MURCIA (EP). Aproximadamente el 40 por ciento de las lesiones que se producen en el esquí son de rodilla, contando esguinces, luxaciones, rotura de ligamentos y menisco, y gran parte de estos incidentes se relacionan con la falta de preparación física, ya que "muchos esquiadores no hacen prácticamente ningún ejercicio o actividad física el resto del año", explica el director médico de Iqtra Medicina Avanzada, Ángel Villamor.
Por este motivo, especialistas recomiendan cuidar las rodillas durante el resto del año haciendo ejercicios que ayuden a fortalecer, tonificar y preservar la articulación sin dañarla.
La bicicleta estática sin resistencia y el sillín lo más alto posible, natación, ejercicios propioceptivos para potenciar la estabilidad y el equilibrio, estiramientos para prevenir el acortamiento muscular y tonificación muscular para equilibrar el cuádriceps, los isquiotibiales y gemelos son algunos ejercicios que recomendamos para que las rodillas estén a punto todo el año.
En este sentido, Villamor recomienda también fortalecer el core (faja central del sistema musculoesquelético), ya que es decisivo para darle estabilidad al resto del cuerpo y mantener el equilibrio, algo esencial en la práctica del esquí.
El especialista aconseja, de igual forma, extender estas sugerencias también a los que practican 'snowboard', quienes, además, deben prestar especial atención a sus muñecas, clavículas y hombros, que son las zonas más vulnerables cuando se trata de deslizarse sobre la nieve a bordo de una única tabla.
La postura que hay que adoptar sobre la tabla de 'snowboard' (pies paralelos y cintura girada casi 90 grados) complica el equilibrio y multiplica la incidencia de caídas y accidentes que se traducen muchas veces en fracturas de clavícula, luxaciones de hombro y lesiones de muñeca y codo; frecuentemente fisuras y fracturas óseas. Estas zonas son las que reciben los impactos con mayor intensidad al caer o chocar practicando 'snowboard'.
Por otro lado, el doctor explica que pasar frío genera una incomodidad que hace difícil la práctica de cualquier actividad, por lo que hay una tendencia a abrigarse en exceso para hacer deportes de invierno, aunque también existe el caso opuesto: el calor corporal que se genera cuando al hacer ejercicio repercute en una falsa sensación de seguridad que lleva a ir más ligero de lo debido.
Ambas conductas, según advierte Villamor, tienen sus riesgos. La primera incrementa la sudoración, acelera la deshidratación y puede causar mareos, desmayos y fatiga. La segunda, por otro lado, se traduce en hipotermia e, incluso, principio de congelación, ya que el efecto anestésico que produce la congelación que pase desapercibida en sus inicios.
Por ello, remarca que en alta montaña es fundamental vestirse con prendas transpirables que evacúen el sudor y mantengan la temperatura corporal en torno a los 37 grados. Asimismo, es necesario proteger las manos, los pies, las orejas y la cabeza, ya que son las zonas que pierden calor con más rapidez cuando la temperatura ambiental baja, un proceso que sucede aún más rápido si sopla el viento.
Con todo, los deportes de invierno se practican en un entorno con escasa humedad ambiental como es la alta montaña, lo que hace que el proceso de deshidratación se acelere más de lo habitual.
La deshidratación, como explica Villamor, es un proceso que empieza antes de que se note la sensación de sed, perjudica el rendimiento deportivo y esto a su vez incrementa el riesgo de lesión por la aparición precoz de la fatiga y la falta de reflejos.
En ocasiones, tardan en presentar síntomas, lo que puede retrasar la visita al médico y empeorar notablemente el pronóstico.