Hoy es 19 de diciembre

LA NAVE DE LOS LOCOS / OPINIÓN

Que se joda todo lo demás

Y de repente se hizo la luz en forma de canción escuchada en un coche. A punto de acabar el año descubrí, por casualidad, el tema ‘Que se joda todo lo demás’ de Alice Wonder. Cuatro minutos de belleza que me hicieron olvidar el país sin futuro en el que vivo 

8/01/2021 - 

MURCIA. Mi médico de cabecera me aconsejó que no lo hiciera, pero lo hice. Me salté su recomendación y al final lo acabé pagando. El domingo 27 de diciembre madrugué para ver en directo a la primera persona en vacunarse de coronavirus. Conecté con la televisión pública después de más de un año sin hacerlo. Es más fácil que pierda el tiempo viendo una tele presentada por pitonisas que con una TVE que se esmera en ocultar la bandera nacional. Y mira que el doctor me lo había advertido: “Javier, bajo ningún concepto veas la pública. Está en riesgo tu salud mental”. Si hubiera atendido sus sabias palabras, me hubiese evitado un mal momento delante de mi vieja telefunken, que a punto estuve de destrozar por un repentino ataque de nervios. 

“La canción ‘Que se joda todo lo demás’ es una llamada a liberarnos de los pesos muertos que nos hunden y a dedicarnos quince minutos de gloria al día” 

Yo también me creía vacunado contra la desvergüenza del Gobierno, pero su poderosa maquinaria propagandística siempre puede ir más allá en la ocultación de la terrible realidad de la pandemia. 

La vacunación de Araceli Hidalgo y Mónica Tapias, retransmitida como si Neil Armstrong hubiera pisado de nuevo la Luna, fue otro acto de servicio de TVE a mayor gloria de un Gobierno calamidad que sólo aprueba en la gestión de la propaganda. 

Necesité toda la mañana para reponerme pero, como el hombre es un animal sin remedio ni cura, me asomé a los informativos del mediodía. Tenía la esperanza —la tímida y vaga esperanza— de que alguna cadena ofreciese una cobertura, si no crítica, al menos distinta al nodo emitido por Torrespaña. Pero no fue así. Todas las televisiones, desde La Sexta hasta Antena 3, fueron igual de dulzonas al contar el acontecimiento. 

Araceli Hidalgo, de 96 años, primera vacunada de covid en España. FOTO: EFE

“Inyección de esperanza” y otras lindezas verbales

Pequé de ingenuo; pronto el abuelito Prats me sacó de dudas (Matías, amor, ¿dónde te compras el tinte? Dímelo, que me voy corriendo a comprarlo). Inyección de esperanza, día histórico para nuestro país, se ve la luz al final del túnel y otras lindezas verbales, todo un vocabulario trufado de contenida alegría porque la España progresista, gracias a la intervención de su Gobierno providencial, pasaba por fin la primera página de un cuento de terror del que al parecer no hay culpables. 

Luego salió el filósofo Illa, tan sexi con su flequillo y gafas de pasta a lo Yves Saint Laurent, y repitió, como sólo él sabe hacer, lo de que estamos “en el principio del fin”. Es otra las mentiras que nos cuenta con su exquisita educación. Lo veraz hubiese sido decir lo contrario: que estamos “en el fin del principio” porque esta —no lo olvidemos— será la guerra de varias generaciones, una guerra muy larga. 

Al día siguiente, mientras me dirigía a Alicante por la A-7, la voz del tapado a la presidencia de la Generalitat catalana se repetía, con su cadencia mortecina, en las emisoras. Todas las radios desayunaban vacunas con unas gotas de esforzado optimismo, acaso muy voluntarista. 

Batiste, de 81 años, primer vacunado contra la covid-19 en la Comunitat. Foto: GVA 

Una revelación en medio de la nada

Cansado de oír la misma matraca, cambié de dial varias veces hasta que reconocí la voz de una locutora de Radio 3. Dio paso al disco Que se joda todo lo demás de Alice Wonder, de la que nada sabía. Y aquella voz, no la del ministro impostor sino la de esta música madrileña, fue una revelación en medio de la nada, una perla en un muladar, la verdadera luz al final de mi túnel, un motivo para creer en un país de ateos. A punto estuve de parar el coche en el arcén y ponerme a llorar golpeando mi cabeza contra el salpicadero. ¡Por fin, cuatro minutos de belleza envuelta en una música y una voz poderosas y distintas!

Que se joda todo lo demás habla del paso del tiempo, la familia y el ballet como forma de enfrentarse a los escollos de la vida. El ballet es el protagonista del videoclip en el que baila la actriz María Pedraza, también desconocida para mí, que no he avanzado en conocimientos de actrices desde que supe de Juliette Binoche en Herida

Escuchar el tema de Alice Wonder fue una bendición del cielo de Alicante. Su autora pertenece a una generación de jóvenes artistas marcados por la experiencia de dos crisis: la de 2008 y la de la peste china. De su creatividad, audacia y coraje para abrirse camino desde la periferia, depende que la música española no se fosilice por completo, después de años de mediocridad casi generalizada. 

El ministro de Sanidad, Salvador Illa. Foto: EFE 

La pandemia de la ignorancia

Que se joda todo lo demás nos anima a ser nosotros mismos, a pelear por nuestro espacio, a reírnos de los mandatarios de un país en el que cuesta respirar debido a la falta de libertad, la pandemia de la ignorancia y la ausencia de futuro. Que se joda todo lo demás es una llamada a liberarnos de los pesos muertos que nos hunden —los pesos muertos de la vieja política, de una Administración ineficiente y corrupta, de los banqueros de Transilvania, de cierta prensa envilecida y de un sistema económico que hace picadillo a la gente—, y a dedicarnos quince minutos de gloria cada día. 

Que se joda todo lo demás es hacerle un corte de mangas al mundo y buscar una isla donde refugiarnos mientras escampa el temporal, una isla que esconda los placeres sencillos para mantenernos en pie como pequeños colosos. En mi caso, en los últimos días del año, esa isla escondía tesoros como la novela La edad de la inocencia de Edith Wharton, la película El padre del soberbio Anthony Hopkins, y la degustación de una copa en Helen Berger, sintiéndome observado por una pareja de turistas nórdicos que, ignorando los peligros de la pandemia, habían cruzado la frontera como aquellos románticos del siglo XIX, fascinados por el sol y las ruinas de este país africano del que somos hijos tanto en lo bueno como en lo malo. 

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