MURCIA. "Lo que hace un escritor suele ser estar encerrado en su gabinete, escribir, los líos con los editores, alguna infidelidad extramatrimonial y poco más. Las vidas de los escritores suele ser muy aburrida, francamente. La de Blasco es apasionante”. Así empieza el documental Blasco Ibáñez, el gaucho, que presentará el director Juan Pablo Palladino Tyrrell el próximo lunes en el festival internacional de cine de autor Films Infest de Palma de Mallorca.
El documental se centra en los cuatro años en los que Blasco Ibáñez dibujo su utopía: una colonia que se basara en los valores de un nuevo mundo y que lo alejara de la literatura para vivir su vertiente más política. Con él, 60 familias valencianas fundaron dos asentamientos en la región de Corrientes, Nueva Valencia y Cervantes, que acabarían siendo un fracaso por la mala planificación del propio Blasco Ibáñez y el contexto socioeconómico de un mundo a las puertas de su primera Guerra Mundial.
Fue en 1911 cuando, tras el desgaste político que sufrió tras años intenso de vida política en València y en España, decidió trasladarse a una Argentina llena de esperanzas. La promesa de una vida mejor le abocó a escribir que dejaba la literatura para ser colono, se hizo con dos terrenos en un lugar “que le recordaba a Valencia” (hasta encontró una Albufera de allá).
Anunció entonces en el periódico El Pueblo su idea para reclutar a familias que se dedicaran a la agricultura para plantar arroz. Y con él se fueron quienes, cuando el proyecto fracasó, se quedaron y cambiaron la cultura de la región de Corrientes. Ahora la paella o las canciones tradicionales valencianas no son extrañas en la provincia argentina, que ha seguido manteniendo la influencia de las familias migrantes a través de la tradición oral.
Sería unos pocos años después de la puesta en marcha de su sueño, con muchísimos gastos para iniciarlo y ningún beneficio, cuando Blasco Ibáñez intentaría, vendiendo todas sus propiedades en València (a excepción de su chalet en la Malvarrosa), un último empuje. Y tras ello, el abandono de ese proyecto, que las familias también irían vaciando con el paso del tiempo, trasladándose a otras ciudades argentinas.
El destino tendría reservado para Blasco Ibáñez un futuro brillante, el de la época dorada de su producción literaria, que lo convertiría en un voz relevante en el panorama internacional y en un autor codiciado en los estudios de Hollywood.
Juan Pablo Palladino Tyrrell recoge esta historia a través de los testimonios de estudiosos y estudiosas de la vida y obra de Blasco Ibáñez, pero también a través de algunos de los descendientes de aquellas familias que acompañaron al escritor en su locura transatlántica.
El film también aborda los conflictos políticos de un personaje como el escritor valenciano cuya dimensión ideológica tal vez sea una sobre la que menos se ha alumbrado bibliográficamente. Sus fuertes convicciones republicanas, liberales, y conservadoras en lo social le condenó -finalmente- al ostracismo en los círculos literarios de la época. El hastío por el contexto político nacional y el sueño de construir su utopía fueron las principales motivaciones de su viaje.
Rodado entre paisajes valencianos y correntinos, Blasco Ibáñez, el Gaucho dura más de 80 minutos. Para musicalizarlo de forma coherente con la alternación de geografías valencianas y correntinas, el director empleó piezas del grupo de música mediterránea Urbàlia Rurana y del compositor argentino residente en Madrid de estilo Chamamé (género recientemente declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO) Yayo Cáceres.
Además de testimonios de descendientes de personas valencianas que emigraron con Blasco Ibáñez y de especialistas en la trayectoria del escritor valenciano, el documental se realizó gracias a la colaboración logística y al fondo fotográfico aportado por la Fundación Centro de Estudios Vicente Blasco Ibáñez y la Casa Museo Blasco Ibáñez de València.