MURCIA. Benidorm. Todo sigue casi igual en Benidorm. Hay menos turistas, pero hay turistas. Hay menos obras en marcha, pero el ladrillo nunca duerme. Este polo turístico está a medio gas, pero ese gas… ¡qué gas! Más potente que el hexafluoruro de azufre. Benidorm no se acaba, es nuestra identidad.
En algún momento a Gema Amor, pura raza y esencia del PP alicantino, se le ocurrió el lema “Benidorm es amor”. Un juego de palabras, un insight, que explicaba el magnetismo que ejerce la urbe, a la que siempre se vuelve, física o literariamente. Quizás es por esa fuerza centrípeta, vuelve —más o menos— el Festival Internacional de la Canción de Benidorm, llamado hasta 2003 ‘Festival Español de la Canción de Benidorm’, que comenzó su singladura en 1959. Este regreso es posible por el convenio de colaboración que ha firmado RTVE con la Generalitat Valenciana y el Ayuntamiento del municipio. Benidorm acogerá un espectacular —prometen— evento musical para elegir al representante de España en Eurovisión 2022.
Hace dieciséis años Benidorm estaba enamorada de la música. El Festival Internacional de la Canción de Benidorm se celebró con periodicidad anual, siempre en verano, desde 1959 hasta 2006. El formato de esta cita festiva se inspiró en el Festival de la Canción de San Remo, creado en 1951. El festival era una herramienta más para publicitar Benidorm y los sonidos del alma typical spanish.
Pedro Zaragoza Orts, el alcalde de la ciudad y promotor del tipo de turismo que configuraría la ciudad, se reunió con el escritor y periodista Carlos Villacorta, director del gabinete de prensa de la Secretaría General del Movimiento, y el periodista Teodoro Delgado Pomata. Estos tres hombres y la Red de Emisoras del Movimiento, quien organizaría el primer certamen, dieron el sí a un encuentro que desde el primer momento tuvo un éxito apoteósico. El Dúo Dinámico, Raphael, Bruno Lomas, o Julio Iglesias fueron algunos de los artistas en cartel. Voces que por aquel momento estaban consideradas como emergentes figuras emergentes de la canción ligera española.
La Transición trajo un catálogo musical más amplio y alternativo, y con él, cierto desinterés por el festival. Tras varias ediciones apostando por sonidos distintos —Aerolíneas Federales, Seguridad Social, Alphaville— en 1986, el festival fue cancelado. Desde 1993 a 2006 el Festival Internacional de la Canción de Benidorm volvió a celebrarse sin pena ni gloria ni cobertura mediática.
El festival de Eurovisión también tiene sus orígenes en el Festival de San Remo. Marcel Bezençon, expresidente de la Unión Europea de Radiodifusión, tuvo la idea de crear un acontecimiento musical que uniera a través de la música a diferentes naciones. El 24 de mayo de 1956 se celebró la primera cita en la que tan solo participaron siete países. En el festival de este año, celebrado en Rotterdam, hubo treinta y nueve participantes. Por cierto, Reino Unido no se llevó ni un punto y Bielorrusia fue desclasificado por incumplir las normas colando mensajes políticos en su canción.
Con el fin de la Guerra Fría llegó la distensión entre las tiranteces diplomáticas. En esa misma época se produjo un movimiento estratégico por el que la Unión Europea de Radiodifusión, encargada de la retransmisión y producción del festival, absorbió la red de Intervision, la Organización Internacional de Radio y Televisión de Europa del Este. Los cambios en el mapa político producían un aumento de participantes, sobre todo con la desintegración de Yugoslavia en 1992. Muchos de los países del antiguo Bloque del Este, que participaban en la versión del festival que producía Intervision, hicieron cola para competir.
Aunque Eurovisión comience por el prefijo ‘euro’, no tiene relación directa con la Unión Europea. He aquí el motivo de que países como Marruecos, Israel, Chipre, Azerbaiyán, Georgia o Australia hayan participado.
España participó por primera vez en 1961. En ese año, Conchita Bautista logró la novena posición con la canción Estando contigo. Siete años después, Massiel se comía Londres con su La, la, la. Al año siguiente, España volvería a ganar gracias a Salomé, que interpretó Vivo cantando. En 1999 nuestro país entró en el llamado ‘Big Four’, el cuarteto de países que pasan directamente a la final, sin tener que luchar en la fase de clasificación para la final. En 2011 Italia entró en el club y se llamó —nadie se va a sorprender— ‘Big Five’. ¿Y por qué este trato preferente? Como siempre, por la pela. Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y España son los cinco mayores contribuyentes a la Unión Europea del grupo de Radiodifusión.
Durante los primeros episodios de la historia del Eurovisión se exigía que los participantes que cantasen en el idioma oficial de su país —esto nos dejó canciones icónicas como Nel blu dipinto di blu, conocida popularmente como Volare, interpretada por Domenico Modugno—. Los compositores consideraron que si los jueces podían entender el contenido, sería más fácil lograr el éxito, por lo que optaron por fórmulas como el La La La". Casi en los ochenta, la regla del idioma cayó, y los letristas pudieron componer con libertad idiomática.
Eurovisión es kitsch con pasaporte internacional. Por el certamen han pasado, entre otros, Conchita Wurst, Paloma San Basilio, Julio Iglesias, Raphael, ABBA, Céline Dion, Al Bano y Romina Power, Las Ketchup, Baccara o t.A.T.u., pero también Franco Battiato y Françoise Hardy. El proyecto de unidad europea se escribe a base de canciones y coreografías.
En Empire of Song : Europe and Nation in the Eurovision Song Contest Dafni Tragaki confiesa que no es fan de Eurovisión pero que disfruta “de la fantasmagoría mediada de la canción anual Grand Prix de Eurovisión que atrae a millones de escopófilos en otras partes del mundo, que comparten la ‘pasión por lo real’ y ‘el efecto espectacular de ello. Para todos los espectadores, Eurovisión tiene el poder de captar nuestra atención, de ‘suspender nuestra percepción. Es una fiesta mediática que transforma la experiencia de la modernidad europea y sus vidas posteriores en un asombroso entretenimiento musical: el entretenimiento de Europa que se crea, disputa y celebra anualmente en la música. (…) Año tras año somos invitados a engendrar y reflexionar sobre nuestro yo europeo / nacional en las interpretaciones de canciones que encontramos deslumbrante, o cliché, excéntrico, sentimental, kitsch o camp. Sin embargo, nos complace participar en los regímenes sensuales de la europeidad constituidos en los sonidos controvertidos de la canción de Eurovisión, nos gusten o no. Posiblemente porque lo significativo del espectáculo no es tanto lo que vemos como lo que vemos. Mientras miramos a Europa, Europa también nos mira a nosotros”.
En palabras del investigador en sociología Paul Allatson, “El verdadero fenómeno de Eurovisión es que, a pesar de las divisiones políticas y los choques culturales, tanto como las diferencias en los gustos musicales, ha fomentado la integración y la unión europeas. También es relativamente único al brindar a la audiencia de televisión paneuropea la oportunidad de participar simultáneamente en ser europeo y determinar un resultado, colectivamente, fuera de la política del estado nacional. Y aunque las persistentes tensiones políticas perdurarán, este referéndum anual de cultura popular continúa brindando un espacio para pertenecer, y claramente vale la pena cantar sobre eso”.