MURCIA. Acaba de ser la autora más vendida en el último (y atípico) Sant Jordi. Eva Baltasar se reveló como una extraordinaria novelista con Permafrost, publicada hace un par de años y que contaba la historia de una mujer con pulsiones suicidas y que vuelca su intensidad en el sexo con otras mujeres, la literatura y el arte. Boulder es la continuación de este tríptico que terminará con Mamut. Esta nueva novela, publicada justo antes del confinamiento, está protagonizada por otra mujer -solitaria e intensa- que necesita vivir alejada para encontrar la paz. Mientras trabaja en la cocina de un barco mercante en medio de la Patagonia conoce a Samsa y se enamora locamente. Juntas se irán a vivir a Islandia para intentar formar una familia. Baltasar vuelve con idéntica expresividad y lirismo y con la construcción de personajes complejos que abordan temas como la maternidad y la incomunicación, tan frecuentes en estos Tiempos Modernos.
- ¿Qué tal estás viviendo este confinamiento? Creo que para ti no cambian demasiado las cosas porque ya vivías bastante apartada en Cardedeu.
- Yo estoy muy bien en casa, la verdad. De hecho, yo ya pasaba mucho tiempo en casa. Ahora, la única diferencia es que, durante el día, sya no estoy sola porque mi mujer va a trabajar y mis hijas van al instituto y al colegio y ahora estamos todas juntas. Y estoy muy cómoda pero ya he decidido que no voy a poder ponerme a escribir a leer y a escribir porque como sé que están por ahí, pues no puedo. Cuando empezó el confinamiento estaba trabajando en la tercera entrega de la trilogía, Mamut. Ahora he dejado de hacerlo pero me doy cuenta de que, a ratitos, la novela sigue en la cabeza. Y eso forma parte del trabajo de escritora porque no se trata únicamente de sentarse a escribir. También hay momentos en los que la novela está en marcha.
-El lanzamiento de Boulder ha coincidido con esta crisis pero también ha sido uno de los libros más vendidos de este atípico Sant Jordi. No sé qué tal lo has vivido porque ha sido un poco raro, ¿no?
- Bueno, lo raro es que se hayan vendido libros... porque todo iba en contra. Claro, me ha sorprendido y estoy súper contenta. Al final te das cuenta de que si la gente quiere leer, puede seguir leyendo y comprando libros y además es muy necesario. Todo el sector que incluye a librerías, editores, traductores, ilustradores estamos sufriendo los efectos de esta situación. Me consuela saber que la gente se solidariza. Lo he pasado muy bien este Sant Jordi a través de las pantallas hablando con medios, editores y librerías. Así que he hecho lo que podido desde casa.
- Yo leí Boulder al principio de este confinamiento -creo que otra mucha gente lo ha hecho- y pensaba que la soledad que vivía por el coronavirus, de algún modo, rimaba con la soledad de la protagonista de tu libro. ¿Esta soledad puede servir para pensarnos más como le sucede a Boulder o esto es un imposible?
- Yo creo que todo lo que nos trae la vida es una oportunidad para aprender. Sí creo que es una oportunidad para darse un tiemo, escucharte y conectar contigo misma. En Boulder si hay una soledad sentida para estar en paz. Y seguro que ahora hay un montón de gente que no le apetece quedarse en casa pero se puede aprovechar este tiempo para conectar. Al final sólo tenemos una vida para vivir y es un momento de pausa para averiguar qué es lo que quieres hacer con tu vida. Igual ir hacia otro lado. Las novelas tienen muchas lecturas y si esta hubiera llegado en una etapa distinta a esta es posible que se hubieran fijado más en el tema de la maternidad. Pero ahora lo bonito es que lo que resuena es el tema de la soledad.
- Totalmente. De hecho, en la novela, Boulder dice “no sé qué mas puedo hacer con las manos”. Y yo pensaba también -quizás estoy conectando demasiado- que en este confinamiento hemos recuperado el hecho de hacer muchas cosas con las manos.
- Es verdad. Tienes razón. Me gusta porque nadie me lo había hecho notar y fíjate, van a pareciendo cosas. Hacer cosas con las manos también es una forma de pensar porque, realmente, le das muchas vueltas a la cabeza. A veces me encuentro pelando patatas y en la cabeza tengo la novela. O te viene un recuerdo de cuando eras pequeño. Cuando cambia la situación aparecen cosas nuevas. Y en este cambio radical que estamos viviendo van a aparecer ideas nuevas y si pensábamos que nuestro camino era uno, quizás ahora sepamos que es otro. Es una gran oportunidad.
- La incomunicación es otro de los grandes temas de Boulder. En esta era hipercomunicada nos conectamos muy poco.
- Para comunicarse bien con los otros, el canal de comunicación contigo mismo debe estar abierto y que hayas transitado por ahí mucho. Esta hipercomunicación y las redes sociales es una manera de estar fuera de ti misma. Y faltan espacios de conexión con uno mismo y a partir de ahí saber si nececsitas tantos amigos, tantos likes. Yo no tengo redes pero una cosa que hago a menudo es irme al año dos o tres días sola a un convento y me doy cuenta de que aunque estoy lejos de mi familia, cuando vuelvo estoy mucho más presente. Es decir, necesito conectarme conmigo para después conectar con los demás.
- Me interesaba mucho esos lugares a los que viajamos leyendo Boulder: la Patagonia, la isla de Chiloé en Chile e Islandia. Son lugares casi abismáticos. En el límite. ¿Por qué te interesaban esos lugares?
- Son espacios en los que yo sí me encuentro cómoda. Son esos paisajes abiertos que me permiten dialogar conmigo misma. Esta protagonista necesita la soledad pero también la distancia con los otros. Por eso está sola encerrada en un barco en medio de la nada. Y esto le refleja. Su pareja, Samsa, le pone ese sobrenombre que es Boulder y que hace referencia a esas piedras que están aisladan y que parece que no se desgastan y aguantan inclemencias y, en verdad, sí se ven afectadas. Y son piedras que están aisladas. Como Boulder que está cómoda en lugares de soledad que pueden ser geográficos pero que también puede ser, por ejemplo, la food-truck que ella tiene y que es su verdadera casa, mucho más que la que comparte con Samsa.
- Hay cierta idea en el libro según la cual la maternidad puede llegar a aniquilar el deseo. No sé por qué sucede así. Y lo que cuestiona el libro no es tanto la maternidad sino la construcción social en torno a ser madre.
- En el libro salen dos maternidades muy extremas. Creo que maternidades hay tantas como madres hay y todas son válidas porque cada una intenta hacerlo de la mejor manera posible. Samsa, por ejemplo, sabe lo que quiere, lo exige y lo obtiene. Vive la maternidad con exuberancia y es muy feliz así. Boulder es incoherente porque no quiere ser madre y cede por su pareja. Ella busca su fórmula de ser madre y lo hace y le funciona. Es un tipo de maternidad un poco más salvaje: con cuatro días al mes tiene suficiente, no necesita más. Las dos maneras de ser madre son bellas. Lo importante es que una debe ser madre sin que ello te haga perder la coherencia. Yo, por ejemplo, he sido madre en dos ocasiones pero sí me he encontrado a mí misma en situaciones que estaba muy incómoda. Por ejemplo, en las clases de preparto. Intentaba encajar en esa construccion social de lo que debe ser la buena maternidad, pero a mí no me funcionaba, así que cogí mis bártulos y me marché. Lo que he intentando siempre es vivir la maternidad de una forma que me haga sentir bien a mí y, por supuesto, a mi hija. Las dos maternidades las he vivido yo: primero me critiqué, luego me perdoné y lo acepté. Así que como hablo mucho de mí sin hacer libros autobiográficos me salieron estas dos maternidades.
- Otra de las cosas interesantes es que en la relación entre Boulder y Samsa, en la primera confluyem muchos de los arquetipos que se asocian habitualmente a lo masculino: desde la literalidad de “follar con arnés”, abandonarse a la bebida en la taberna o el deseo constante de sexo y la ausencia de sentimiento materno. ¿Por qué nos sigue llamando la atención que estas actitudes se asocien con lo masculino? Porque parece que para ti es algo absolutamente natural.
- A mí lo que me sorprende es que Boulder, esta mujer que es mujer y se sienta mujer y aparezca esta palabra: masculino. Porque, como dices, no creo que sea algo sólo masculino. Yo misma me he sentido así muchas veces y he conocido a muchas mujeres que son así. El tema del género cada vez lo veo como algo muy fabulado. Ahora soy cada vez más prudente y digo que mis protagonistas son mujeres porque yo ahora mismo me siento mujer. Y rehúyo identificarme porque cuando identificamos estamos etiquetando y cuando etiquetamos, restrigimos. Y lo que me gusta de mi protagonista es verla como alguien libre. Alguien que es así y ya está. Que aparezca la palabra masculinidad la limita.
- Otra idea que hay en el libro que resuena en esta época es lo que tiene que ver con la incertidumbre o lo provisional. Habitualmente se asocia a un desasosiego pero para Boulder parece ser algo bello y algo que le da paz.
- Eso es algo cien por cien mío. Es que en la vida no hay nada seguro. Ni siquiera la muerte porque no sabemos qué nos encontraremos después. Como todo es inseguro, en el fondo, todo es seguro. Boulder es una mujer que se siente segura con ella misma y el resto no es importante. En la provisionalidad es feliz y está en paz. La seguridad de conocerse hace que el resto dé igual. La única cosa que es una raíz para ella es el lenguaje. Esto es algo muy mío que aparece en el libro. Creo que mis personajes son, a veces, reflejos míos.
- En el libro, de hecho, escribes que “el lenguaje es un sustrato que nutre”, que es “territorio ocupado”. En cuanto al lenguaje me llama la atención la eufonía de los títulos de tus libros -Permafrost, Boulder y Mamut- que son tremendamente ancestrales. Quería preguntarte por el poder de las metáforas en tu escritura y cómo trabajas ese lenguaje casi de orfebrería.
- Como me he formado escribiendo poesía durante 15 años creo que ya pienso así. Es fácil para mí expresarme de esta forma. Luego claro que hay un trabajo por encontrarle el ritmo, la sonoridad y la imagen. Pero mi forma de pensar ya es con imágenes. Recuerdo que cuando terminé de escribir Permafrost, tuve la idea de hacer dos novelas más y los títulos que aperecieron al momento. Fue una escritura muy inconsciente. Mi forma de ver el mundo ya es con palabras e imágenes muy cuidadas porque el argumento sale solo. Intento trabajar casi como el escultor.
- Por último, me has dicho que no pero no sé si estás leyendo alguna cosa últimamente...
- Leo cositas pero me dedico a mi familia. Justo antes del confinamiento me regalaron Todo lo que no puedo decir de Emilie Pine. Y ahora estoy releyendo, por ejemplo, a Carson McCullers. Pero vamos no estoy echando horas y tampoco lo necesito. La vida e smuy larga y hay tiempo para hacer muchísimas cosas y ahora toca hacer otras.