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a corto plazo / OPINIÓN

El Estado del Bienestar lo es si es viable

16/04/2020 - 

 Hay que matar a la bestia antes de que crezca y nos devore. No iba por el Covid-19, pero podría. El poeta de Santa María habla de la mano abierta a la falta de exigencia y calidad, la mediocridad, rebajar determinados criterios tiene consecuencias negativas.

Hablamos de marzo como si fuese el año pasado y hace menos de un mes que se decretó el estado de alarma. Pasan muchas cosas y no pasa nada en realidad, todo gira en torno a la curva, sin identidad y personalidad, somos una curva que hay que aplanar.

Las cifras no mienten, después de la crisis sanitaria nos vamos a enfrentar a una de las peores crisis económica de la historia y nuestro Estado del Bienestar está fuera de juego. Podemos teorizar ampliamente sobre las ventajas e inconvenientes de organizar la vida de la ciudadanía. La sensibilidad sobre el tamaño del estado con respecto a la capacidad económica de los contribuyentes determina una de las diferencias entre los partidos políticos, es una lucha entre liberalismo e intervencionismo propia de la sociedad de post-guerra europea. Lo que me sorprende y me deja atónito es que en esa construcción del Estado del Bienestar hemos perdido y pervertido su significado. El Estado del Bienestar no es un derecho, no se nace teniendo el derecho al bienestar, es una imposición casi obligada en Europa para evitar que, ante cualquier crisis económica, la necesidad haga que nos parezca razonable el argumentario de cualquier incendiario y volvamos a liarnos a palos, lesionando otros derechos que sí nos son propios al nacer como la vida o el usufructo de nuestro esfuerzo, la propiedad. Tejer mecanismos asistenciales más allá de las iniciativas particulares que permitan paliar las consecuencias de las crisis hasta la vuelta a la normalidad. Solo será bienestar si es viable, todo lo demás es una soga al cuello que tarde o temprano nos va a ahogar.

Las prisas y nervios por levantar el estado de alarma son el reverso de la alegría de los viernes sociales y del fin de la austeridad por decreto

Es uno de esos momentos en el que los Estados deben demostrar su verdadera esencia, su capacidad económica para poder soportar los efectos de la crisis, capacidad para soportar cifras altas de desempleo junto con ingresos fiscales reducidos sin que por ello se vean perjudicados la prestación que servicios que se han atribuido en casi monopolio. Esa es la teoría, la realidad es bien distinta. España tiene limitado su margen de maniobra por la deuda. Las prisas y nervios por levantar el estado de alarma, recuperar la libertad de movimientos, las reticencias a suspender el pago de impuestos o la cuota de autónomos son el reverso de la alegría de los viernes sociales y del fin de la austeridad por decreto. Pedro Sánchez nos dijo que teníamos que ser comprensivos entre nosotros a la hora de reclamarnos pagos y cobros. Nadie se va a quedar atrás, nadie va a avanzar.

Desde el principio de la crisis sanitaria España ha reclamado una respuesta conjunta de la Unión Europea. El Gobierno lo necesita por dos motivos: uno, diluir la responsabilidad de su gestión en la prevención de la pandemia, la globalidad como consuelo; dos, necesitamos que nos presten más dinero para poder hacer algo más que avalar la deuda de los particulares y no se note mucho que esta crisis la vamos a pagar entre todos, como todas las crisis.

La deuda es la bestia que dejamos crecer dentro del Estado del Bienestar y nos devora

La deuda es la bestia que dejamos crecer dentro del Estado del Bienestar y nos devora. Lo que no se quiso hacer años atrás por miedo a perder poder, frente al creciente populismo de los que cargan contra cualquier colectivo haciéndolos culpables de todos los males (millonarios, inmigrantes son los nuevos judíos), vamos a hacerlo ahora, da igual lo que votemos, cualquier gobierno estará limitado. Conoceremos el verdadero significado de lo que son recortes y no cesarán hasta que matemos a la bestia; y así, en la siguiente pandemia, además de prevención y mascarillas, tendremos una oportunidad de poner una pica en Flandes y hablar de bienestar por derecho y no por obligación.      


Ignacio Gil Ruiz es economista

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