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tribuna libre / OPINIÓN

Ineficiencia y zonas de confort en la empresa

26/08/2021 - 

En el plano empresarial hay una obsesión por medirlo todo. Todas las acciones son susceptibles de ser controladas, principalmente las que conllevan inversiones. Estamos en la era de la medición, los Kpi´s para el análisis del rendimiento en los desempeños de tareas y procesos, los ROI y los ROE, las evaluaciones de equipos, etc, pero aún se nos escapan elementos de alcance que lastran el funcionamiento de las empresas y sus proyectos.

Las empresas e instituciones están compuestas por personas, y las personas tenemos inseguridades, inercias, complejos e infinidad de elementos emocionales que nos acompañan y que dependen de múltiples factores. Las personas buscan su seguridad para sobrevivir y ser aceptadas en sus ámbitos, pero sus mochilas, las mochilas que llevamos todos, condicionan el entorno y pueden perjudicar gravemente los rendimientos de su trabajo y del esfuerzo de los equipos. Y esto, es muy difícil de medir pero sus efectos son desastrosos.

Las denominadas zonas de confort, en el fondo son pereza estructural al cambio. Vivimos en una sociedad en la que “lo habitual” es lo correcto, aunque todos sepamos tácitamente que no tiene por qué ser lo mejor. Las frases “siempre se ha hecho así”, “si funciona, mejor no tocarlo”, “no muevas nada que a algunos no les sentará bien”, son el pan de cada día en las organizaciones, que se van conformando con una sistémica propia y que, por ende, es muy difícil de modificar.

Las excusas habituales son la falta de tiempo y las “cargas de trabajo”, en una espiral donde lo inmediato siempre se come a lo importante y por tanto, matamos a la innovación, a la creación de nuevos procesos y a la eficiencia. Al final, una pérdida de tiempo y oportunidades que se esfuman del presente con la sana intención de que todo se hará en el futuro. “Hoy no, mañana” en la eterna danza de la procrastinación tan establecida en nuestra sociedad y que nos merma y nos frustra porque, en el fondo, al final, no pasa nada y todo sigue igual.

En el mundo de la comunicación, donde trabajamos con elementos de percepción subjetiva y de intangibles, como los entornos de marca, la cosa se complica y es habitual encontrarse constantemente problemas que desembocan en trabajos que han empeorado tan solo por que han sido toqueteados por muchas personas en un afán de correspondencia genética. La ineficiencia es patente cuando entran en juego las percepciones personales y subjetivas que condicionan los trabajos y los meten en el cajón de lo mediocre.

Todos sabemos de todo hasta que ocurre algo que nos coloca ante “nadie sabe nada”. Una gran mayoría de personas funcionan solo a golpe de crisis con crisis en vez de conducirse profesionalmente no perdiendo el objetivo del trabajo. Muchos de estas personas quieren contentar a los “jefes” pero no son capaces de argumentar con rigor algo ante esos jefes en pos de la mejora.

Nuestra sociedad mercantil debe crecer en establecer valores nuevos con los que conducirse. No podemos seguir pensando que “otros” solucionarán o mejorarán las cosas. Debemos liderar enfatizando que la única forma de avanzar es adaptarse al cambio constante que nos puede permitir detectar dónde fallamos y mejorar. Demostrar que somos humanos con ganas de aportar valor en lugar de autómatas. Resolver pensando qué es lo mejor y no cómo contentar a alguien.

Como bien explica Michael McQueen en su Momentum, debemos evitar: la intoxicación del éxito, la tiranía de la tradición, la carga de la burocracia, el cansancio de la monotonía y la seducción de la inmediatez.

Ayudar a los equipos a concentrarse y enfocar bien cada situación, sabiendo que el mar puede cambiar en cualquier momento, y que debemos adaptarnos y corregir rumbo, es lo que realmente nos puede llevar a buen puerto.

Como diría Wayne Dyer, cuando cambiamos la forma en que miramos las cosas, las cosas que miramos cambian.

Eugenio Martín. Socio y miembro de la Junta de Dircom Comunidad Valenciana y Región de Murcia.

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