Una de las características de la Navidad es que llegaban los capítulos especiales dedicados a dichas fechas en todas las series y programas. En este año apocalíptico de 2020 la Navidad, o el mes de diciembre, llega con dos grandes expectativas, pero poco bucólicas. El regreso de South Park, con un capítulo dedicado a la pandemia en el que se preguntan quién se tiró al pangolín, y un episodio de enlace entre temporadas de Euphoria que se reduce a cincuenta minutos de charla filosófica en una cafetería entre toxicómanos. ¡Feliz Navidad!
MURCIA. Es curioso poner a South Park y Euphoria en el mismo plano. Una sirve de tabla de salvación humorística para quienes se ven desnortados o sean escépticos con los rápidos cambios que experimenta la sociedad. Siempre sabes que en South Park se van a descojonar contracorriente, que no de manera reaccionaria, y al menos se pospone la ingesta de antidepresivos. Euphoria es lo contrario, prácticamente. Un espectáculo de luz y sonido, en el buen sentido, con un argumento que por momentos, en su primera temporada, parecía cercano a la fábula o al cuento, y que reflejaba todos los cambios sociales de este siglo con gran naturalidad.
Esta Navidad, la expectación por South Park era obvia, urgía conocer su opinión sobre la pandemia. El capítulo ha triplicado sus índices de audiencia de la temporada anterior, la de 2019, donde tocó fondo. En 2019, el capítulo sobre la fiebre por los trasplantes fecales había hecho un mínimo histórico, fue el capítulo menos visto de todos los tiempos. Un declive que no es casual. Muchos capítulos de las últimas temporadas se ven con complacencia, a sabiendas de que tarde o temprano llegará uno genial. Antaño, todos eran geniales. Aburrir es lo único que podría acabar con esta serie que durante veintidós largos años ha recibido denuncias y condenas de todo tipo reclamándole a Comedy Central que la cancele, aunque en septiembre del 19 la renovaron hasta 2022.
Se supone que iban a dejar de hacer el programa con 40 años, pero Trey Parker y Matt Stone ahora están diciendo en las entrevistas que es a los 60 años cuando no se ven haciendo más South Park. Se metieron con el profeta, capítulos que fueron retirados, enturbiaron aún más las relaciones de su país con China y la serie fue retirada allí de todas las plataformas. Fue un hito kafkiano, el capítulo se mofaba de los censores chinos y, vaya, se censuró. Su comunicado al respecto fue histórico: "Al igual que la NBA, damos la bienvenida a los censores chinos en nuestros hogares y en nuestros corazones. Nosotros también amamos el dinero más que la libertad y la democracia. Xi no se parece en nada a Winnie the Pooh".
Sin embargo, en casa pasaron de darle mucha bola a Donald Trump. Solo llevaron su muro a la frontera canadiense y bajo la mata rubia de pelo colocaron al Sr. Garrison. En su regreso, el episodio sobre la Covid-19, no tiene un papel destacado en la trama y solo aparece para ser calificado como asesino por su inacción ante el virus. En este punto, Parker y Stone han querido mantenerse al margen de algo que ha llenado los guiones de todos los humoristas del país, hasta el punto de dejarle el humor al presidente, como se quejaba en New York Times recientemente.
El punto que más ganas tenía de ver era el de Black Lives Matter, que lo afrontan de cara. Por el virus, ponen a la policía a sustituir a los profesores en la escuela. "No quiero muertes innecesarias", les dice el sargento Harrison Yates a sus agentes cuando les da las órdenes de cuidar las aulas. No desvelaremos lo que ocurre, que es obvio.
Con respecto al confinamiento, Cartman se encarga de reflejar algo que siente mucha gente, pero que tal vez no se atreva a decir. En casa está mejor que fuera, aunque sea encerrada. Muchos de los que han probado el teletrabajo ahora se les hace cuesta arriba volver a coger transportes públicos todos los días para pasarlos lejos de su casa, sin poder estar en pijama tranquilo, aunque sea trabajando, ir y venir al frigorífico cuando te dé la gana y, por supuesto, como Cartman, no lavarse, cuya equivalencia sería no tener que arreglarse. Fuera de eso, el resto de la trama transcurre por su delirios habituales. El problema de la pandemia sería que alguien tuvo sexo con un murciélago y luego con un pangolín. Tampoco adelantaremos acontecimientos. No obstante, no está en un nivel top de lo que ha dado de sí esta serie, aunque por fin alguien empieza a descojonarse de nuestra desdicha. La cantidad de muertes ha sido tan trágica, tan espeluznante, que es preferible el humor negro a otras manifestaciones impostadas que casi resultan insultantes.
Por su parte, el capítulo especial de Euphoria se titula Trouble Don't Last Always. Sirve de enlace para la siguiente temporada que de esperar que se estrene en 2021 junto a Succession y La Maravillosa Señora Maisel, entre otras, que nos tienen en vilo por culpa de todo lo que ha pospuesto el virus. Se trata de un episodio dirigido y escrito por el creador de la serie, Sam Levinson, totalmente fuera de lo convencional. Se reduce a una charla en una cafetería. No hay más.
La conversación es totalmente filosófica. ¿Para qué vivir? ¿No es mejor drogarse? ¿No es mejor suicidarse? ¿No es mejor suicidarse drogándose? Rue y su amigo Alí, del centro de desintoxicación, intercambian opiniones sobre este particular. Cualquiera que haya tenido conversaciones de este tipo con toxicómanos en las peores fases de su adicción, cuando se quejan de que ni quieren ni pueden salir, lo verá muy cercano. Se parece bastante a esas ocasiones en las que alguien, cual comercial de Vodafone, tiene que venderle las bondades de la vida a otra persona que no tiene fuerzas para hacer el más mínimo esfuerzo por disfrutarlas.
No será de extrañar que se hable de este episodio en términos de momento histórico de la televisión actual, etc, etc... A los seguidores de la serie les ha dejado anonadados y lo consideran una obra maestra. Veremos la segunda parte del capítulo, F*ck Anyone Who's Not A Sea Blob, que estará dedicada a Jules, la pareja trans de la protagonista, cuyos caminos se habían separado al final de la primera temproada. A mí me dio rabia que Euphoria no acabase justo ahí, como un cuento, rematando también las demás tramas secundarias de la vida de ese pueblo arquetípico. Lo tenía todo para ser una película de ocho horas perfecta, la explosión genial tras aquellos retratos de la sociedad estadounidense que hizo Todd Solondz en los noventa y a principios de siglo. Sospecho que lo que viene el año próximo no sea más que estirar el chicle, pero lo veremos postrados ante la pantalla, porque cuando una serie lo tiene, lo tiene, y ese es el caso de Euphoria.