A estas alturas, podemos confirmar que no cabe duda de que el futuro pasa por reducir, reutilizar y reciclar. Aquellas palabras que tanto nos inculcaron en el colegio, que yo memoricé como si me las hubieran grabado a fuego en la retina, en el tímpano y en la piel. El despilfarro es cada vez mayor, el consumo no va a frenar, el medio ambiente está lejos de mejorar según las predicciones y a parte de rezar para algunos, solo nos queda aferrarnos a los pequeños gestos diarios que decidamos tener mientras procuramos no estresarnos por habernos dejado la bolsa de tela en casa (presente). Uno de estos gestos y el más mediático, reducir el plástico para no contribuir a que el mar se acabe convirtiendo en un verdadero vertedero. Pues bien, en esta batalla por reducir el plástico nacen alternativas como las tiendas a granel. Espacios que se dedican a la venta de productos, habitualmente alimentación y productos de limpieza, los cuales no van envasados, se sirven en bolsitas de papel o en los envases que lleves para rellenar. Y claro, todo va a peso. Se acabó llenar el carro de paquetes, botes y envases.

Hace poco menos de un año Abel y Sergio, de 30 y 36 años respectivamente, se unían para abrir lo que ahora se conoce como Nasty de Plastic. Después de varios años de amistad y algunas conversaciones para salvar el mundo, deciden unir fuerzas y montar un negocio por su cuenta. A uno de ellos, Abel, siempre le había rondado por la cabeza la idea de la tienda a granel ya que le enamoraba el estilo de vida que había detrás. Además, y en esto le entiendo bastante bien, no tenía ninguna tienda de este tipo cerca de casa y se le complicaba la labor de reducir los plásticos y esas cosas. Así que a falta de una, se la monta él. Al entusiasmo de Abel se une la iniciativa de Sergio, un empresario que sabía que en algún momento emprendería. Así que se juntan la idea y el motor, para dar salida al proyecto.