MURCIA. La escritora y periodista Marta Robles será la encargada de inaugurar este jueves, 13 de agosto, el ciclo de literatura Mares de papel en Mazarrón, que se desarrollará en el nuevo espacio cultural Mirador de Bahía (21.30 horas). Allí conversará con los asistentes sobre su última novela, La chica a la que no supiste amar, un duro relato que destapa la trastienda de un grave problema social que corrompe nuestra sociedad: la trata de mujeres para su explotación sexual.
La galardonada escritora madrileña, tanto en su faceta periodística (TP de Oro, dos Antenas de Oro, dos de Plata, Woman de Oro, Premio Nacional de Comunicación…) como de escritora (Premio Fernando Lara por Luisa y los espejos, Aragón Negro por La mala suerte…), cuenta a Murcia Plaza algunos de los entresijos de su última novela y reivindica la denuncia social en la novela negra.
-Esta nueva novela, La chica a la que no supiste amar, lleva implícita una denuncia de la trata de mujeres, ¿cree que existe una suficiente concienciación sobre este tema?
-La novela lo que refleja es la trata de mujeres con fines de explotación sexual -no es exactamente lo mismo que la prostitución-, concretamente la trata de mujeres nigerianas, que son el más bajo escalón de la trata dentro de nuestro país y casi de todo el mundo. Evidentemente, hay una denuncia social dentro de la novela, pero sobre todo para concienciar de que todas esas chicas, que están en clubes de alterne y que todos sabríamos situar cerca de donde vivimos, son esclavas y que no ejercen la prostitución de manera voluntaria.
De alguna manera, la sociedad es cómplice porque, aunque es un proxeneta el que las lleva allí, si no hubiera un abogado que les hiciera un contrato, un banco que les guardara el dinero, un policía que hace la vista gorda y toda una sociedad que conoce el problema y no hace nada, y, evidentemente, si no hubiera puteros, no habría demanda de mujeres explotas. Además, es importante que esta reflexión se haga desde el punto de vista masculino porque muchas veces las mujeres sí nos preocupamos de los problemas que sufren estas víctimas de esta lacra tan grande, pero los hombres deben hacer un acto de constricción porque en este caso son parte del problema.
-Y, teniendo en cuenta lo delicado del tema, ¿se hace una distinción clara entre buenos y malos en los personajes?
-Hay una doble lectura en todos los personajes, porque desgraciadamente todos tenemos una parte de bien y de mal dentro de nosotros, aunque evidentemente no tenemos el mismo porcentaje. Muchos personajes de esta novela podrían formar parte de nuestra realidad habitual, ese señor tan simpático que se lleva tan bien con su mujer y luego resulta ser un putero que contribuye a la trata y no le importa demasiado. Como digo, gente muy normal que en su trastienda no lo es tanto. Al final, los asesinos, violadores o proxenetas no tienen cara de serlo. Muchas de las personas con las que compartimos la vida tienen una trastienda muy turbia y, además, no le dan importancia a lo que hacen porque lo banalizan.
-Mis novelas son novelas de denuncia, novelas negras; la novela negra nació con la vocación de señalar las corrupciones del Chicago de los años 20. Mis novelas no es que estén pegadas a la realidad, es que aprovecho estas novelas, en un paso más allá de las policíacas, para denunciar los problemas que acucian nuestra sociedad. Ahora las novelas negras hablan del mal en la sociedad, ya no son las novelas policíacas de antes. Además, con esta novela, deseo hacer ver, aparte del problema de la trata, una reflexión sobre el amor, la amistad, las familias.
-De esta novela policíaca de antes, ¿hay algún tópico que deteste?
-La novela policíaca me gustó mucho en su día, pero había algo que acabó por cansarme muchísimo y era que los protagonistas siempre eran de un estrato alto de la sociedad y el malo era siempre el de una clase inferior.
¿Qué papel juega el espacio en esta novela y también en las anteriores?
-El espacio es fundamental, hay algunos que crean su propio espacio como García Márquez en Macondo, pero a mí me gusta hacerlo en lugares que los escritores puedan reconocer. En este caso, podría haber sido cualquier otro lugar porque España está repleta de lugares de alterne; sin embargo, elegí Benicassim y Castellón porque tienen unos encantos muy desconocidos y me gusta comparar el brillo y la belleza con esa parte oscura y fea; así se resalta más el contraste. Castellón y Benicassim tienen un punto de decadencia y el espectro del color de la música, que tiene allí tanta influencia, congenia muy bien con la pasión por la música de mi personaje.
¿Cómo ha sido la documentación previa a escribir la novela?
-Entrevisté a cinco mujeres nigerianas víctimas de trata, edité El proxeneta de Mabel Lozano, he leído informes policiales, una tesis doctoral del viaje de las nigerianas… Han sido muchas horas de trabajo. A la hora de contar esta historia me parecía que tenía la responsabilidad de documentarme exhaustivamente para poder hablar de algo un tema así. Me di cuenta de que quería abordar un tema muy preciso: la enfermedad dentro de la trata.
En nuestra sociedad se piensa que son mujeres de otra clase y son exactamente igual que nosotras. Nadie había hablado de la enfermedad en víctimas de trata y se sienten realmente solas, parece que es parte de su suerte lo malo que les pasa. El cáncer de mama es una tragedia para cualquier mujer que lo sufre, pero muchas se salvan hoy día y cuentan con su familia y los médicos; sin embargo, estas mujeres se convierten en material inservible para la prostitución y acaban siendo asesinadas. Precisamente, lo que persigo con esta novela es que se vea a estas mujeres como al resto y que seamos conscientes de la terrible soledad y desamparo en el que viven.
-Ahora lleva un tiempo inmersa en la novela negra, aunque comenzó con la no ficción y ha estado en otros géneros, ¿dónde le gustaría quedarse?
-Llevo toda mi vida escribiendo. Publiqué por primera vez en 1991 y empecé con la no ficción, que tenía más que ver con mi día a día como periodista. Después, me sumergí en ficción en 2001 y hace cuatro o cinco años cogí la novela negra. De hecho, gané el premio Fernando Lara con un libro que no era novela negra y mezclaba lo fantástico y lo histórico, Luisa y los espejos. Yo no me pongo limitaciones, ahora estoy con un proyecto que no tiene que ver con el género negro.
-¿Su profesión como periodista interfiere en su faceta de escritora?
-Quise ser escritora antes que periodista, me convencieron de que tenía gran capacidad para la comunicación y cuando empecé estudiar se me metió el veneno del periodismo en las venas. Si alguna vez me dedico solo a la literatura, no dejaré de ser periodista, seguiré teniendo esa vocación por cambiar el mundo. Ser periodista no significa ser escritor y ser escritor no significa ser periodista. El periodismo o nuestra manera de escribir condiciona un poco para bien la manera de escribir novela, porque tendemos a traducir hasta el mínimo detalle para el lector. A veces, en las novelas tenemos que hacer un ejercicio de contención en ese sentido. Ser un buen periodista es igual de grande que ser buen escritor, no hay mayor mérito en una que en otra faceta.
¿En qué momento decidió sumergirse en la ficción?
-Desde pequeña y adolescente me presentaba y ganaba concursos literarios. Cuando comencé a publicar no ficción, porque realmente he escrito siempre, ya había estructura de novela. La decisión de empezar con la ficción vino porque sentía que era el momento, me veía más preparada y, fundamental, tenía algo que contar. Precisamente a colación de esto, hay algo que dice un personaje de uno de mis libros, A menos de cinco centímetros, un escritor al que le preguntan qué hay que hacer para que una novela sea buena y responde: “Escribir una mala novela es muy difícil y escribir una buena novela es un milagro, la diferencia solo está en la emoción”. Quiero decir que la cuestión está en tener algo que contar y de una manera personal. La historia llegó a mí. Las once caras de María Lisboa fueron unos relatos de mujeres, por cierto bastante pioneros -al menos en España-; historias que contar y con una manera muy personal de hacerlo.
-¿En qué va a consistir su participación en Mares de Papel, en Mazarrón?
-Lo que vamos a hacer es conversar, no es una ponencia. Será un conversatorio en torno a esta última novela y sobre todo lo vivido y lo humano.