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crítica de cine

'Bacurau': una ‘Fuenteovejuna’ brasileña, lisérgica y gore

15/05/2020 - 

MURCIA. Con su anterior película, Doña Clara (2016), el director brasileño Kleber Mendoça Filho ya dejó claro que el suyo era un cine de lucha en tiempo real contra la indefensión que sufre el ciudadano medio frente al poder represivo y autoritario de su país.

En Doña Clara, la protagonista (sublime Sonia Braga), era una mujer capaz de plantar cara al sistema. Era el suyo un acto de rebeldía frente a las imposiciones, de resistencia y dignidad, de determinación a la hora de negarse a los designios de una empresa inmobiliaria que la intimidaba para que abandonara su casa y así poder especular con ella.

Ahora, Mendoça Filho regresa al cine de reivindicación alegórica, pero desde una perspectiva radicalmente diferente. Mientras Doña Clara era una película serena y luminosa que se contagiaba del carácter vital de una mujer que sobrevive a una grave enfermedad, Bacurau (dirigida junto a Juliano Dornelles) se presenta como una oscura y rabiosa metáfora sobre la corrupción política y la pérdida de principios morales en un mundo en avanzado estado de descomposición.

El tema que vertebra ambas películas es el mismo, la lucha de los débiles contra los poderosos, la necesidad imperiosa de plantarle cara al sistema dejando a un lado el conformismo y, aunque se esté en inferioridad de condiciones, no dejarse pisotear e intentar reivindicar a toda costa la identidad, las raíces y la libertad.

Si en Doña Clara asistíamos a la radiografía íntima de la vida de una mujer madura, en Bacurau el tándem de directores nos ofrece un cóctel de géneros de lo más sugestivo en el que hay espacio para la ciencia ficción, el spaguetti-western y el realismo mágico, incluso el documental antropológico, llevándonos casi sin darnos cuenta de John Carpenter a Glauber Rocha y su película Antonio das mortes (1969), que se convierte en una referencia directa, de Sam Peckinpah a Jodorowsky.

Nos situamos en el espacio geográfico conocido como el ‘sertão’ (Nordeste de Brasil), en un pueblo que no aparece en los mapas, Bacurau. Allí vive una comunidad de lo más variopinta (hay desde travestis a santeros) casi ancestral y de resonancias míticas, fuertemente unida por lazos de solidaridad y fraternidad, y que se encuentra cada vez más en peligro de extinción por culpa de un cacique local que primero corta el acceso al agua para después mandar a unos mercedarios para acabar con todos los habitantes por oponerse a sus abusos.

Desde los primeros compases de la película, la muerte será un elemento presente. Ataúdes por la carretera y una celebración fúnebre tras el fallecimiento de una de las matriarcas del pueblo, Carmelita. Poco a poco esa pulsión se irá haciendo más y más presente y física, hasta la aparición de un grupo de asesinos (capitaneados por Udo Kier) cuya máxima ambición es contar los cadáveres que dejan por el camino. Entonces la violencia adquirirá un sentido más preciso y servirá para desencadenar la catarsis de los oprimidos en una especie de Fuenteovejuna gore.

Puede que el discurso de Bacurau no se caracterice precisamente por la sutileza (su carácter de soflama anti-Bolsonaro queda clara), pero sí resulta realmente extraordinaria la forma en la que los directores manejan los tonos y son capaces de configurar un universo que se queda incrustado en la memoria y en el que encontramos todo un cúmulo de elementos difíciles de aglutinar que nos llevan de la miseria más absoluta a la aparición de drones espía que parecen platillos volantes, pasando por una reactualización de los cangaceiros, demostrando así que el rico acervo popular de la zona sigue resonando en la memoria actual, así como el espíritu combativo del Nuovo Cinema Brasileiro de los años sesenta y el Tropicalismo (se incluyen temas de Gal Costa o Geraldo Vandré).

Bacurau es una fábula psicotrópica y lisérgica (las sustancias alucinógenas revelan, todavía más si cabe, la naturaleza marciana de la propuesta en determinados momentos) tan sorprendente como adictiva y memorable en la que hay lugar para la crítica al colonialismo salvaje, al racismo y al enfrentamiento ideológico, pero siempre desde una perspectiva profundamente desprejuiciada y de naturaleza exploit, en la que resulta imposible saber qué locura o imagen (grotesca, épica, icónica) ocurrirá o veremos a continuación.

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