MURCIA. En enero de 1936 tuvo lugar en Cartagena un acontecimiento social que causó un gran revuelo y llamó la atención de la prensa nacional, quedando plasmado en la revista Estampa con el siguiente titular: Amor en Cartagena. El romántico idilio de una bella muchacha cartagenera y un negrito de Fernando Poo (la actual Bioko, en Guinea Ecuatorial). La celebración de este matrimonio interracial que conmocionó a la sociedad murciana de entonces -pero que también reflejaba ciertos aires de ‘modernidad’ que empezaban a soplar- solo es la punta del iceberg de una historia apasionante y tremenda al mismo tiempo, que podría dar lugar a una novela, una película e, incluso, una serie con varias temporadas. Porque José Epita, “el negrito de Fernando Poo” con el que se casó contra viento y marea Cristina Sáez, llegó a España en 1927 de la mano de la Patrulla Atlántida, cuando contaba 16 años; se formó y trabajó como mecánico de aviones en el aeródromo de Los Alcázares; huyó a Francia cuando el bando republicano fue derrotado; luchó con la Resistencia contra los nazis; estuvo en el campo de concentración de Neuengamme, donde ayudó a salvar algunas vidas; y fue de los pocos que sobrevivió al trágico bombardeo que sufrió el barco alemán Cap Arcona, donde se hacinaban 4.500 presos del Tercer Reich.
De todo esto daba cuenta recientemente un exhaustivo artículo publicado en el El País, que ha contado con documentación aportada por el Archivo General de la Región de Murcia. Así se lo confirma a Murcia Plaza
Javier Castillo, director de este organismo que pone a disposición de los murcianos todo tipo de documentos históricos (se pueden consultar tanto presencialmente como a través de su web) y donde se está preparando para este verano una exposición sobre españoles prisioneros del Tercer Reich. La muestra contará con fondos propios del Archivo que documentan el paso de 400 deportados murcianos por campos de concentración nazis.
Javier Castillo ha encontrado información sobre el joven José Epita Yoni (más tarde, en Francia, se cambiaría el segundo apellido por el de Mbomo) en diferentes medios de comunicación y archivos de principios de los años treinta, que dan constancia de cómo dos adolescentes guineanos, Epita y Frima –curiosamente los dos de nombre José- fueron traídos a España por la Patrulla Atlántida tras llevar a cabo una misión en Guinea. Ambos chicos trabajaron como mecánicos en la base aérea de Los Alcázares –el Archivo Regional ha encontrado el testimonio de un donativo que hicieron, como el resto del personal de los talleres, a favor de las milicias a comienzos de la Guerra Civil- y ambos formaron parte del equipo de fútbol de la localidad (también hay referencias periodísticas al respecto). En el Diario Oficial del Ministerio de Defensa de la República (1938) aparecen, además, los dos compañeros con sus grados militares: teniente, Epita y sargento, Frima.
Pero donde sin duda más se habla de José Epita es en el amplio reportaje que publicó la revista nacional Estampa con motivo de su enlace con una joven de Cartagena, todo un acontecimiento y algo completamente inusual en el año 36. Por contextualizar, cabe recordar que la conocida película Adivina quién viene esta noche, con Spencer Tracy y Katharine Hepburn, en la que se abordaban los prejuicios para aceptar la relación entre dos personas de diferente raza, fue rodada en 1967.
“En su casita de Los Alcázares, blanca, limpia, recién amueblada y adornada con todos esos objetos inútiles que regalan a los recién casados –juegos de té, almohadones, figuritas, etcétera, Cristina Sáez, la bella muchacha cartagenera que acaba de casarse con un negrito de Fernando Poo, suspira al evocar los románticos amores que han culminado en el matrimonio celebrado hace unos días”, comienza a relatar la publicación. “¡Si usted supiera cuántos disgustos he sufrido y cuánto he llorado!”, le confiesa la recién casada al periodista Javier Sánchez-Ocaña, a quien cuenta que aunque en su familia no le pusieron objeciones para casarse, ya que Epita era muy amigo de su hermano, “las amigas y los parientes lejanos no me han dejado vivir”. Incluso recuerda que le decían: “¡Dios mío, casarse con un negro! Si te sobran los pretendientes blancos, muchacha! ¿Y no te dará miedo por las noches, cuando estéis a oscuras?”.
La pareja se conoció -cuenta la publicación- en un baile de carnaval, celebrado en un casino del barrio de San Antón, en Cartagena, donde “la aparición del negrito, con su flamante traje dominguero y su ancha e ingenua sonrisa, estuvo a punto de provocar un conflicto de orden público… La orquesta cesó de tocar y las buenas madres de familia llamaron enérgicamente a su lado a las muchachas que corrían alocadamente por el salón”. Aquello indignó a Cristina, quien bailó con el joven toda la noche, comenzado así “el idilio que ha emocionado a Cartagena” y que se vio truncado varias veces por las injerencias que sufrían los novios. Pero la cartagenera lo tenía claro, Epita le parecía “muy bueno y trabajador” y le gustaba “más que ningún blanco que conociese”. Así que, finalmente, tuvo lugar la boda en una iglesia de Cartagena, “cuyos alrededores estaban invadidos por una gran muchedumbre de curiosos”.
Cuenta también la revista la afición a correr que tenía el joven guineano, quien todas las mañanas, a las 12.00 horas, recorría a grandes zancadas la distancia entre el aeródromo y su casa en Los Alcázares, mientras iba contestando a los saludos de los vecinos, entre los que era conocido como Pepito. En su casa le esperaba Cristina Sáez, vestida para el reportaje con un exótico quimono que le daba unos aires muy modernos y quien, según palabras del periodista, era “una de las muchachas más bellas de Cartagena". Sobre José Epita dice que "es un muchacho educado y simpático”, que lleva “una vida ejemplar de trabajo y honradez”, ganando en ese momento como ayudante de mecánico once pesetas diarias de jornal, más las horas extraordinarias.
El artículo publicado por El País, firmado por Tereixa Constenla, recoge que José Epita se sumó en 1942 a un grupo mixto de la Resistencia, participando en actos de sabotaje y propaganda para liberar Francia de los nazis. Fue detenido en 1944 y deportado junto con otros 200 españoles al campo de concentración de Neuengamme, donde su oficio como mecánico pudo contribuir a su supervivencia; se apunta a que posiblemente trabajó en una de las empresas de armamento que allí se instalaron. Además, los prisioneros negros eran vistos por los nazis como seres exóticos y les adjudicaban tareas como la de camarero. Este mismo artículo, también hace referencia a testimonios que apuntan a que esta labor permitía a Epita recoger restos de comida, que compartía con sus compañeros, salvando así la vida de algunos.
El guineano que fue tan feliz en Los Alcázares tendría que enfrentarse a otra dura experiencia, ya que fue uno de los 4.500 presos que las SS hacinaron en el crucero Cap Arcona en condiciones infrahumanas. Explica Javier Castillo que la intención de los nazis era hundir el buque con todos los prisioneros dentro, pero se les adelantó la aviación británica, que lo bombardeó el 3 de mayo de 1945 -cuando solo quedaban unos días para que acabase la guerra-, se cree que por una descoordinación en las órdenes del alto mando. Solo sobrevivieron 350 personas en la que se considera una de las mayores tragedias marítimas de la historia; y José Epita fue una de ellas.
Extrovertidos, cordiales. Y muy simpáticos. Así es como recuerda Los Alcázares a los dos guineanos que llegaron al municipio en 1927, antes de que el mundo se volviera completamente loco, según apunta Antonio Zapata, cronista oficial del municipio, quien señala que Frima –el otro chico que llegó con Epita- siguió viviendo en el pueblo, por lo que se conservan más referencias de él: trabajó como mecánico en la Academia del Aire hasta los año 50 y como jugador de fútbol hasta fue fichado por el CF Cartagena. Añade el cronista que la asociación Los Alcázares Eco Cultural, LAEC, quiere aprovechar la gran exposición que inaugurará el Archivo Regional sobre los murcianos deportados en campos de concentración para invitar al municipio a los descendientes de José Epita, un hombre que encontró el amor en Cartagena y la felicidad en Los Alcázares, que rompió barreras raciales y que ha sido reconocido como un héroe en Francia.