MURCIA (EP). Los diferentes equipos de investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) están centrando sus investigaciones sobre el Párkinson en entender las bases moleculares, funcionales, celulares y genéticas del Párkinson para poder mejorar los actuales tratamientos y ralentizar o, incluso, detener la progresión de la enfermedad.
Se trata de una patología que, según datos de la Federación Española del Párkinson, afecta actualmente a unas 160.000 personas en España y a más de siete millones de personas en todo el mundo. Es un desorden crónico y degenerativo de una de las partes del cerebro que controla el sistema motor, y que se manifiesta con una pérdida progresiva de la capacidad de coordinar los movimientos, entre otros síntomas no motores, como la depresión o las alteraciones del sueño.
La mayoría de las estrategias terapéuticas actuales para luchar contra el Párkinson van encaminadas a solucionar la acumulación de la proteína alfa-sinucleina, ya que su concentración en forma tóxica es uno de los factores desencadenantes, no solo de la muerte de las neuronas dopaminérgicas, sino también de la propagación de la enfermedad en el cerebro célula a célula.
"Es posible que la degeneración de las neuronas dopaminérgicas ocurra durante un largo periodo de tiempo desde que las neuronas sufren las primeras alteraciones funcionales hasta su claudicación y muerte. Entre las posibles estrategias terapéuticas, nuestro grupo está interesado en el aclaramiento de la acumulación de la proteína tóxica alfa-sinucleina y la potenciación de la función de los lisosomas, cuyas deficiencias están asociadas a los daños neuronales de la enfermedad", ha explicado la investigadora del CSIC que dirige el equipo de Neurobiología de los ganglios basales en el Instituto Cajal, Rosario Moratalla.
Entre las investigaciones que lleva a cabo este grupo de científicos, destaca la identificación de los circuitos neuronales y las neuronas específicas responsables de los síntomas no motores de la enfermedad, como la ansiedad y depresión, que se manifiestan en estadios tempranos. También del estudio a nivel molecular se centra el grupo de Neurofarmacología de Sistemas del Instituto de Investigaciones Biomédicas de Barcelona (CSIC).
Asimismo, los investigadores Francisco Artigas y Analia Bortolozzi han liderado el diseño de varias estrategias terapéuticas mediante oligonucleótidos antisentido (una técnica utilizada en otras enfermedades, como la atrofia muscular espinal) para el tratamiento del Párkinson.
Por su parte, el grupo de Mecanismos Moleculares de Neurodegeneración del Instituto de Investigaciones Biomédicas de Barcelona (CSIC), dirigido por el investigador del CSIC Ramón Trullas, estudia los procesos que regulan la replicación y transcripción del ADN mitocondrial en las neuronas y los fibroblastos (las células que actúan como el sostén de la piel) de pacientes con Párkinson familiar e idiopático.
"El ADN mitocondrial es el genoma que permite a unos orgánulos denominados mitocondrias proporcionar la principal fuente de energía a las neuronas para sobrevivir. La hipótesis es que la degeneración de las neuronas dopaminérgicas durante la enfermedad se produce por una incapacidad de las mitocondrias de proporcionar suficiente energía. Recientemente, en colaboración con investigadores del Hospital Clínic de Barcelona, hemos descubierto que existe una reducción de la replicación y transcripción del ADN mitocondrial en los fibroblastos de pacientes con Párkinson familiar e idiopático", ha dicho Trullas.
El conocimiento sobre los mecanismos de regulación del genoma mitocondrial en neuronas permitirá a los investigadores acercarse cada vez más a la posibilidad de identificar fármacos capaces de incrementar el número de copias de genoma mitocondrial en neuronas e incrementar así su capacidad energética para impedir su neurodegeneración.
Durante las últimas décadas, los científicos han centrado sus esfuerzos en encontrar fármacos para evitar la muerte de las neuronas dopaminérgicas, las principales afectadas durante la enfermedad. Un problema importante es que, cuando la enfermedad es diagnosticada, ya ha sido dañado un porcentaje elevado de estas neuronas de forma irreversible.
Por ello, los investigadores están explorando diferentes mecanismos neuroprotectores, destinados a proteger las neuronas dopaminérgicas que todavía son funcionales, mediante terapias génicas o farmacológicas. Es el caso del grupo Química Médica y Biología Traslacional del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas (CSIC), que trabaja en buscar fármacos eficaces para tratar y prevenir la enfermedad.
La estrategia se basa en la modulación de diferentes dianas, como las proteínas quinasas, que permitan interferir con el proceso neurodegenerativo. También trabajan en el campo denominado 'steamistry', que busca la modulación de mecanismos endógenos de reparación neuronal mediante el empleo de pequeñas moléculas.
"Hemos identificado ya diferentes familias de compuestos con un mecanismo innovador, el cual evita la muerte de las neuronas dopaminérgicas. Estos compuestos han mostrado eficacia en modelos animales que emulan la patología de la enfermedad de Párkinson", ha recalcado la investigadora del CSIC Ana Martínez, cuyo equipo ha llevado diversos candidatos a fármaco a fases clínicas.
"También hemos descrito una nueva diana, la proteína CEBPB, cuyo silenciamiento atenúa la inflamación que subyace a la enfermedad de Párkinson, así como la degeneración de las neuronas dopaminérgicas. Indudablemente, todas estas nuevas terapias tienen que ir dirigidas a proteger las neuronas que aún no están dañadas, a frenar el progreso de la neurodegeneración para ralentizar o, incluso, detener, el progreso de la enfermedad", ha detallado Pérez Castillo.
Al mismo tiempo, la investigadora Carme Solà, que trabaja en el Instituto de Investigaciones Biomédicas de Barcelona (CSIC), dirige el grupo Neurobiología Celular, centrado actualmente en el estudio de la neuroinflamación, un proceso característico de las enfermedades neurodegenerativas relacionado con el progreso del Párkinson.
"Nuestra hipótesis de trabajo es que, actuando sobre mecanismos implicados en la regulación de esta inflamación, se podría contribuir a ralentizar el avance de la enfermedad. Hemos detectado alteraciones en mecanismos implicados en la inhibición de la neuroinflamación en modelos experimentales de Párkinson tanto in vitro como in vivo y en el cerebro de pacientes. Además, hemos observado que potenciando dichos mecanismos se puede disminuir el daño neuronal en ratones", ha zanjado Solà.