Los responsables políticos han preparado el terreno para un amplio paquete de estímulos a largo plazo, minimizando el riesgo de una crisis de liquidez
MADRID. ¿Hasta qué punto la Eurozona responderá al impacto económico a largo plazo de la pandemia con inversiones directas y transferencias en lugar de préstamos que gravan los balances del sector público? Esta es la prueba a la que se enfrentan los políticos de la región y que, además, su resultado tendrá consecuencias para las calificaciones crediticias de los países.
Los responsables políticos han preparado el terreno para un amplio paquete de estímulos a largo plazo, minimizando el riesgo de una crisis de liquidez en la Eurozona, a pesar de que los gobiernos han bloqueado sus países ante la emergencia sanitaria del Covid-19.
Por su parte, el BCE y el Eurogrupo han tomado medidas para garantizar que los países puedan financiar sus déficits en 2020 a tipos razonables, lo que requiere una coordinación sin precedentes de las políticas monetarias y fiscales nacionales europeas. Un elemento central del conjunto de medidas es el Programa de Compra de Emergencia Pandémica (PEPP) del BCE, por valor de 750.000 millones de euros, anunciado el 18 de marzo, y los cambios en el marco colateral anunciados el 7 de abril, que mitigarán el posible endurecimiento de las condiciones financieras en toda la región.
También ha habido una respuesta significativa de política fiscal a nivel nacional: el importe agregado de las medidas fiscales discrecionales de los Estados miembros asciende a entre el 2% y el 3% del PIB de la UE, mientras que el apoyo a la liquidez consistente en planes de garantía pública y pagos de impuestos diferidos se estima ahora en el 16% del PIB de la UE.
Sin embargo, el impacto a medio plazo de la crisis en los balances del sector público de la Eurozona será significativo, lo que plantea la pregunta de cómo pueden los gobiernos ayudar a las economías a recuperarse en la segunda mitad de este año y en adelante sin que las finanzas públicas se vean afectadas hasta el punto de quebrar.
Tras esta crisis podríamos enfrentarnos a uno de estos dos escenarios: los gobiernos persiguen mayores déficits y cargas de deuda con la esperanza de una recuperación económica más rápida o, en cambio, se ciñen al marco fiscal de la UE anterior a la crisis, consolidando gradualmente las finanzas públicas, a riesgo de una recuperación económica más lenta.
Evitar los riesgos inherentes a cualquiera de los escenarios dependerá de si la Eurozona puede acordar transferencias financieras suficientemente grandes a los Estados miembros más afectados por la crisis, junto con una inversión significativa, para financiar una recuperación fuerte. No hacerlo podría provocar un aumento significativo de la deuda pública y/o un período prolongado de crecimiento débil, junto con la tensión política asociada que conllevaría.
Cualquiera que sea la solución que decida la UE, será clave para la calificación crediticia de los países de la Eurozona más afectados por la crisis del Covid-19.
Alvise Lennkh es subdirector de Finanzas Públicas de Scope