MURCIA. José María Martínez Selva, además de uno de los nuevos articulistas de Murcia Plaza, es catedrático de Psicobiología en la Universidad de Murcia, donde también imparte docencia de Psicofisiología y Psicología Fisiológica. Tras publicar varios títulos en el ámbito de la psicología divulgativa, como Celos, claves para comprenderlos y superarlos, La psicología de la mentira, Estrés laboral, Psicología de la Soledad… Ahora, se ha sumergido en el mundo de la ficción con El Espejo de Seda.
El profesor y psicólogo ilicitano cuenta a Murcia Plaza los entresijos de su novela, con el fondo de los orígenes de la industria sedera, y la opinión que le merece como profesional la situación traumática que hemos y estamos viviendo.
-Psicólogo y catedrático de Psicobiología... ¿cómo nace El Espejo de Seda?
-Siempre he tenido una gran pasión por escribir y tenía la necesidad de narrar una historia, digamos más larga e importante. Además, me parecía importante contar una historia actual del siglo XXI, pero que incluyera la historia de la industria de la seda, tan importante en Valencia y en Murcia, algo ya casi olvidado y desconocido. Sobre este fondo de los orígenes de la seda se desarrolla un entramado de intriga y enredo con una investigadora como protagonista.
Además, la edad de los personajes abarca la treintena, desde finales de la veintena a principios de los cuarenta, que creo que es una edad muy crítica. La etapa en la que ya has pasado la formación, los estudios, y son los primeros años de carrera profesional, donde las decisiones que se toman pueden determinar el futuro. También, es una época de relaciones sentimentales intensas, las primeras parejas, los primeros hijos, las primeras separaciones o divorcios…
Escribir este libro es una experiencia que me ha llevado mucho tiempo, entre escribirlo y documentarme para ello. Lo terminé en 2016. Espero, como todos los escritores, que se lea y que guste.
-No es excesivo el tratamiento de la psicología de los personajes, no ha sido una de las cuestiones determinantes de la historia. En la protagonista principal sí que se aprecia de alguna manera, pero se trata más de analizar sus cambios a raíz de lo que le sucede y de las relaciones que tiene. Salvo algún detalle en este personaje, no se aprecia un análisis psicológico profundo en lo general de la historia.
-El trabajo del investigador guarda una serie de estereotipos, uno de ellos es que se trata de una persona muy encerrada en su trabajo y con poca vida más allá. ¿Cómo se plasma en su novela?
-Tanto la protagonista como algunos de los personajes principales son investigadores, y en algunos se ve que el trabajo no les permite la dedicación que quisieran a otras facetas o la familia. Así, se refleja que, a veces, la plena dedicación al trabajo determina que se tomen decisiones que al final no son acertadas. El trabajo del investigador es largo, con muchos obstáculos, no siempre suficientemente recompensado, muy difícil y supone sacrificar otros aspectos.
-En la novela también aparecen otros “mundos”, como la política…
-Uno de los aspectos interesantes de la novela es el choque de lo que llamamos mundos paralelos. Nosotros en nuestro día a día saludamos al vecino, a los que conocemos, pero no sabemos qué pasa con sus vidas, a lo mejor llevan a cabo actividades ilícitas o están atravesando una etapa difícil. A veces, estos mundos chocan y este encontronazo no es nada agradable. En este caso, por una parte, tenemos el mundo de la investigación y, por otra, el de la administración, el mundo de la política y de la corrupción… Aunque a lo mejor el 90% de las personas no tengan relación ni con la delincuencia ni con la política, en algún momento determinado estos mundos se encuentran y, de esta manera, lo hacen en la novela investigación y política, delincuencia y justicia… Las historias se cruzan y surgen dilemas derivados de estos choques entre distintos mundos.
-¿Qué destacaría de El Espejo de Seda?
-He querido contar una historia con distintas personas, donde hay crítica, intriga y la vida profesional se entrelaza con la historia de la industria de la seda, por lo que hay ciertas metáforas del nacimiento de esta industria y de su casi desaparición. Sin embargo, no deja de ser una historia que cuenta circunstancias de una vida corriente, una historia que puede interesar y, además, dar a conocer un aspecto de nuestra historia casi olvidado: la importancia de la industria sedera.
-Antes había escrito varios títulos divulgativos sobre psicología aplicada a la vida cotidiana. ¿Cree que conocer algo más sobre psicología nos puede ayudar?
-Yo creo que sí. Los libros que he escrito anteriormente de este tipo son básicamente sobre conocimientos de psicología aplicables a la vida diaria. En general, yo creo que la psicología tiene mucho que aportar y lo que yo intento es llevar el conocimiento científico de la psicología a la vida diaria, de tal manera que no se convierta en una divulgación al uso que pueda hacer todo el mundo, sino en algo más cercano a la investigación actual.
-Como psicólogo, ¿cómo cree que repercutirá las circunstancias actuales a nuestro estado psicológico futuro?
-Estamos hablando de meses o incluso de años, es una situación de estrés muy intensa y en algunos aspectos se puede comparar a una situación de guerra. La situación tan excepcional y extrema que nos ha tocado vivir vendría a afectar especialmente a aquellos que lo han sufrido directamente, a los que han padecido la enfermedad, a los que vivan las consecuencias y, por el miedo y la incertidumbre, a los sanitarios, que están en unas circunstancias de verdadero estrés. Se puede comparar, por el hecho de que las consecuencias durarán años, a una guerra o una situación de penuria alargada. No obstante, por otra parte, es evidente que estamos en una situación mucho mejor porque hay servicios básicos garantizados, medios de comunicación, internet, etc… Pero, sin duda, hay secuelas psicológicas de un estrés duro, que con los medios que tenemos se pueden atender.
Además, algo que me llama mucho la atención como psicólogo es la falta de contacto directo, la privación de acercarnos a los demás. Esto es algo muy característico porque el ser humano está hecho para abrazar, tocar, besar… Pese a estas dificultades, las secuelas psicológicas no creo que sean insuperables.
La situación que estamos viviendo se puede comparar, por el hecho de que las consecuencias durarán años, a una guerra o una situación de penuria alargada
-Y en el plano educativo, ¿cómo cree que afectará?
-Va a depender de cómo se haga y cuánto dure. Estamos aprendiendo tanto docentes como alumnos. Los padres están en una situación muy difícil también porque tienen que elegir y se ven en una tesitura complicada. Si se prolonga, digamos algunos años, sí podría producir cierto retraso, dificultades en las relaciones interpersonales, pero si se atiende bien, se superará. La experiencia de psicólogos que han trabajado con niños que han atravesado situaciones mucho más difíciles y en etapas más complicadas dice que con la ayuda adecuada han conseguido superarlo y se han desarrollado con normalidad. Puede haber consecuencias a corto y medio plazo, pero a largo plazo, si se presta la atención y medios suficientes, se recordará como algo lejano que se superó.
-A modo de reflexión general sobre las nuevas formas de comunicarnos y relacionarnos, ¿cree que las nuevas tecnologías influyen o han cambiado nuestra manera de establecer relaciones?
-Influye para bien en unos casos y para mal en otros. Tenemos medios para comunicarnos en cualquier momento y desde cualquier sitio, y eso es interesantísimo para recuperar amistades, entablar nuevas, comenzar relaciones, incluso, para trabajar. Sin embargo, hay aspectos de la comunicación cara a cara que son imprescindibles y necesarios, y requiere otras habilidades como la comunicación no verbal, las distancias…
En las relaciones virtuales se produce una pérdida y un déficit de comunicación, se escapan noticias, y posibilidades de interacción. Ahora mismo, por las circunstancias, vamos hacia algo mixto, donde utilizaremos las capacidades de las nuevas tecnologías combinadas con el contacto directo, algo insustituible, y cualquier desequilibrio es malo, no podemos renunciar ni a una cosa ni a otra.