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Google y Tesla sufren fugas y Lidl y l'Oreal condenadas por secretos empresarial

27/08/2021 - 

VALÈNCIA.  Hace dos años, en 2019, se aprobó en España la Ley de Secretos Empresariales que obliga a las empresas a identificar qué información secreta poseen y a blindarse y tomar medidas ante posibles robos o fugas. La ley incluye como secretos empresariales, entre otros, las invenciones no patentadas, los algoritmos, las fórmulas matemáticas y químicas, los procedimientos de fabricación, las listas de clientes y proveedores, la información sobre precios y costes, los planes de negocio o las estrategias de marketing.


Esta protección para las empresas es vital hoy en día, ya que el espionaje industrial se ha convertido en un auténtico negocio en el que han tenido causas grandes corporaciones a nivel mundial. Según un estudio de IBM, las pérdidas para las compañías por el robo de información o ataques informáticos alcanzaría los 400.000 millones de euros al año.

Los casos más mediáticos y sonados de los últimos tiempos afectan a todo tipo de sectores. Desde el tecnológico, el más crítico, a la automoción, la industria cosmética, la alimentación o el gran consumo.

Gigantes como Google han sufrido este tipo de prácticas de fuga de secretos. A finales de 2019 un exempleado fue acusado de cometer hasta una treintena de delitos de robos de secretos comerciales sobre el coche autónomo de la compañía, descargando más de 14.000 archivos referentes al vehículo sin conductor. Según el FBI posteriormente habría vendido toda esa información a Uber, empresa que terminó pagando 245 millones de dólares para cerrar el asunto con Google.

El mismo año, otro caso relativo a los automóviles golpeó a Tesla, cuando un exdirectivo sustrajo documentos secretos sobre el coche autónomo justo antes de fichar y marcharse a una empresa china dedicada a la fabricación del mismo tipo de vehículos.

En otros sectores es llamativo lo sucedido con Lidl y su robot de cocina. Este mismo año, en enero de 2021, Lidl se vio obligada a retirar del mercado su robot de cocina ‘Monsieur Cocine’ después de ser acusada por parte Vorwerk, fabricante de Thermomix, de violación de patentes. La justicia dio la razón a Vorwerk asegurando en su sentencia que Lidl copiaba todas y cada una de las características de su rival.

En el sector de la cosmética L’Oreal está en el punto de mira por parte de las autoridades por espionaje industrial. Hace pocos meses, el grupo Guinot, líder en institutos de belleza en Francia y con centros en muchos países, ganó una batalla judicial al gigante de los cosméticos L’Oréal por espionaje. Guinot demostró que la empresa de cosmética francesa había espiado al grupo de institutos de belleza para obtener conocimientos de sus habilidades para captar clientes. Tras las investigaciones llevadas a cabo por las autoridades policiales y judiciales, el Tribunal Comercial de París sentenció que “elementos del saber de la empresa Guinot han sido apropiados por la empresa L’Oréal”. Además, el Tribunal señala que “L’Oréal utilizó medios desleales para apropiarse de información de un competidor directo”.

La sentencia dictamina que L’Oréal pagaría a Guinot 370.000 euros. No es la primera vez que el grupo L’Oreal se ve envuelto en una causa judicial de este tipo. En los últimos años se ha enfrentado a procesos por espionaje industrial, deudas fiscales o prácticas de cártel, que le han costado más de 430 millones en multas. La firma francesa, ha afrontado multas millonarias en China, Estados Unidos, Francia y España por infracciones graves.

Otro de los casos más recientes es el de General Electric que demandó a Siemens por usar secretos comerciales robados para hacerse con contratos por mil millones de dólares. El supuesto robo de información se inició cuando las dos compañías peleaban por suministrar turbinas a la energética Dominion. Un empleado de esta última compañía filtró a Siemens la oferta confidencial que había realizado General Electrics y así Siemens pudo conseguir los contratos.

Al hablar de espionaje y secretos industriales, no se puede obviar el asunto del español José Ignacio López de Arriortúa, apodado ‘Súper López’ por su labor como ejecutivo de General Motors a la que reflotó. Pero su prestigio se vino abajo cuando abandonó GM para recalar en Wolksvagen. General Motors acusó al directivo de llevarse a la competencia secretos empresariales. El asunto acabó con un acuerdo en el Wolksvagen compraba 1.000 millones de dólares en piezas a GM en siete años, además de pagar 100 millones como indemnización.

En el mundo del motor, en este caso de la alta competición, también es parte de la historia el enfrentamiento entre las escuderías McLaren y Ferrari. Sucedió en 2017, cuando Nigel Stepney jefe de mecánicos de Ferrari se vengó por la falta de oportunidades que le ofrecían y terminó filtrando el desarrollo de los bólidos a McLaren. Esta escudería terminó reconociendo el espionaje y pagó 40 millones de euros de multa y no pudo competir esa temporada.

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