarial de las semillas modificadas sin rechistar contra la existencia de apenas cuatro sistemas operativos en todo el mundo.
Pero la pandemia, con su nueva normalidad, ha hecho el milagro de que Bruselas se haya dado cuenta de que estamos en un punto de inflexión, es decir, de que algo falla. Como antaño en lo agrícola, la Unión Europea más verde e innovadora de todos los tiempos resucita etiquetas para el nuevo gran reto: la soberanía digital, o innovación de kilómetro cero, para combatir la dependencia tecnológica más allá de sus fronteras, como reza el manifiesto Hacia un espacio europeo de innovación.
Esto de que el tiempo, o el coronavirus, ponga las cosas en su sitio no deja de tener sus lecturas irónicas. En la nota de difusión del manifiesto, se ejemplifica la necesidad de apostar por la soberanía digital y renovar las políticas en innovación con el caso de la biología sintética, clave para fabricar polímeros, proteínas y otros productos en células, de una forma mucho más predecible que las líneas actuales de biofabricación, una tecnología emergente que permitirá que Europa produzca en pocos años materiales 100% reutilizables o que se reparen de manera automática en caso de daño, pero que topa, oh sorpresa, con la competencia de Estados Unidos y China. Como dice en el comunicado Tim van der Hagen, rector de la Universidad Tecnológica de Deft (Países Bajos), uno de los centros técnicos europeos más prestigiados, Europa encabezará los avances en biotecnología sintética dentro de cinco a veinte años solo con dos condiciones, si hay financiación suficiente y se entiende eso de escalar a un nivel europeo. Porque en un mercado global, un solo país o instituto no puede tomar la iniciativa, recuerda el rector.
Un mensaje similar se reprodujo la semana pasada bajo el techo del Palau Ducal dels Borja de Gandia en un encuentro sobre el papel de los fondos europeos en la salud digital, cuyos organizadores me concedieron el honor de presentar. Las jornadas, de carácter prospectivo, se propusieron unir a la administración, las empresas y la ciencia como un espacio para el call for ideas para el impulso de un ecosistema valenciano de e-Health o cibersalud en el horizonte de la reconstrucción europea, una oportunidad de compartir propuestas que, todo hay que decirlo, no supo o no quiso ver la Conselleria de Sanitat, dado que no contó con ningún representante de su organigrama directivo, pese a contar entre sus cargos personas que manejan como nadie la autopromoción digital en las redes sociales, es decir, que algo se creen la digitalización, aunque sea para beneficio propio.
No estuvo bien que dejaran solo a Juan Ángel Poyatos, el hombre de moda de Presidencia de la Generalitat Valenciana, como acuñó el director general de la Sociedad Proyectos Temáticos de la Comunitat Valenciana, Antonio Rodes, el señor y CEO de Distrito Digital. El director general de Coordinación de la Acción del Gobierno no lo hizo nada mal a la hora de defender que, ante el maremágnum de los fondos europeos, el trabajo de la administración apenas se percibe en tiempos que exigen una velocidad de rally, una mayor alineación en coordinar las fuentes de financiación y una gestión más inteligente basada en la anticipación a través del fomento de proyectos tractores que emanen de la colaboración público-privada.
En la Unión Europea, se emplea el término eSalud (eHealth) para referirse a la aplicación de las tecnologías de información y comunicación en todas las funciones que afectan al sector salud, a través de aplicaciones sanitarias como las redes corporativas, la historia clínica electrónica —en la que España suele destacar—, los servicios de telemedicina, y los sistemas personales para mejorar la prevención, diagnosis, tratamiento, monitorización y gestión sanitaria, y que incluyen también la compartición de información y datos entre los pacientes y los proveedores de servicios de salud, hospitales, profesionales sanitarios y redes de de información sanitaria.
Algunas de las voces expertas convocadas en Gandia vinieron a resumir que el futuro sanitario, marcado por la prevención, pasa por la sustitución de ‘sanidad’ a favor del concepto ‘salud’, al igual que los innovadores pedagógicos anticipan que en las aulas las ‘competencias’ ganarán terreno a los ‘conocimientos’. En esa transformación, las dimensiones de los problemas del futuro no permiten las iniciativas pequeñas —que no nos vengan a confundir ahora los campeones ocultos del mercado germánico— ni tampoco etiquetas viejunas como ‘clúster’ o ‘hub’, por muy modernas que se hagan pasar las administraciones locales para movilizar a las capillitas 2.0 de siempre bajo tales etiquetas.
El diagnóstico de la summit advierte que en la Europa de la reconstrucción, de acceso exclusivo para los macrodesarrollos y los macropoyectos, solo cabe la metáfora de los ‘ecosistemas’, bien nutridos a base de consorcios y nodos, para dar entidad a las respuestas a los grandes desafíos del siglo. Así funciona el vocabulario pandémico, cada más poroso a la intervención de los agentes foráneos en el sistema convencional, que apela a aquello que nos complace como especie desde el Renacimiento, poner a la persona en el centro del universo: al paciente en el centro de la asistencia sanitaria y al alumno en el centro de la educación, y a Brezos y Branson como promotores del nuevo Benidorm del turismo espacial.
En la bienintencionada Europa, la que pretende encabezar el futuro verde y digital sin haber tenido la capacidad de fabricar una vacuna Covid ni de poner un smartphone con sello europeo en el bolsillo de sus conciudadanos, los fondos prometen ser el nuevo maná, tanto como la digitalización las nuevas tablas de la ley. Menos mal que siempre acude la experiencia a la puerta de urgencias. En encuentros locales como el de Gandia, gran parte de la sustancia la aportan las voces foráneas. Fue el caso tanto de Cristina Bescós, directora general de la filial española de la EIT Health, el mayor consorcio europeo de innovación en salud, como de Jorge González Olalla, director de TIC Biomed, asociación empresarial sin ánimo de lucro que coordina a diversas entidades públicas y privadas para impulsar la innovación tecnológica en salud.
Según la exposición de la representante de EIT Health, organismo que fomenta la alineación frente a la dispersión de la inversión, una de las grandes debilidades del sistema europeo, los fondos deben impulsar la participación privada, insistiendo en que el cambio no solo puede venir del dinero público. “Los hubs son importantes, pero cuando hablamos de un escalado para llegar a millones de personas, se necesitan mayores dimensiones, y la financiación privada es fundamental. Sin una perspectiva amplia, las soluciones vendrán de fuera, más allá del marco local”. Lo dice Bescós, con experiencia en las estructuras de facilitación o acompañamiento de iniciativas, como en el caso valenciano de Corify Care, encaminadas a mejorar el bienestar de los ciudadanos tanto de puerta de entrada como con mecanismos de evaluación para afrontar el problema de la escalada en Europa, proyectos en los que también se incorpora al pagador o cliente. La portavoz de EIT Health recordó que no hay que tener miedo a las colaboraciones nuevas que permitan agilizar el mercado y aportar mayor rapidez a los pequeños proyectos, en los que la inteligencia artificial y la digitalización son clave. Sin embargo, Bescós no ocultó que la adopción de la innovación sigue siendo un reto cuando en Europa todavía no existe un interlocutor.
Otra de las ideas que deberían grabarse a fuego los paladines de la innovación corresponde a la compra como clave de la innovación en salud, una de las reflexiones de González Olalla, cuyo fracaso en el mundo de las startups no le ha impedido ganarse un hueco en la salud digital española. Las empresas quieren que les compren su innovación, no que las financien. Así, el gran reto en salud digital, subrayó el director de TIC Biomed, no es producir innovación, sino venderla, y tampoco se debería financiar lo que no se puede comprar. En la anticipación, señaló González Olalla, la administración debe tener la capacidad de transmitir con agilidad los objetos de compra, lo que va a licitar para que las empresas se puedan organizar, como aplican los servicios generales de salud de Galicia o Castilla-La Mancha, que permite movilizar a las PYMES y la creación de consorcios, e implica una mayor transparencia en un ámbito cuyo personal peca de visión micro. “La innovación es la pieza de un puzzle. Faltan luces largas en el sistema: cambiar el modelo exige un cambio con lo digital, pero no por lo digital”. O lo que es lo mismo, una cosa es la digitalización y otra la transformación digital.
No son pocos los proyectos innovadores bañados en branding que han acabado por fosilizar, lo que no desmiente que los fracasos abran la puerta a la revolución. Sin embargo, romper el paradigma tiene una larga lista de espera. La capacidad de generar proyectos innovadores ya no es un problema, sin embargo, la gran barrera para la innovación sigue estando en la difusión y la expansión, que los proyectos piloto puedan estructuralmente escalar, es decir, aplicarse a gran escala y que lleguen a la ciudadanía.
No es raro que, mientras las travesuras espaciales de los multimillonarios fascinen o abochornen al resto del mundo, en la tierra sus grandes plataformas digitales, bajo el acrónimo GAFA (Google, Apple, Facebook y Amazon) que resume los superpoderes del oligopolio estadounidense de la tecnología digital, avancen lo suyo apostando por los apellidos health o care sin que nos demos cuenta. Porque en la carrera por la salud digital, como en el espacio, lo importante es llegar el primero, el binomio ‘innovación y salud digital’ se asemeja cada vez más a un activo bursátil donde la competencia y el beneficio marca la pauta, que a un servicio sanitario propio de las sociedades del bienestar donde la salud es un derecho que nos iguale a todos. No lo perdamos de vista.