CRÍTICA DE CINE

'Oro blanco' y 'Un blanco, blanco día': Películas islandesas para la vuelta al cine

26/06/2020 - 

MURCIA. En los últimos años han ido llegando a nuestras carteleras diferentes películas procedentes de la cinematografía islandesa. Historias que nos han descubierto una particular forma de narrar y nos han abierto los ojos hacia paisajes tanto físicos como humanos marcados por la naturaleza en estado puro, las grandes distancias y el aislamiento, así como otros problemas que derivan de la cerrazón moral de la sociedad. 

Esta semana de reapertura de casi la totalidad de los cines coinciden en la cartelera dos propuestas procedentes de Islandia: Oro blanco y Un blanco, blanco día. La primera protagonizada por una mujer que se enfrenta al sistema. La segunda, por un hombre que ha de sobreponerse a la muerte de su mujer. Los dos de alguna manera están solos en medio de un panorama hostil, y tendrán que luchar contra sus particulares fantasmas, ya sea materiales (el poder que lo controla todo) o procedentes del tormento de la culpa y el recuerdo. 

Oro blanco está dirigida por Grímur Hákonarson, que en 2015 triunfó en el circuito de festivales gracias a Rams (El valle de los carneros), que ganó en Cannes el premio a la mejor película en la sección ‘Un certain regard’ y más tarde la Espiga de Oro en la Seminci. Ahora regresa con un relato con un claro aliento reivindicativo, que pretende poner de manifiesto las injusticias del sistema a través de una perspectiva femenina. 

La heroína de Oro blanco se llama Inga. Acaba de perder a su marido en un accidente de coche y se ha quedado al frente de una granja de vacas cargada de deudas. Poco a poco se irá dando cuenta de que la cooperativa a la que pertenecen se ha convertido prácticamente en una mafia que se dedica a extorsionar a sus miembros y a controlar toda la zona a través de un monopolio abusivo. Cuando descubra que la muerte de su esposo tiene que ver con todo ese entramado, iniciará su particular vendetta contra este núcleo de corrupción cuyos tentáculos parecen llegar a todos sitios a través de la intimidación y el chantaje. 

De alguna manera, el personaje de Inga, que se dedicará a sacar a la luz todos los asuntos turbios y oscuros de la cooperativa, podría vincularse al de otra magnífica película islandesa de carácter antiimperialista, La mujer de la montaña, de Beneditkt Erlingsson. Las dos mujeres se encuentran curtidas por un entorno rural duro y se muestran con una voluntad de hierro inflexible a la hora de luchar por aquello que creen, a pesar de su relativa insignificancia. Una lo hace a través de la batalla diaria y la otra utiliza el activismo para evidenciar la fragilidad de los ciudadanos frente a las estructuras de poder. 

Por otro lado, Un blanco, blanco día llega a las pantallas después de haber pasado por el Festival de Gijón y de haber ganado el Premio Talents en el D’A Film Festival. Se trata de la segunda película de Hlynur Palmason y está centrada en un hombre, también recién viudo, llamado Ingimundur (el actor Ingvar Sigurdsson) y en la forma en la que se aproxima a la pérdida. 

El vacío por el fallecimiento de su esposa se irá transformando en obsesión cuando se entere de que ella mantenía una relación extramatrimonial. Entonces la pena se transformará en rabia e ira y su furia trastocará su relación con todos aquellos que lo rodean, en especial con su nieta, la pequeña Salka. 

Un blanco, blanco día aborda el estereotipo del hombre herido que es incapaz de entender que no todo gira a su alrededor por mucho que se desviva por los demás. Su camino será tortuoso y muy introspectivo. El director contrapone esa cerrazón mental y ese bloqueo que sufre el protagonista a impresionantes paisajes abiertos que simbolizan la inmensidad y la pureza. La niebla blanca y densa también jugará un papel importante, como si cegara a Ingimundur y no pudiera ver más allá de ese manto que todo lo cubre. 

Si Oro blanco adquiere la estructura de una investigación privada, la del personaje de Inga y su progresiva toma de conciencia, Un blanco, blanco día toma derroteros que se sitúan cercanos al thriller de venganza. Las dos utilizan estas fórmulas solo como base, ya que lo importante es la descripción del ambiente y de la evolución interna por la que atraviesan Inga y Ingumundur. Al fin y al cabo, los dos quieren lo mismo, que la verdad salga a la luz.