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Apuntes para el inversor: marzo ventoso y abril lluvioso, hacen de mayo florido y hermoso... ¿O no?

Detectar en nuestras carteras los negocios que pueden caer es el primer paso a dar; mejor liquidar y perder un 40% que no todo como advierte el experto

9/04/2020 - 

VALÈNCIA. Cuando el mercado corrige un 35% en un mes y empezamos a escuchar términos como ‘evento de cola’ o ‘cisne negro’, tendemos rápida e intuitivamente a buscar referencias de situaciones anteriores en la historia por las que han transcurrido los mercados que nos ayuden a entender qué podemos esperar. La referencia más cercana, y todavía presente en la memoria colectiva, nos lleva a la recesión iniciada en 2008-2009, crisis que se gestó tras la acumulación de una serie de desequilibrios en la economía (elevado endeudamiento privado, comercialización masiva de productos financieros tóxicos, mala praxis de algunos agentes económicos, deficiente gestión del riesgo, políticas monetarias inadecuadas...). 

Una recesión que fue progresivamente superada en parte gracias a los estímulos en forma de flexibilización de políticas monetarias con inyecciones de liquidez y programas públicos de compra de activos, junto con bajadas coordinadas de los tipos de interés. Medidas que permitieron acelerar la recuperación pero que a, medio y largo plazo, están teniendo consecuencias no tan positivas, disparando el endeudamiento, aumentando el gasto público e incrementando el déficit, drenando finalmente potencial de crecimiento económico.

Pero la recesión iniciada hace algo más de una década puede no ser una referencia válida en esta ocasión. La razón es que el detonante de la fuerte corrección de los mercados y de la inminente recesión no es de naturaleza económica, sino sanitaria. Si bien existen de fondo elementos de tipo económico que suponen un reto a medio plazo, no están siendo estos factores los que están provocando el cambio de escenario, de hecho, la situación de partida previa al inicio del brote pandémico era indudablemente mejor que la existente en 2008, con la mayoría de economías desarrolladas prolongando su fase madura del ciclo y con menores, pero en cualquier caso positivos, crecimientos del PIB.

La respuesta en términos de política económica no se ha hecho esperar y se ha anunciado una batería de estímulos que eran los esperables, basados de nuevo en medidas de corte monetario y fiscal, con el objeto de dotar de liquidez al sistema y minimizar el impacto que la caída de actividad va a tener en los agentes económicos. Estas recetas tienen en esta ocasión dos obstáculos que comprometen su efectividad. 

Dos obstáculos

El primero es el menor margen de actuación como consecuencia de partir de unos niveles de deuda pública, déficit y tipos de interés que no dejan mucho más recorrido, y que pueden llevar a que a medio plazo algunas economías eleven su endeudamiento hasta niveles que pueden ser preocupantes. Es previsible que países como Italia o España incrementen su deuda pública sobre el PIB cerca de un 15% ó 20% con estas medidas, partiendo de unos niveles ya de por sí elevados. Ello supone un lastre muy importante para el largo plazo y una factura pendiente que supondrá sacrificios y ajustes a futuro. En cualquier caso, dada la gravedad de la situación actual, es un debate que en estos momentos está fuera de la opinión pública. 

El segundo obstáculo se centra en que -al contrario que en la crisis de 2009- la actual caída en la producción no viene esta vez derivada de un shock de la demanda agregada, para el que medidas de estímulo monetario puedan suponer un revulsivo, incentivando el consumo y la inversión privada. 

Estamos ante un shock de oferta causado por la parada obligada de la actividad que tiene como efecto colateral una caída en la demanda por el incremento del desempleo y menor renta disponible. Los estímulos monetarios pueden proporcionar liquidez para evitar el bloqueo del sistema a corto plazo, pero difícilmente provocarán el retorno de la actividad. Lo que facilitará el repunte de la misma y devolverá la estabilidad a los mercados de activos de riesgo será la solución de la crisis sanitaria. Y es este punto, la posible evolución de la crisis sanitaria lo que genera mayor incertidumbre.

Son demasiadas las incógnitas que todavía siguen abiertas al respecto. Empezando por la estimación del impacto, con los difícilmente creíbles datos de contagios y decesos en China y por la dificultad para conocer las consecuencias del brote en occidente, tanto por la disparidad de métodos de contabilización entre países como por la falta de realización de suficientes y fiables tests. En la comunidad científica no hay todavía un consenso acerca del grado de inmunización de los pacientes que han superado la enfermedad, existiendo estudios que indican la posibilidad de que un individuo ya recuperado pueda volver a contagiarse.

Del hemisferio norte al hemisferio sur

Ciertos países del hemisferio norte están consiguiendo reducir el número de contagios y levantando las restricciones a la movilidad de la población, y algunos científicos apuntan a que la llegada del verano podría contribuir al control del brote.

La otra cara de la moneda es el hemisferio sur, que afronta un nuevo invierno en la fase expansiva del número de contagios. No es descartable un escenario de incremento mundial del número de infectados en los próximos meses por el aumento exponencial de contagios en países del hemisferio Sur, muchos de ellos con peores sistemas sanitarios, y menos recursos. De suceder, supondría de nuevo otro reto la llegada del invierno dentro de nueve meses en el norte. Esta dinámica sólo vería su fin a través de la implementación de medidas coordinadas aun más restrictivas de la movilidad a nivel mundial, cosa poco probable, o con la aparición de una vacuna o fármaco eficaz, que no se espera que vaya a estar disponible en menos de 18 meses.


La falta de visibilidad en la evolución de la pandemia impide hacer cualquier tipo de pronóstico serio y fiable en materia económica, lo que explica la enorme variedad de previsiones por parte de los distintos analistas y estudios, algunos de los cuales derivan en conclusiones sorprendentes a cerca de forma en la que la recuperación se materializará.

Para el inversor son tiempos de máxima cautela, tiempos que requieren de análisis rigurosos y realistas de la información y de no dejarse llevar por los movimientos pendulares del mercado ni por recomendaciones sin suficiente base analítica. La independencia en las recomendaciones de inversión juega un papel más importante que nunca, al igual que la racionalidad y el sentido común.

Batiendo récords negativos

Los mercados de renta variable han experimentado una corrección espectacular, batiendo todos los registros históricos de volatilidad y de velocidad y profundidad en las caídas. Son numerosas las oportunidades que surgen por valoración en la actualidad con un horizonte largoplacista, en unos mercados que volverán a su cauce en algún momento, pero es posible que el camino sea más largo y tortuoso de lo que buena parte de la comunidad inversora está descontando y serán muchas las empresas que se quedarán atrás.

Los inversores capaces de soportar un umbral de dolor superior al actual pueden encontrar hoy buenos negocios cotizando muy por debajo de su valor en libros, pero deben estar preparados para nuevos mínimos que puede que no lleguen en el muy corto plazo. Los inversores que hicieron los deberes y acumularon liquidez en los últimos 14 meses tras un 2019 tan positivo en bolsa pueden darse por satisfechos y mantener el activo preferencial en la actualidad, que no es otro que la liquidez. Y, en cualquier caso, tal y como sucedió en el ciclo 2008-20013 serán muchas las empresas que se quedarán por el camino. Detectar en nuestras carteras los negocios que pueden caer es el primer paso a dar, mejor liquidar y perder un 40% que no perder toda la inversión.

Jorge Pérez es director de Inversiones de Libertas 7

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