VALÈNCIA. Una de las grandes preocupaciones de la pandemia ha tenido que ver con el cuerpo: ¿cómo demostramos afecto si no podemos utilizar los cuerpos con seguridad? ¿dónde queda el sexo, el placer? ¿cambiará nuestra forma de relacionarnos? Lo cierto es que la preocupación por el sexo como gran fuerza liberadora está presente desde hace siglos en nuestras sociedades. Ahora, la divulgadora sexual Noemí Casquet publica Zorras (Ediciones B), la primera parte de una triología en la que pretende explorar la dimensión casi mística del sexo en una época contemporánea en la que la tecnología, la inmediatez y el capitalismo lo domina todo. Con ella hablamos de cómo obtener y dar placer en estos Tiempos Modernos.
- Dices que el sexo es la herramienta de revolución masiva más grande que tenemos. ¿Por qué?
-Durante el sexo, perdemos el control durante segundos, minutos y horas. Por un momento dejamos de ser lo que quieren que seamos y empezamos a ser quienes realmente somos. El sexo es una herramienta de introspección muy poderosa: saber de dónde venimos y al lugar al que vamos. Creo que el sexo es una arma meditativa maravillosa si se emplea debidamente. Obviamente hay muchos tipos de sexo y hay gente que tiene un sexo más físico, únicamente por un placer superficial y eso está estupendo. Pero si pretendemos con eso tener un arma de revolcuion masiva, dificilmente lo consegirmos. En el sexo se puede profundizar mucho más hasta llegar a un punto en el que realmente tanto el espacio como el tiempo se pierda por completo y estés en el cosmos navegando por el universo. Para mí es eso el arma de revolución masiva a nivel personal. A nivel sistemático se nos ha ido gobernando mucho a través de la sexualidad, por eso el sexo sigue siendo tabú, porque no interesa que nos acerquemos de esa forma. La revolución que estamos viviendo a través del feminismo o a través de las orietanciones sexuales, relacionales o identidades de género... todo tiene que ver con esa sexualidad que engloba tantas cosas y nos define.
- A la vez que sucede esto, también dices que el sexo sigue en un lugar medio oscuro de nuestra sociedad. Dices que la consciencia es la enemiga de la manipulación.
-Sí, pero yo quiero llegar a todo el mundo, incluso a las personas que no entiendan el sexo de una manera tan mística como lo hago yo. Me refiero más bien a preguntarnos por qué hacemos las cosas que hacemos y por qué tomamos ciertas decisiones. Es decir, es constantemente estar haciéndote preguntas. Al principio te haces muchas porque actúas de una manera muy adoctrinada y casi sin darte cuenta. El sexo sigue siendo algo oscuro, tabú, algo medio pantanoso, porque no interesa que seamos dueños y dueñas del sexo. Y creo que, por ejemplo, a través del BDSM podemos meditar sobre los límites del dolor y del placer de nosotros mismos, del tantra por ejemplo. El sexo ofrece tantas cosas que no interesa verlo de una forma profunda y espriturial, sino de un modo superficial.
- Supongo que de todo eso hablará la trilogía que estás escribiendo. Ahora se publica el primer título, Zorras, que ya da buena cuenta de que el lenguaje nunca es inocente y, generalmente, además, es machista. Ese título es una reivindicación para asignar un nuevo significado a la palabra 'zorra', ¿no?
-Muchas mujeres me han dicho que no se sienten identificadas con ese título y que basta ya de llamarnos 'putas' y 'zorras' porque eso no empodera. Yo difiero de todo eso. Nos han llamado tantas veces putas, guarras y zorras que no tenemos que olvidar que las connotaciones negativas de ciertas palabras únicamente tienen esa negatividad si se refieren al sexo femenino. Lógicamente, 'zorro' no tiene el mismo significado que 'zorra'. Más bien, todo lo contrario. Cuando le quitamos poder a esas palabras y nos lo llevamos a nuestro terreno, te apartas de eso y vas de la indiferencia al poder máximo. Cuando le quitamos la connotación negativa, le quitamos la opción de insultarnos, de sentirnos vulnerables, de dejación hacia nuestro género. Es por eso que le puse ese título. La trilogía la tenía clara desde el principio porque soy muy organizada. Quiero que el mensaje -que es muy potente- se transmita de la mejor forma posible.
- Alicia, Diana y Emily son las protagonistas y son tres mujeres que deciden formar un club para cumplir sus fantasías sexuales, más allá de cualquier limite establecido. Siempre se corre el riesgo de que esas mujeres libres acaben reproduciendo algunos tics de las masculinidades más tóxicas. Imagino que has tenido cierto cuidado en que tus personajes no caigan ahí, ¿no?
-Lo he intentado pero no sé si lo he conseguido, yo creo que sí. A veces estas cosas las tenemos tan arraigadas que no nos damos cuenta. Tengo mucho camino por recorrer. Para mí es importante que, a través del emopoderamiento femenino, no se reproduzcan actitudes de masculinidades tóxicas. En muchas ocasiones, me doy cuenta en mi entorno, parece que las mujeres para ser poderosas hemos de tener actitudes de los hombres. En esta novela, las tres mujeres viven muchas experiencias sexuales y al principio es como todo muy loco. Pero evolucionará. La liberación parece que esté hipersexualizada.
- Alicia es una escritora con una vida tremendamente estable que parece estar enamorada y que, sin embargo, no es feliz. Mientras mantiene sexo con su novio ve una mancha de humedad en el techo y no puede dejar de concentrarse en ella. Parece que esa mancha es la metáfora perfecta de ese vacío existencial que vivimos, esa idea de Geert Lovink que habla en 'Tristes pos diseño' que es el tecnopesimismo y que intentamos esconder mediante el sexo.
-La presencia de la mancha en el techo es algo a lo que se recurre mucho a lo largo de la trilogía. A mí me gusta mucho recurrir a eso porque tiene significado profundo para Alicia. Ella parte de ese momento de vacío existencial y a partir de ahí crece. De algún modo, esa mancha es lo que podemos tener en nuestra sociedad. Vivimos en la cultura del 'aquí te pillo, aquí te empotro' y ahora está cambiando a consecuencia del Covid-19 porque hay miedo a lo que pueda pasar, pero hasta hace poco Tinder era un lugar maravilloso para quedar con alguien y acostarse. Yo no digo que esté mal eso, pero al final hemos acabado consumiendo cuerpos y masturbándonos con los cuerpos. Es decir, nos daba igual si esa persona pensaba o no. Sólo queríamos una lengua, unas manos y unos genitales para saciarnos. Creo que eso es algo que tenemos que romper porque está bien si lo haces de vez en cuando, pero por respeto a tu cuerpo y al de la otra persona, al menos, mirarle a los ojos, no sé. Tener un momento de conexión con otro ser humano que no está ahí sólo para satisfacer tus deseos ni es responsable de tu placer. Tenemos mucho miedo a la emociones y al amor.
- Hablando de satisfacer, el Satisfayer es un objeto que concita ahora tres conceptos muy actuales: la tecnología, el capitalismo, el feminismo.
-Como todo, tiene un lado bueno y un lado malo. El Satisfayer ha puesto en boca de todos -y nunca mejor dicho- al clítoris y todo el mundo habla ahora del clítoris y sabe que es el órgano de placer. Para eso ha servido y para ver a muchas mujeres hablando de la masturbación sin problema y sin tabúes. Eso nunca había pasado. Por otro lado, ha traído esa inmediatez que seguimos perpetuando: quiero una cosa y la quiero ya. Esto tiene que ver con el consumismo y el capitalismo feroz en el que vivimos. Somos muy poco pacientes y nos educan para no ser pacientes. Necesitas algo que tú compras con tu dinero para tener una satisfacción, cuando tienes tus propias manos para llegar a ese placer y sin tener que pagar nada y cuando quieras. Además, es ese orgasmo 'fast-food' que ahora parece estar de moda. Hay muchas personas que no sienten nada con el Satisfayer o no les gusta, o les causa incluso dolor. Y se sienten fuera de esta sociedad porque hay tanta revolución con el Satisfayer que se preguntan: 'Bueno, ¿estaré rota?'. Y eso jamás podemos pensarlo porque nunca se puede hegemonizar el placer. Cada cuerpo disfruta de una manera y hemos de descubrir qué es lo que nos gusta.
- Hablando de orgasmos: parece que sea la gran 'ballena blanca' para las mujeres, ¿no? Eso que hay que conseguir a cualquier precio. Y el otro día leía un artículo de Gabriela Wiener estupendo en el que decía que siempre había pensado que el orgasmo es una conexión con el más allá, como cualquier religión. Y recordaba también el caso de la performer María Llopis que contaba su afortunada experiencia con el parto extático, como suele llamarse al parto orgásmico. ¿Es el orgasmo la gran ballena blanca de la mujer y no disfrutar del viaje?
-Claro y, sobre todo, ¿de qué orgasmo estamos hablando? Es que yo creo que deberíamos plantearnos mucho la forma en la que follamos. Mira, un orgasmo es una descarga eléctrica provocada por una tensión acumulada y lo que nos da placer es una serie de contracciones musculares. Esa es la definición más básica. Pero yo quiero que nos fijemos en el concepto 'tensión acumulada'. Si queremos potenciar nuestros orgasmos y la tensión que hemos acumulado con el Satisfayer es de 30 segundos o de un minuto, pues tendrás un orgasmo potente pero no será gran cosa. Es decir, yo entiendo el orgasmo como un tirachinas o un cohete que te lanza a mitad del cosmos. Cuando yo orgasmo, entiendo el sexo como algo sagrado, como una forma de rezar. He pensado que me hace conectar con todos mis antepasados, con la tierra, con el universo y con esa luz que es la vida. Y, de forma momentánea, también con la muerte. Ese viaje creo que todos lo podemos encontrar. En mi caso siempre tuve orgasmos muy superficiales y me sentía muy mal si durante una relación sexual no tenía un orgasmo porque parecía que la otra persona no lo había hecho bien. Todo dependía de la otra persona y nada dependía de mí. Y eso no es cierto: la gran mayoría de las cuestiones cuando no tenemos un orgasmo depende de nosotras mismas y de nosotros mismos. Además, por supuesto, puede ser por motivos anatómicos u hormonales que deben ser revisados clínicamente. Pero también puede ser por un contexto externo: el estrés, la religión, la presión laboral, lo que nos han dicho que debería ser el sexo o, simplemente, que en ese momento no llegas y no pasa nada, está todo bien. Has disfrutado mucho del viaje. Ahora que tengo este otro tipo de orgasmos que yo llamo 'expandidos', joder, quiero que lo sepa todo el mundo y que entiendan que lo pueden conseguir también.
- La llamada literatura erótica tiene ya una cierta tradición en Estados Unidos pero también en España y Europa. Nombres como Megan Maxwell, Elisabet Benavent, J. Kenner, Sylvia Day, Samantha Young o Antolena Cilento son algunos nombres muy destacados. Pero tú dices que esto es algo más que literatura erótica o que más bien intentas revertir algunos tópicos de la literatura erótica. ¿Cuáles son?
-La literatura erótica es maravillosa y yo creo en la diversidad, es decir, no quiero que dejen de existir esos tópicos -tío fortachón y buenorro que te empotra contra la pared- pero sí quiero proponer otras cosas. ¿Qué pasa con la gente que no sólo nos gusta eso? Creo que el sexo siempre se nos ha presentado, a través de la literatura erótica, como algo un tanto superficial y para mí no lo es. Es algo profundo. En esta trilogía ellas encuentran ese camino hacia otro tipo de cosas. En toda la tradición de literatura erótica, incluso del Chic Lit, siempre se ha presentado cómo esas mujeres perpetúan estereotipos de belleza, de género o de actitud sumisa. Siempre hay una figura masculina que empodera y me he cansado: ¡nosotras podemos empoderarnos sin esa figura!. Las figuras masculinas son maravillosas y nos tienen que acompañar y adquieren mucha relevancia pero a mí no me empodera. A mí me empodero yo como figura femenina y masculina al mismo tiempo, porque tengo ambas energías y están en pleno equilibrio en mi interior. Es hacia eso hacia donde quiero llevar la trilogía.
- Además de ese sesgo de género, el sexo también es cultural y como tal, el sexo no es igual en todos los lugares del mundo. Diana, por ejemplo, es una mujer racializada.
-Diana es, para mí, la que tiene más peso dentro de la trilogía. Diana es una mujer negra y su cuerpo no es normativo, es una mujer gorda. Ella se siente acomplejada por ambas cosas. Yo soy una mujer blanca y delgada, es decir, nunca he tenido ningun tipo de discriminación pero sí me interesaba representar esto. Durante mucho tiempo las personas racializadas o con otras formas corporales se han visto fetichizadas e hipersexualizadas. ¿Cuántas veces no hemos escuchado: '¡Esta está gorda y es una cachonda que está desesperada!' o 'Las negras son una bestia en la cama'? Es la hipersexualización que a través de la figura de Diana se va descubriendo. Pero Diana pertenece a una clase conservadora y a una clase social alta, ha viajado mucho y ha tenido que experimentar esas primeras veces que una persona negra sufre la misma discriminación. La historia de Diana es muy interesante por todos esos contrastes.
- Finalmente, Noemí, haces una labor educativa o divulgativa a través de Tik Tok para impartir clases de sexo o tutorales para jóvenes. ¿Cómo crees es y será el sexo en época pandémica?
-Sí, tengo que retomar Tik Tok porque está teniendo un éxito maravilloso. Y mira que hablo de bollos y de barras porque la censura, amiga, todavía es algo que está muy presente. Yo divulgo, no soy sexóloga. El futuro me lo imagino con la 'teoría del muelle' en la sociedad, es decir, si tú comprimes un muelle lo máximo posible, cuando lo dejas libre, salta todavía más. Ahora mismo ese muelle se está comprimiendo muchísimo y tenemos miedo de tener relaciones sexuales. Pero esto que vivimos no es nuevo: el sexo lleva luchando con virus toda su existencia y estos no han tenido la mitad de la mitad de relevancia que está teniendo el Covid-19. Así que, por favor, sí, mascarillas es muy importante pero también el condón. Yo he firmado por unos nuevos años 20 y cuando pasó la gripe española después de una guerra mundial, llegaron los años 20. Obviamente, el efecto rebote fue la locura: se inventó el jazz, charlestón flecos, brillos y una revolución sexual interesante. Yo firmaría por lo mismo: después de la pandemia, por lo menos, quiero una bacanal y una orgía total con medidas de seguridad, pero sí una liberación consciente de la sexualidad y, por favor, que vuelva el jazz.