MURCIA. El año se agota; la música, en cambio, no. Bendita sea, porque sin ella no sé lo que haría, y supongo que a muchos de vosotros os ocurre lo mismo. Si música no soy nadie. Eso lo sé desde antes de haber aprendido otras cosas que también son fundamentales. La música es el combustible. Soy fiel a las canciones, los discos y los artistas que me han ayudado a mantener el equilibrio durante décadas, pero no quiero dejar de introducir nombres nuevos en la lista. No es necesario que, a la postre, los recién llegados resulten tan fundamentales como esos clásicos que descubrí siendo un joven confuso o un adulto con grietas. Con que resulten fundamentales me conformo. Conocerlos, saber que están ahí y volver a ellos cuando sea necesario. Tampoco hace falta enamorarse de un álbum completo ni de un artista o su carrera, ya no. A veces sólo necesito una canción a la que querer, un vínculo que me conduzca a un disco o a un nombre propio. Siempre habrá música para llenar vacíos y para subrayar momentos felices. Me resulta mucho más apetecible compartir en estas playlists a artistas o discos nuevos o novedosos. Los lectores más jóvenes no necesitan mis selecciones, pero espero gente de generaciones más cercanas a la mía puedan encontrarlas interesantes.
Sorry es uno de esos grupos nuevos que hasta ahora sólo han publicado singles. El álbum parece que llegará con el 2020. Las dos canciones que he escuchado de ellos me gustan mucho. Normalmente, me fijo en la música porque, bien me recuerda a cosas que ya he escuchado sin que por ello me suene a repetición, bien porque me suena a nueva. Sorry me recuerdan a una cosa distinta con cada canción. En la canción que he incluido en la playlist me suenan a The Kills. Me gustan mucho las mujeres que cantan como si te estuvieran desafiando y con Sorry ocurre eso. Jamila Woods es una de esas voces negras que parecen predestinadas a hacer grandes cosas. No es una innovadora pero hace un soul que suena contemporáneo. Tiene algo. El disco al que pertenece esta canción es una celebración del talento negro. Cada canción lleva el nombre de un artista y esta se llama ‘Eartha’ por Eartha Kitt, a la que idolatro desde que me la descubrió Marc Almond. ‘In The Wonder’ de A A Bondy está sumergida en un tipo de melancolía que me fascina. Crepuscular otoñal, o sea, para mí the real McCoy, que es una expresión coloquial que aprendí de Siouxsie y que más o menos quiere decir “lo que mola de verdad”.
Los violines acelerados me encantan. Y esta canción del multiinstrumentista Kishi Bashi empieza así. Es un músico que ha colaborado con Of Montreal, con varios discos en solitario. Es muy recomendable su epé de versiones., pero este ‘Summer of 42’ es uno de esos regalos que hay que hacer a los amigos que necesitan canciones así para coger aire. Bobby Oroza, ni idea de quién es. Me fascina esa idea de escuchar una canción que me gusta mucho y negarme a investigar sobre su autor. No buscarlo en Google, no buscar sus vídeos. Quedarme solamente con esa canción, quizá con alguna otra, o con el disco entero. Pero no indagar, al menos de momento, sobre él. Que imperen la intriga y el misterio. Por lo demás, decir que hace soul pop al estilo años sesenta pero sin invocar un espíritu concreto. Me gusta mucho la gente que, como, Oroza o Nick Waterhouse, hace eso. Son como personajes extraviados en el tiempo pero sin interpretar el –para mí siempre cargante- personaje entregado en cuerpo y alma al revival. Shana Cleveland canta baladas que podrían enamorar a David Lynch. Y Sacred Paws es un dúo británico que hace postpunk como lo hacían los grupos ingleses de finales de los setenta donde había un alto porcentaje de mujeres, como Delta 5, The Raincoats. Tienen ese aire entre inocente y primitivo que a mí me puede.
Lloyd Cole entre sintetizadores es tan maravilloso como Lloyd Cole entre guitarras acústica so eléctricas. ‘Violins’ está embadurnada por la melancolía de los secuenciadores de Kraftwerk y escuchar esa voz entre explosiones polifónicas es un pequeño placer que puede conllevar grandes momentos privados. Cole, además, tiene ese plus del que gozan los resilientes. Sigue ahí, hace lo que quiere, tiene cosas que decir y suele plasmarlas muy bien. Es libre, no vive encadenado a su propio cliché. Este verano le leí esta declaración: “A medida que nos acercamos al final de esta década, la mayoría de mis héroes están muertos. Y yo sigo intentando ser un héroe para alguien, en alguna parte”. Para mí, por ejemplo. Faye Webster hace country, pero esta canción es casi hip hop y además incluye un rap. Así que no, Faye no hace el country que a mí me produce picores en la espalda, sino un híbrido derivado. Algo digno de ser tenido en cuenta en esta época en la que ya no se tiene en cuenta nada porque se tiene en cuenta todo. Con Sandro Perri me pasa como con Bobby Oroza. No sé quién es. Pero esta canción y el álbum del cual proceden me gustan mucho. Siento una atracción natural e irreprimible por artistas que son capaces de hacer canciones tan sencillas y bonitas que logran que cualquier otra consideración te parezca secundaria. Y para cerrar, un favorito de esta casa. Steve Mason. Todo lo que hace Mason me gusta. A principio de año sacó un álbum estupendo en el que retomaba el sonido orgánico producido por una banda. En su nuevo epé vuelve a darle más prioridad a la electrónica. Haga lo que haga, Mason es Mason. Y la música nunca se agota y se queda con nosotros mientras vemos pasar el tiempo a tanta velocidad.
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