MURCIA. En un mundo tan polarizado, el ping pong se ha convertido en una forma de razonar. Lo que significa que nuestros argumentos, lejos de ser reposados y racionales, hoy día se convierten en cualquier cosa que consiga devolver la pelota al campo contrario. Y eso convierte los debate en una verdadera estupidez. Y a nosotros nos convierte en seres irracionales que, en medio de la partida, no tenemos ni un segundo para pensar. Solo para dar palazos, tan fuerte como podamos.
Vivimos tiempos donde prima la “reacción” antes que la “razón”, lo que es peligrosísimo porque podemos acabar creyendo que somos aquellos argumentos que, en medio del fragor de la batalla dialéctica, esgrimimos. Pensando siempre a la defensiva. Seres reaccionales.
La buena noticia: es muy probable, si nos paramos a analizar las cosas con cierta profundidad, que no seamos tan energúmenos como parecemos.
Me explico: Islandia ha estado cazando ballenas durante años, contra todas las prohibiciones internacionales, porque la historia de Islandia es una historia de tutela y están hartos de que les digan lo que deben hacer. Los noruegos, los daneses y, durante la guerra fría, los estadounidenses han ocupado de una forma u otra la isla. Cazar ballenas, sobre todo cuando son países extranjeros los que demandan su cese, es una forma de ser islandeses por reacción. Lo más curioso es que muchos islandeses son ecologistas e incluso vegetarianos. Que respetan muchísimo la naturaleza y les parece mal comer ballena. Pero aún así las cazan. Aunque su carne se quede en grandes congeladores la cazan porque esto de matar ballenas va de otra cosa.
Va de ser islandés.
La reacción por encima del sentido común y las propias creencias.
Podríamos poner muchos ejemplos más: Polonia es profundamente católica porque aprisionados y maltratados por el protestantismo alemán al oeste y los ortodoxos rusas (o el ateísmo soviético) al este, ser católico es una forma de ser polaco. La forma reactiva de su nacionalismo es el conservadurismo católico.
Sin tantos conflictos y prohibiciones contra su religión es seguro que su fe disminuiría. La reacción crea acólitos e incluso fanáticos.
El ayatolá iraní, el estado teocrático saudí o incluso el terrorismo islamista son reacciones al colonialismo y a las injerencias de Occidente. También esto puede explicar que muchas mujeres musulmanas europeas, incluso abiertamente feministas, lleven velo por decisión propia: como oposición al colonialismo cultural y símbolo de sus raíces.
Mi prima se hizo perroflauta y yo sospecho que la razón, más allá de las que ella puede darnos, es que sus padres la llevaron a un colegio de monjas y votaban al PP. Su hija, sin embargo, dice que le gusta Vox y que con Franco estábamos mejor yo creo que por idénticas razones: por oposición a su madre que vota a Podemos.
La reacción nos convierte en alguien que no somos o radicaliza nuestras posiciones. También nos hace creer que “el otro también lo hace” es un verdadero argumento que nos permite cualquier cosa.
La reacción nos convierte en ecologistas matando ballenas, en feministas llevando velo o en terroristas de una u otra ideología que, en sí misma, es aberrante. Que solo tiene sentido como oposición a otras.
Pero el partido de ping pong, el toma y daca, no se detiene nunca, y cada vez la pelota va más rápido y tenemos menos tiempo para pensar. Solo podemos reaccionar. Con virulencia. Perdiendo el centro y las razones. Perdiendo nuestras ideas por el camino y cambiándolas por ataques.
Y los políticos, que son los que deberían parar este juego absurdo (tranquilizar a la población, pacificar los ánimos, buscar los puntos de unión en lugar de los de fricción) solo piensan en los votos.
En la cantidad de votos que da el odio: cerrar filas, atacar y ser atacado.
Hasta la estupidización fanática de España.
La reacción no es una forma de pensar sino de defenderse. La reacción nos hace militantes de ideas con las que ni siquiera comulgamos.
Aunque nos parezca que sí. ¡Porque el otro es peor!
Porque el otro me ataca y yo me defiendo.
Acabemos con el otro como sea… ¡Viva Maquiavelo!
Y así acaban defendiendo las medidas de Ayuso aquellos que llamaban asesino a Pedro Sánchez. Y aplaudiendo su regionalismo madrileño aquellos que se ríen del chándal de Maduro con los colores de Venezuela y de las tonterías populistas de Trump. Así acaban algunos progresistas cancelando conciertos de reggeatoneros mientras defienden a Hasél o demócratas callando ante televisiones públicas al servicio de los gobiernos de turno. Porque los otros también lo hacían, claro. Liberales modernos votando el rancio conservadurismo de Vox y nacionalistas de izquierdas dividiendo a la sociedad entre catalanes de primera y de segunda.
Reaccionando. Pensando siempre a la defensiva. Lo que no es exactamente pensar. Es en cierto modo lo contrario...