Toda la industria del automóvil se paró como un sueño o mejor dicho como una pesadilla, ya que representa el 10% del Producto Interior Bruto, 300.000 empleos directos y 2 millones de puestos de trabajo ligados al sector. Lo inimaginable acaba de ocurrir. Fábricas paradas, concesionarios cerrados, y muchos trabajadores a su casa.
Gracias al dichoso virus y el consecuente confinamiento, hemos aprendido a relativizar y a apreciar los aspectos positivos que teníamos guardados, incluso olvidados, en el cajón de los recuerdos. Aunque parezca mentira, hoy el automóvil es mas protagonista que nunca, ya que si algo está muy claro de todo este galimatías generado por los contagios, es la necesidad de no permanecer expuestos a otras personas fuera de nuestro entorno en recintos cerrados y con ambientes cargados. Los transportes públicos han sido lo más parecido a los camiones de borregos que sacan la cabeza para respirar por donde puedan. Viajar en metro, autobús, trenes o aviones, ha sido tan desagradable para las personas por culpa de la búsqueda insaciable de la rentabilidad del negocio. La pandemia debe de servir para que no se repitan estas atrocidades que, como se ha demostrado pueden crear contagios de virus de todas clases.
Mucho me temo que vamos a volver a viajar tranquilamente con nuestro vehículo, que vamos a desplazarnos al trabajo, que vamos a volver a utilizar esas carreteras que tanto costaron en su día, y que seguiremos disfrutando de charlar con la familia también en nuestro coche.
El Gobierno, consciente de la importancia del sector, ya ha lanzado promociones a modo de ayudas en la compra de coche nuevo, y además, para apartar de la circulación los vetustos vehículos que aún van por ahí contaminando de lo lindo. Matan dos pájaros de un tiro. Si a ello le sumamos que las marcas tienen que recuperar lo no vendido, ya están lanzando grandes ofertas de precios y muchas facilidades de pago. Seguramente no volveremos a tener una oportunidad como esta para comprarnos un coche nuevo.