El documental, disponible en Netflix, repasa, a través de los testimonios de diversas mujeres españolas de la sociedad actual, los conceptos de machismo, feminismo, patriarcado de consentimiento, igualdad y androcentrismo. Porque en temas de igualdad hemos avanzado aunque todavía queda mucho camino por recorrer.
MURCIA. “El éxito del patriarcado hoy es, precisamente, que ha conseguido hacerse invisible a fuerza de hacerse normal”. La conclusión se la escuchamos a Nuria Varela, periodista, doctora en Ciencias Jurídicas y Sociales y autora de los libros Feminismo para principiantes y Feminismo 4.0. La Cuarta Ola. No es el único testimonio que llega a la misma conclusión durante el documental titulado Qué coño está pasando, producido por Netflix junto a Carolina Bang y dirigido por Marta Jaenes y Rosa Márquez. La canción elegida para su cabecera, el popular tema Yo no soy esa de la feminista Mari Trini, aquí interpretado por La Bien Querida, deja claro desde sus primeros compases que las mujeres de hoy, representadas a través de los testimonios del documental, hemos avanzado en algunos aspectos en cuanto a la igualdad de género. O como dice Lidia Falcón, fundadora del partido feminista, “el futuro será feminista o no será”. Aunque, por el contrario, quedan muchos techos invisibles que romper.
Según la filósofa Ana de Miguel, alumna adelantada de la escuela ideológica de la filósofa valenciana Celia Amorós y Profesora de Filosofía en la Universidad Juan Carlos I, existe todavía una teoría de la doble verdad, como la de Aberroes (aquel que decía: “no importa, hay dos verdades paralelas”). En la actualidad está de moda y bien visto decir que se es feminista. Hasta Rajoy o Trump dicen que son feministas. Lo vemos hasta en las camisetas que nos venden en los grandes almacenes de moda. Pero a la vez, hombres y mujeres caemos en el androcentrismo derivado del patriarcado de consentimiento, que considera una elección de la mujer el que, por ejemplo, abandone el trabajo asalariado para cuidar a los hijos o que se vistan con tacones y escotes imposibles “porque estamos así muy cómodas y corremos fenomenal”. Desde la infancia se nos educa en lo que Ana de Miguel ha venido a llamar “el rosa y el azul”: “La sociedad nos dice ‘yo no he sido, yo los he educado igual’, pero al mismo tiempo a tu hija les has puesto unos pendientes al nacer, ellas juegan con juguetes que representan a las cuidadoras y siempre dentro del hogar, mientras que los niños tienen juguetes de aventureros o guerreros y se les enseña que la violencia es un valor”. Una sociedad a la que “se le llena la boca de criticar el harén y la poligamia mientras que a la vez mantiene un harén público para todos los hombres abierto las 24 horas del día”. La filósofa apunta que por tan solo por 5 euros en Madrid, un hombre puede acceder al cuerpo de una mujer.
El documental da voz a decenas de mujeres expertas en diferentes ámbitos de nuestra sociedad, desde la filosofía, como Ana de Miguel y Loola Pérez; la sociología (Rosa Cobo, María Ángeles Durán y Cristina Hernández); la antropología (Leyre Khyal); el derecho (Eva Serrano, además de la jueza y magistrada del Tribunal Supremo Ana Ferrer); el mundo empresarial (Eva Levy, presidenta de honor de WomenCEO); el periodismo (Henar Álvarez y Rosa María Calaf); el guión (Isa Calderón y Vera Montessori); el mundo artístico (Yolanda Domínguez, Elsa Ruiz (ilustradora y humorista trans) y Anneke Necro); el editorial (Iria Marañón); incluso escuchamos los testimonios de víctimas de la prostitución y la trata de personas (como Amelia Tiganus, violada con 13 años y vendida a un proxeneta español con 16 años por 300 euros) o la víctima de una violación (Viciky Jaráiz). Además conocemos la historia de aquellas madres que tienen problemas a día de hoy para conciliar su vida personal con la laboral (como Laura Baena, fundadora de soymalamadre.com). Y, por último, cuenta con la presencia de opiniones de la política desde todas las posturas ideológicas (desde Lidia Falcón, del partido feminista, hasta las representantes de los partidos mayoritarios como Adriana Lastra, Irene Montero, Begoña Villacís y Andrea Levy).
Todas las opiniones son de mujeres. Ninguna muestra una postura exactamente igual a sus compañeras de género. Sin embargo, en los aspectos básicos coinciden, como cuando admiten todas ellas que en sus ámbitos laborales todavía existe machismo y que, por tanto, hay que empezar desde la base: el conocimiento y el estudio. “Hay hombres que no quieren escuchar, que se cierran en banda. Eso nos da las claves para entender que ni se sabe lo que es el machismo, como para pretender que se entienda lo que es el feminismo”, apunta Yolanda Domínguez, que insiste en que “hombres, mujeres y medios tienen una mirada masculina, y esta es la que se sigue reforzando”. Como artista plástica cuenta algunos datos reveladores: el 68% de los estudiantes de Bellas Artes en España son mujeres. Sin embargo, las obras que se venden en las galerías, si son de mujeres son casi un 50% más baratas, “con lo cual a una galería no le sale rentable tener un trabajo de una artista femenina”. Y además en los museos españoles menos del 20% de las obras expuestas son de mujeres.
Nuria Varela, con un discurso casi idéntico al de la escuela de la filósofa Ana de Miguel (la más experta en igualdad desde el punto de vista académico), defiende que el machismo no tiene discurso. “A ver cómo explicas con seriedad, con rigor, que es lógico que un hombre tenga privilegios frente a la mujer. Y como no tiene capacidad discursiva, lo que hace es usar la violencia simbólica o verbal, la ridiculización, el desprecio, el minusvalorarla…”. La socióloga Cristina Hernández denomina este discurso con el título del “mandato de silencio”: el clásico “calladitas estáis más guapas”.
Ana de Miguel, estudiosa de los movimientos feministas a lo largo de la historia, concreta la dicotomía en la que estamos viviendo en una máxima del gran filósofo de la Revolución Francesa Jean-Jaques Rousseau, que decía que “las mujeres están para hacernos la vida más fácil y agradable”. Dicha conclusión, que se tradujo en la exclusión de la mujer en la democracia participativa posterior a la revolución francesa (pese a que en las calles estuvieron con sus compañeros hombres y pese a concluirse que “todos (los hombres) son iguales”)), ha dado alas al neoliberalismo sexual para encontrar un hueco en la sexualidad (en la prostitución y la pornografía) desde donde legitimar una desigualdad absoluta.
“A mí me encanta las películas del oeste, por ejemplo. Cuando las veo ¿con quién me puedo identificar? Yo me quiero identificar con los protagonistas varones, como John Wayne, porque si no me tendría que identificar con las mujeres que aparecen en el film, que son solo las que se quedan en casa despidiéndose con la mano durante un minuto de la película, mientras ellos salen a caballo a buscar las aventuras”, pone como ejemplo. “Porque para ellos está la mujer de casa y luego la de la aventura, y ellos son los héroes de la película”. De ahí la convicción de que pese a los avances y las políticas activas a favor de la igualdad, todavía mantenemos el androcentrismo como visión de nuestro mundo, al identificar al ser humano neutral con el varón. “Todavía no estamos capacitados ni capacitadas como sociedad para salir de ahí”.
Lidia Falcón aporta el dato publicado por la Organización Internacional del Trabajo: las mujeres trabajan las dos terceras partes de las horas del trabajo del mundo y perciben el 10% de los salarios. Ana Baena, de soymalamadre.com, explica por qué 6 de cada 10 mujeres renuncian a su carrera al ser madres. En primera persona relata lo mal que se sintió al no llegar a todo, a estar exhausta entre las tareas de cuidados y trabajo. Aunque haya reparto formal de tareas, el hombre se ocupa de las más lúdicas mientras que la mujer sigue ocupándose de muchas tareas invisibles (guardería, vacunas, comprar un pantalón…). “Si no hay corresponsabilidad nunca podremos avanzar, porque seremos las que renunciemos, las que la sociedad espera que renunciemos”, explica Ana Baena. Para la socióloga Rosa Cobo, seguimos siendo vistas hoy como “seres sentimentales para los cuidados”.
“La crisis de los cuidados es que las mujeres han accedido de modo masivo a la educación e incluso al empleo pero han dejado detrás un hueco que los hombres no lo han cubierto: el del cuidado. Y tampoco lo han cubierto las instituciones”. Lo dice María Ángeles Durán, socióloga y doctora en ciencias políticas, que reconoce que el trabajo no remunerado de las mujeres, en estos momentos en España, “consume más tiempo que todo el trabajo que se pone en el mercado de trabajo, es decir, estaríamos hablando de más de un 100% del PIB”. De cara al desarrollo profesional, por tanto, para las mujeres, es mucho más difícil promocionarse. “No tienen tiempo. No pueden. Están ya demasiado sobrecargadas”.
El documental ilustra esta cuestión con la campaña audiovisual Imagina tu meta, producida por la ONG Farmamundi. “Pertenecemos a la misma especie. Quizás seamos del mismo país. Tenemos la misma libertad. Soportamos la misma carga. Tenemos las mismas oportunidades. Y recibimos el mismo reconocimiento. Tenemos la misma meta (calidad de vida y derecho a la salud)”, dice la voz en off, que finaliza el spot con unos rótulos contundentes: “No nos engañemos. En la carrera de la vida las mujeres tienen las mismas capacidades pero más obstáculos para llegar a la meta. Prácticas sexistas e inadecuada atención sanitaria y social deterioran la salud de mujeres y niñas en todo el mundo. Mira a tu alrededor, implícate y da un paso adelante por la igualdad y la salud de las mujeres. Actúa, practica igualdad”.
“Es muy importante no confundir el mujerismo con el feminismo”, aclara la socióloga Cristina Hernández. “El feminismo es un concepto que habla de democracia radical, de ciudadanía de las mujeres, de que no nos pueden vaciar de contenido” y que porque haya mujeres en los ámbitos empresariales o políticos “no garantiza que se haga feminismo desde esos espacios”. Lidia Falcón recuerda que “entonces Margaret Thatcher sería la primera feminista del mundo”.
El feminismo, para la mayoría de ellas es “un viaje que las mujeres hacemos hacia la libertad”. Pero, como afirma Rosa María Calaf, “ni es verdad que no hay nada que hacer, ni que no hay que hacer nada. Hay que tenerlo presente si queremos seguir adelante”.
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