MURCIA. Estamos al borde del peak tv. Algún día tenía que pasar. Analistas y espectadores cada vez lo ven más cerca. Unos no creen que haya tanto negocio para tantos agentes y los otros no tienen capacidad económica ni tiempo suficiente para verlo todo. Para finales del año 2020 a buen seguro surgirán algunas víctimas, nuevos aliados a los que no les quedará más remedio que sumar esfuerzos y también algún que otro superviviente.
En estos momentos, solo en Estados Unidos, desde el pasado uno de noviembre Apple TV ha lanzado su nueva plataforma bajo demanda con contenidos originales, aunque todavía escasos (y muy a golpe de talonario, al viejo estilo Hollywood). Doce días después de este mismo mes ha sido Disney, con su nueva marca Disney +, la que ha unificado todas sus franquicias, hasta ahora diseminadas en otras plataformas o televisiones. Con ello, vuelve a sus manos todo el catálogo de Disney, Pixar, la factoría Marvel, Star Wars y National Geographic. A la par, HBO acaba de anunciar una subida de tarifa, mientras que Amazon sigue creciendo y acaparando premios con productos menos inflados en cuanto a gasto y tremendamente efectivos, como la multipremiada Fleabag, La maravillosa Sra. Maisel, Transparent o The Boys.
Ya se detectan los primeros efectos: por primera vez en su historia, Netflix, con 158 millones de abonados en todo el mundo, y la única que vive únicamente de sus suscriptores, ha visto decaer el número de abonados en Estados Unidos. A lo único que se puede agarrar para mantener su enorme club de fans es al continuo goteo de contenido nuevo, cada vez más difícil de visionar por un espectador que si continúa encontrando catálogo pendiente de ver cada semana, probablemente no se desanime a abandonar su barco. Para la compañía dirigida por Ted Sarandos, ese ahínco de renovar su catálogo hasta la extenuación supone una inversión anual cada vez mayor. En 2019 Netflix ha invertido más de doce mil millones de euros en obras audiovisuales, un problema cada vez mayor para su balance de resultados, y en consecuencia, para la ralentización de su crecimiento económico. No sería de extrañar que en algunos meses veamos cómo Netflix hace lo mismo que HBO y sube tímidamente la tarifa sin que se note demasiado en la mente del suscriptor. Sin embargo, ni Netflix, ni Amazon, ni HBO (también con menos catálogo que Netflix pero con buen margen de acierto y ese “aura” de televisión de calidad que continúa manteniendo) van a sufrir tanto como los, para mí, algo ingenuos recién llegados.
Con el estreno de Disney+, la prestigiosa franquicia sufrió ya su primer día graves problemas técnicos y, por tanto, un colapso para sus clientes. Primera bofetada en la cara: no se trata solo de tener buen contenido, estúpido. La tecnología digital, el peer to peer, también tiene que estar perfectamente ensamblada. Luego está la discutible creencia de que con un catálogo para nostálgicos, la compañía atraerá grandes cantidades de suscriptores. Desde luego no será mi caso. Suficiente Disney tuve en mi infancia; en segundo lugar, no tengo apego alguno a la saga Star Wars; ni tampoco tengo tiempo para volver ver las grandes joyas de Pixar. Y si lo hiciera, desde luego sería a través de los DVDs que en su momento ya les compré. Para añadirle algo más de interés a una oferta que no es más que una librería, Disney+ promete una nueva serie de Star Wars, producida a base de inflados presupuestos que no les aseguran nada, como ya le ocurrió a Netflix con su oferta de series de Marvel (y así de mal terminaron). Se evidencias las dudas del propio gigante ya solo con la oferta en su precio de arranque, mucho más baja que las de sus fuertes competidores.
Lo mismo le ocurre a Apple TV, el otro grande que apuesta porque, como le compramos sus móviles y sus ordenadores (existen más de 1.300 millones de dispositivos Apple activos en el mundo) y somos fieles a su marca, nos vamos a tirar de cabeza a su suscripción, de nuevo con títulos de estreno (por ahora) que solo aportan contratos millonarios con estrellas consagradas y poco más.
Craso error. Llevo siendo usuaria de Apple en computación y telefonía desde 2006, sus portátiles y móviles me han dado un resultado excelente y continúo siendo leal a su tecnología. Pero no me interesa absolutamente nada su nueva serie, The Morning Show, con una Jennifer Anniston recauchutada y una Reese Witherspoon, interesante en Big Little Lies, pero que han costado una millonada a la producción. Esos no son los mimbres necesarios como para que me suscriba a su plataforma. Son únicamente malas costumbres heredades del cine de Hollywood que no aportan (ni aportaron) valora añadido a la ya sobresaturada oferta que dispone el público.
Entiéndanme. Ya estoy suscrita a cuatro plataformas. Por mucho que se empeñen, mi bolsillo no puede contratar más, como tampoco puede contratar los paquetes de Movistar+ o Vodafone con televisión, que me agregarán múltiples canales live pero que poco me aportan o únicamente veo en piezas cortas de vídeo a través de las redes sociales, y solo cuando son lo suficientemente virales para que lleguen hasta mí. Si yo, que entre otras cosas escribo de series profesionalmente, no puedo más que con cuatro plataformas (tanto a nivel gastos mensuales como a nivel de tiempo), ¿cómo será la vida de los hogares que tienen un horario de oficina, una hipoteca, gastos por hijos y apenas tienen una hora cada noche para ver algún contenido?.
Mientras tanto, plataformas como Amazon están logrando brillar con menos inversión en su catálogo, productos más humildes, de calidad (o con mayor índice de acierto), y con un objetivo distinto al de Netflix: desviar clientes y hacerles más atractivo el servicio Prime.
En resumen: es complicado que Nefflix o Amazon pierdan el liderazgo con la llegada de Disney+ y Apple, que ni de lejos alcanzarán las cifras de suscriptores de los primeros. Lo que sí que es obvio es que para el espectador común, tanta oferta será un auténtico galimatías ¿A cuántas plataformas serán capaces de abonarse? ¿Dos? ¿Cuatro, para los bolsillos más holgados? Tampoco se debe olvidar que todas ellas dan opciones simples para cambiarse en un par de clics a otra oferta cuando el mes de contenidos viene mediocre ¿Volverá a crecer la piratería, pese a que, según el Ministerio de Cultura, por primera vez había decaído gracias a estos nuevos servicios?
Quienes a buen seguro se verán afectados por este aumento de competencia, como ya se viene comprobando año tras año, es a las televisiones lineales tradicionales, que perderán opciones de licenciar productos del gigante Disney o de Pixar, por ejemplo, que tan buenos resultados les ofrecían cada mes de diciembre para la programación navideña, centrada en toda la familia.
No nos olvidemos que además a todos estas compañías les estamos pagando con nuestros datos. La audiencia de cada una de estas producciones audiovisuales genera información sobre nuestros gustos, y estos datos, a su vez, son reutilizados por las compañías para tomar decisiones futuras.
¿Cuánto aguantará el espectador? A mi parecer queda poco para que el público se detenga en esta escalada cada vez más saturada y se decante por seleccionar únicamente sus preferencias particulares. Será el momento de que se dividan las plataformas por nichos (como la acertada oferta de Filmin que es como ese viejo videoclub que sabes que encontrarás aquella joya que quieres volver a ver o el cine independiente que te perdiste); que se agreguen plataformas para unir fuerzas a mejores precios; y por último, que lleguen las inevitables fusiones, fruto de un mercado que cada vez acapara la fuerza en menos manos.
La explosión de la burbuja televisiva ya está aquíiii…