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TIEMPOS POSTMODERNOS / OPINIÓN

Las consecuencias económicas del coronavirus

Los efectos de la epidemia nos muestran la elevada dependencia que tenemos unos países de otros 

9/03/2020 - 

Hace ahora justamente un siglo, entre 1917 y 1919, el mundo se enfrentó a la peor pandemia de la historia. La que debería haberse denominado “gripe de las trincheras” pero que ha pasado a la historia (la leyenda negra, una vez más) como la “gripe española”, fue un episodio especialmente grave de gripe no sólo por su elevada mortandad, sino por la edad de las víctimas, la mayor parte de ellas jóvenes. Como es sabido, al coincidir con la Primera Guerra Mundial, o bien se originó en los propios campos de batalla o se aceleró su propagación por ello, al encontrase con miles de personas exhaustas y con bajas defensas debido a la falta de descanso y al estrés. Los movimientos de población relacionados con la guerra y su final, contribuyeron a su expansión. Al ser España un país neutral, en la prensa se informó sin censura sobre la gravedad del episodio en 1918, mientras los contendientes guardaron silencio. Ello explica el nombre que se le asignó.

Nada más lejos de mi intención que relacionar la gravedad de aquel episodio con la del actual coronavirus Covid-19. Sin embargo, a pesar del tiempo transcurrido y de vivir en una sociedad donde disponemos de acceso a mucha información sobre el tema, los ciudadanos nos sentimos igualmente indefensos. El mundo globalizado y la elevada movilidad que tenemos hoy en día hace que se hayan dado condiciones que han facilitado la propagación. Ello no es sino un reflejo de los efectos económicos que la pandemia va a tener sobre la economía mundial, que se deben, por un lado, al aumento de la incertidumbre sobre el alcance que vaya a tener la enfermedad y, por otro, no menos importante, a que la arquitectura del sistema económico en el que nos movemos se basa en una serie de interrelaciones que se quiebran cuando un país del tamaño y la importancia de China se para durante unas semanas.

Por lo que se refiere al aumento de la incertidumbre, el primer efecto que tuvo la epidemia, una vez salió de las fronteras de China y se extendió a los países avanzados, fue una caída generalizada de las bolsas. Esa primera respuesta es el efecto directo de ajustar las previsiones (de ventas, ganancias, exportaciones, producción, etc.) ante la nueva situación. Lentamente, la caída se está ajustando. No obstante, algunos sectores, los relacionados con el transporte y el turismo, por ejemplo, desde hoteles a compañías aéreas, serán los que más tarden en recuperarse. 

La incertidumbre, sin embargo, no explica la revisión de las previsiones de crecimiento mundial que acaba de publicar la OCDE. En dicho informe plantea dos posibles escenarios: en el primero, donde es posible contener la expansión, la caída del PIB mundial sería de un 0.5% en este año 2020; en el segundo, no sería posible contener la expansión del virus y el PIB mundial caería 1.5%. Ambos escenarios suponen una caída en la demanda en China y Hong-Kong del 4% el primer trimestre de este año y un 2% en el segundo. Sin embargo, en el escenario positivo, el precio de las materias primas y las bolsas caerían un 10%, mientras que, de extenderse en Asia y por el resto del hemisferio norte, esta caída sería del doble, con descensos en la demanda en todo el mundo. En ambos casos, los efectos quedarían absorbidos durante 2021. 

Por tanto, estaríamos enfrentándonos a un fenómeno que, por su carácter imprevisible, supone un shock sobre la economía mundial. Son dos los canales a través de los cuales generaría menor crecimiento económico. Las medidas adoptadas en China (y que están también extendiendo otros países) han supuesto cuarentenas, restricciones al transporte y cierre de lugares públicos. Desde el punto de vista de la oferta, se ha producido el cierre temporal de empresas, cortes en la provisión de servicios e interrupciones en las cadenas globales de producción. Por lo que se refiere a la demanda, la pérdida de confianza de los consumidores ha llevado a gastar menos, suspender viajes de turismo y negocio, cierres de centros educativos y de entretenimiento. 

Lo que explica las repercusiones del coronavirus sobre la economía mundial es el lugar prominente que China ocupa en las denominadas cadenas mundiales de valor. Hoy en día, muchos productos, sobre todo los más complejos, están formados por componentes cuya producción se distribuye entre varios países. Ejemplos paradigmáticos son los aviones Boeing o el iPad, cuyas piezas proceden (casi) de los cinco continentes. China está ahora plenamente integrada en la economía mundial: representa el 17% del PIB mundial (algo mayor que Estados Unidos o la UE), el 10% de la inversión extranjera o de los turistas. Sus importaciones de aluminio o de cobre superan el 50% del total mundial, siendo también uno de los mayores importadores de caucho o de petróleo. En la Figura 1, se muestra la importancia de las interdependencias mundiales respecto a China en dos sectores: electrónica y ordenadores, y equipamiento de transporte. En el primero, situado a la izquierda y en azul, China genera el 27% del valor mundial de este sector, seguida por Estados Unidos con un 20% y la UE con un 18%. Pero, además, las flechas negras indican dependencia de las importaciones y las verdes dependencia en las exportaciones de cada uno de los países respecto a China. Por ejemplo, para la UE, un 14% de nuestra producción en el sector depende de lo que importemos de China, así como un 4% de nuestras importaciones. En Estados Unidos la dependencia es aún mayor, sumando (entre exportaciones e importaciones) casi un 30%. Algo semejante ocurre en el sector de los vehículos de transporte (esquema de la derecha). Como ya estamos viendo estos días, la falta de piezas para la producción de algunos vehículos empieza a obligar a detenerse a algunas plantas de fabricación de automóviles en España, con la consiguiente pérdida de jornadas de trabajo y salarios.

Figura 1: Cadenas de oferta globales: Ordenadores y electrónica, equipamiento de transporte. 2016. Fuente: OCDE (2020)

La conclusión de este análisis no debe ser ni el miedo ni la desconfianza, sino el reconocimiento, como en casi todo, de que compartimos un planeta en el que las relaciones de dependencia entre los países son mucho más profundas de lo que pensamos. La economía mundial se encontraba ya debilitada y era vulnerable antes del coronavirus. Con el fin de que este shock no lleve aparejada una recesión, donde sabemos que sufrirán especialmente los más débiles, las soluciones no deben ser individuales. Las respuestas, en momentos de crisis, deben ser coordinadas y así se está haciendo en general. En la UE tenemos instituciones acostumbradas a cooperar y será necesario hacer un esfuerzo conjunto para facilitar la vuelta, lo antes posible, a la normalidad. 

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