MURCIA. Los lunes difícilmente se auguran un buen día. Es uno de los tópicos que, por desgracia, más se cumplen. Pero ayer la bomba cayó por el lado más inesperado: el cierre de la revista Rockdelux, tras 35 años de vida (en el sentido más consciente de la palabra vida). El proyecto liderado por Santi Carrillo ha conseguido mantener la edición en papel de una revista cultural de manera independiente hasta hoy. Una vez leída la despedida, llegó el momento del duelo, y eso también habla del éxito de una revista. En primer lugar, los colaboradores y colaboradoras, que fueron los primeros en enterarse, destacaron lo ilusionante que era participar en él y la profesionalidad con la que la editorial había tratado a quién escribiera en ella. Una de las señas de identidad de Rockdelux fue pagar a los y las periodistas, en un momento en que remunerar textos se considera seña de identidad y no la normalidad, más bien la nueva normalidad. Más tarde, vendrían los lamentos de los lectores y lectoras más asiduos, también del propio sector cultural en general y del musical en particular, que perdían una de las ventanas con más prestigioso del país. Más tarde llegaría el momento de las culpas: que si el modelo de festivales, que si -como los documentales de La 2- Rockdelux lo leía todo el mundo pero no lo compraba nadie, que si el papel está muerta, que si el digital no es suficiente, que si la industria no cuida a los medios de comunicación que la aupan... Que si.
La historia de Rockdelux es brillante por muchas cosas. Nació en 1984, con la oleada de tendencias musicales, cuando el rock sonaba diferente en cada ciudad y cuando el tráfico de canciones se había vuelto mucho más fluido en España. La revista ha sido siempre actual, abierta y rigurosa. Cuando las modas empezaban a morir, Rockdelux ya estaba contando qué era lo siguiente: nunca fue conservadora y nunca le faltó el respeto al pasado. La revista mantuvo, durante 35 años, un carácter puramente prescriptor. Se trataba de una herramienta con la que reposar tus gustos y descubrir otros nuevos. Hacerlo de manera diferente y profunda (y muchas veces en el periodismo musical, lo profundo ha sido lo diferente) le ha mantenido, no solo como una buena cantera de firmas, sino como parte indispensable del autodescubrimiento musical de cada lector y lectora.
Se cierran 35 años de música, pero también de cine, de libros y puntos en común. De entrevistas, de reportajes, de crónicas y de CD de regalo. Rockdelux nunca presumió de nada, pero ayer decidió no pecar de falsa modestia. "Tras unos primeros pasos vacilantes, heredados de una etapa editorial previa, tomamos el timón de la cabecera y la convertimos en un punto de referencia de la prensa musical y cultural en España. Hay que decirlo sin falsa modestia, incluso en estos momentos desoladores. Preservando una férrea independencia, y aun con errores, nos mantuvimos firmes en nuestro objetivo a lo largo de más de tres décadas y media. Basta con repasar los casi cuatrocientos números de la revista para dar fe de ello", rezaba el comunicado. Y difícilmente alguien puede negar la máxima.
Recuerdo vagamente comprar por primera vez la Rockdelux con unos 16 años, cuando empecé a tomar las riendas de mi biblioteca musical, cuando me di cuenta de que me gustaba la música y que no me conformaba con lo que pusieran mi padre y mi madre en la radio de casa. Mi punto de partida fue el grupo Franz Ferdinand, que apareció de una manera aleatoria en mi vida y devoré hasta la saciedad durante aquella época. En todo caso, fue un catalizador, el principio de una sed que esperaba que Rockdelux me calmara durante unas semanas. Fue la primera revista que me leí de la primera a la última página, entendiendo pocos nombres y poca terminología, pero sin quitarme las ganas por corregir las carencias del principiante. En esa época, Rockdelux y otras muchas cosas fueron el comienzo de algo en mí, como lo ha sido durante 35 años para miles de personas a diferentes niveles. Que unas decenas de páginas, unos papeles grapados, signifiquen algo para alguien es maravilloso.
Nunca me compré dos números seguidos, nunca la vigilé tan de cerca. Puede que sea -en parte- culpable de su cierre... Sea como sea, una revista, un medio de comunicación, un grupo, un proyecto cultural, pocas veces buscan ser héroes. Yo no buscaba héroes ni galos culturetas que resistieran los envites de la industria y las tendencias de consumo. Solo alguien que me prescribiera, que me educara, que me contara las cosas con rigor, sin paternalismos, de manera profesional. Durante 35 años, Rockdelux ha sido el máximo exponente de ello en España. Por eso ayer lunes, el tópico se cumplió a rajatabla. ¡Larga vida a Rockdelux!