INMERSIÓN EN LOS CÓDIGOS SEXUALES

Arte transgresor contra la plumofobia

Bartolomé Limón crea una línea de textiles con mensajes que ayudan a visibilizar lo queer y luchan contra la plumofobia desde lo cotidiano

29/11/2019 - 

—¿Quedamos entonces?  
—Vale, pero dos cosas: no soporto la pluma y no te conozco si nos vemos fuera del lugar.
—Pues, fíjate, no tengo pluma (lo cual no considero ni positivo ni negativo) pero me ha dado tanto asco lo que has dicho que no pienso follar contigo. 

La conversación se extrae de un pantallazo de Grindr, la aplicación de citas sexuales más popular entre gays. Se hizo viral en los últimos días en forma de tweet, uno de tantos. Hay hilos de conversación con denuncias de ese comportamiento prácticamente a diario. Hashtags y perfiles comprometidos para denunciar la persistente homofobia. A la que ahora se añade la plumofobia: una muestra de autodesprecio que azota desde dentro del propio colectivo. Muchos hombres bisexuales y gays quieren sexo con hombres que cumplan con un código de masculinidad adscrito a los roles de género convencionales. 

Ante este fenómeno, aparece una respuesta desde el mundo del arte. Bartolomé Limón, un joven artista de Huelva, que termina su formación en Valencia, ha plasmado los estudios de conductas sexuales en un trabajo artístico pormenorizado sobre los códigos existentes desde los albores del colectivo gay, en la cultura neoyorkina. El más conocido: pañuelos de colores que, mediante sus posiciones, los hombres expresaban públicamente sus preferencias sexuales. Del sexo anal al bondage, pasando por el fisting: cada fetichismo tenía una tonalidad, que se podía colocar en un bolsillo y otro, dependiendo de la preferencia para liderar la acción. Un universo que todavía hoy puede resultar tabú cuando se comenta abiertamente, con sus palabras naturales: hablar de sexo sigue provocando rechazo.

De ahí nació su instalación Código de pañuelos (Hanky code), que muestra los doce colores más popularizados en los primeros pubs, con sus significados explícitos. Esta vez, en telas bordadas que ilustran la realidad ocultada. "Eran bordados lineales y que recurrían a la tradición, a una especie de fetiche que me hacía mucha gracia", se justifica Bartolomé. El trabajo final de master de producción e investigación artística incentivó que aflorase su relato estético sobre la historia queer. "Decir lo que te gusta en sexo explícitamente parece que está mal visto. Antes se omitía mediante el lenguaje del pañuelo; hoy en Grindr se buscan códigos mediante emojis para no decirlo abiertamente".

"Llevé al código de pañuelos la teoría de Michel Focault, aquello de visibilizar el discurso, que lo silenciado hablase"; así Limón inferfiere entre la represión y la realidad

Al interaccionar con la realidad valenciana, el pañuelo redobla su significado. "Las primeras Fallas que pasé aquí descubrí que aquí el pañuelo fallero se utiliza como elemento de código, para identificarse; es un complemento que asocié también a la tradición de la mocadorà de Sant Dionís y todas las connotaciones de sexualidad que hay en València. Me hicieron recordar aquellos usos de los complementos. De hecho, el primer pañuelo de fallero que tuve fue un regalo de alguien que intentó ligar conmigo. En la resaca de esas fiestas, me vino la inspiración para bordar en él motivos relacionados con sexo", explica Limón, que reconoce una fascinación por el simbolismo de lo sexual, sobre todo cuando aparece la autocensura.

El accesorio que sirvió para expresar lo tabú y lo prohibido, se convierte en bastidor para manifestarse públicamente contra la discriminación, contra la intolerancia hacia determinados gustos sexuales. "Decir lo que estás buscando con palabras implica una cierta identificación; y este trabajo me llevaba a buscar el canon de persona que quiere expresarse así, que quiere romper con la corrección". Para Bartolomé Limón, el hecho de mostrar estos pañuelos sexualizados significa hacer activismo por el colectivo. Los complementos los ha cosido y regalado, y la idea es que se los ponga el público cuando asiste a las mascletàs. "Cuando lleguen las Fallas haré unos cuantos más". Ahora hay varios modelos. Uno, que muestra una felación, y aparece rotulado como Dolçaina. Otro, con una pareja de hombres desnudos y unas flores, es una alegoría a la Ofrenda

"Tenemos que defender los espacios del colectivo porque con ellos va parte de nuestra cultura; por ejemplo, la primera librería LGTB de España fue valenciana [El Cobertizo] y se ha perdido"

El soporte artístico, Bartolomé lo encuentra en una referencia muy cercana y familiar: su madre es bordadora, y desde pequeño aprendió las técnicas de la costura. «Aunque lo definitivo que me hizo lanzarme a trabajar con telas fue una exposición de Louise Bourgeois en el Museo Picasso de Málaga», una antología en la que las obras lanzaban mensajes desde una creación artesanal, cargada de feminismo, de afectos hacia la labor tan delicada como zurcir una tela. Ahora, el artista ve extrapolable su trabajo a todos los complementos tradicionales: "me parece tan interesante intervenir un pañuelo de fallero como un mantón de Manila para Sevilla, de hecho estoy trabajando en una línea de mantones bordados con iconografía del mundo lésbico, porque entre las folclóricas también se ha ocultado mucho".

Entre otras acciones, también ha diseñado una serie de cojines de plumas contra la plumofobia. "Me gusta jugar con la ironía y con el humor, con la risa que nace del desconocimiento, que también tiene mucho de sexual; hacer un cojín relleno de plumas que muestre el eslogan no pluma es una contradicción, pero es que, al fin y al cabo, no hay una aceptación generalizada de la homosexualidad". El trabajo de Bartolomé Limón se bifurca entre el sexo y las herencias; investiga en la repetición de patrones y en las contradicciones cuando se analizan los avances en la cultura de la diversidad.

De hecho, pocos cambios se advierten con el paso de los años. Bartolomé compagina su formación y su obra artística con el trabajo en la barra de un sex-bar, un cuarto oscuro donde cada noche los hombres van en busca de sexo. "Y veo que todo se repite, incluso los códigos de pañuelos; desde allí reconstruyo de la imagen existente dentro del propio colectivo hacia un bar gay; y debo decir que ante lo que algunos piensan, es un bar normal. Frente a las apps, el cara a cara obliga a ser más respetuoso y amable. En persona pueden contestarte que no les interesas, pero nadie te va a decir no arroz", un eufemismo insultante hacia los asiáticos, que forma parte de una batería de ataques y eufemismos xenófobos impropios de un colectivo que todavía sufre agresiones e intolerancia a diario. "En redes sociales se ofende y se perpetúan los estereotipos; en los bares descubres otras reglas, otra sexualidad", considera Limón.

CUANDO SURGIÓ EL MOVIMIENTO GAY EN STONEWALL PEDÍA PLURALIDAD,  REIVINDICABA DIFERENTES TIPOS DE HOMBRES GAYS. BARTOLOMÉ LIMÓN HACE UNA RELECTURA DE LA TEORÍA QUEER Y DEL CANON DE MASCULINIDAD

Desde los años 70 hasta ahora, los códigos de preferencias sexuales se mantienen. Sigue vigente el lenguaje del film Cruising (William Friedkin, 1980), y los bares han mantenido ese ambiente cargado de eventos fetichistas. Sin ir más lejos, en varios locales valencianos, un día a la semana es necesario desprenderse de toda la ropa nada más entrar. Un juego que permite ser más descarados, pero que, a pesar de las facilidades actuales para encontrar experiencias, continúa vigente en las generaciones más jóvenes. Hoy, en el club más popular de Ruzafa también se secundan las fiestas no-pants.

"Me daría mucha pena que se perdiera la esencia de barrios como Chueca, como se perdió la primera librería LGTB valenciana, porque con su existencia se hace activismo. De hecho, las manifestaciones del Orgullo las siguen encabezando las discotecas y los bares". La herencia del colectivo está en riesgo, para Bartolomé. Ese motivo le lleva a seguir profundizando en la investigación artística que parte de la propia sociología de la sexualidad. La pluma, seguirá siendo un elemento a reivindicar: «encuentro como más construido el rol de la masculinidad, que normaliza, que el de la pluma; para mí la masculinidad es un camuflaje para que no nos alejemos de la heteronormatividad».

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