Un libro repasa a través de 300 establecimientos y más de 800 fotografías la historia de Cartagena contada a través de sus bares y las publicidades de estos. Lo recaudado irá a beneficio de la Asociación Española Contra el Cáncer.
CARTAGENA. La historia de una ciudad se puede contar a través de los bares, locales referencia y que con su existencia o desaparición cuentan las vivencias de quienes hicieron vida en la ciudad. Algo de esto intentan contar el cronista oficial de Cartagena Juan Ignacio Ferrández y Ángel Vicente Roig con su libro Hostelería Antigua de Cartagena y su publicidad. A través de más de 800 fotografías de más de 300 establecimientos y de 900 ilustraciones publicitarias, los autores repasan la historia de Cartagena a través de esos bares que siguen en la memoria de los más mayores de la ciudad. Un libro cuyo precio íntegro va a parar a la Asociación Española Contra el Cáncer.
Al repasar los bares que han marcado la historia de la ciudad, la nostalgia es inevitable. La hostelería de ahora, como el mundo, es muy diferente. "La hostelería ha cambiado mucho. Es lo que marcan los tiempos. Antes eran auténticos profesionales, gente que se había criado en un bar y que con suerte, después de 20 años, podían montar su propio negocio. Ahora eso ha cambiado mucho. Quitando la gente que se forma en la Escuela de Hostelería, la mayoría de gente que trabaja en hostelería no es por vocación", cuenta Juan Ignacio Ferrández, coautor del libro.
Los años han cambiado la fisionomía de todas las ciudades y con ella las formas de ocio de sus habitantes. En Cartagena, pese a que se ha revitalizado en los últimos años el Casco Antiguo, sigue muy lejos de la vida que tuvo durante el siglo XX. "La desaparición del Casco Antiguo tal y como lo conocíamos destruyó muchos bares. Ahora la gente dice que se están montando muchos locales de hostelería. Pero por mucho se monten, no llegaremos a tener lo que tuvimos", señala Ferrández. Y añade. "Es una pena porque apenas conservamos bodegas centenarias. El Bar Ideal, Columbus, el Bar Sol, aunque este reformado…No hemos sido capaces de conservar esos sitios". Otra de las razones que esgrime Ferrández para explicar la desaparición de esas bodegas centenarias es la falta de vocación familiar. "Muchos negocios familiares desaparecen también por falta de descendencia dispuesta a seguir. Llegados a ese punto, o lo traspasas o desaparece. Como te decía, son los tiempos que vivimos".
La sociedad ha cambiado y con ellas las costumbres. El servicio militar obligatorio, la llamada 'mili', tan denostada por unos y recordada con cariño por otros, tuvo un papel trascendental para la prosperidad durante el siglo XX de la hostelería cartagenera. "La mili traía cerca de 1.000 personas todos los meses con las Juras de Bandera…Muchos establecimientos vivían de eso", recuerda Juan Ignacio.
Aunque los bares antiguos nos puedan recordar al típico bar, la estrella Michelín recientemente lograda por el restaurante Magoga no es flor de un día. "En Cartagena siempre hubo sitios de mucho nivel. En el Gran Hotel, por ejemplo, se comía y se bebía muy bien. A la Marisquería Bahía venía gente de Alicante exclusivamente al restaurante…Siempre hubo mucho nivel en la hostelería de Cartagena", afirma Juan Ignacio.
Otro de los aspectos que trata el libro es la publicidad de estos establecimientos. Algo que, según Ferrández, no ha cambiado mucho. "Era muy directa. Aunque la función de la publicidad antigua, que tenía mucha imaginación, era la misma que la de ahora, vender lo que tenías. Antes, eso sí, se utilizaban mucho las guías". Pese a que la ciudad tenía mucha vida de por sí, el hostelero siempre tuvo claro que el turismo era una baza importante del negocio. "Todos eran conscientes de la importancia de cuidad al turista. Muchos anuncios aludían exclusivamente a ellos".
Lo que no ha cambiado es la querencia del cartagenero por los bares. "Antes era más cercana porque el Casco Antiguo era más pequeño y el cliente era muy habitual. Muy fiel a su bar. De ahí que muchos conocieran a los camareros y se creara una relación muy estrecha. El cartagenero ha sido siempre de bares", cuenta Ferrández. "Como te decía antes, lo que si había era mucha más vida en el Casco Antiguo. Se organizaban bailes, los cines estaban presentes en el centro de la ciudad…Un plan de ocio muy habitual era ir al cine, al Máiquez, al Central, al Alfonso XIII e ir después al bar cercano. Es una pena que hayamos perdido todo eso".
Por último, Ferrández señala sus apuestas para elevar a Cartagena como referencia turística. "Creo que nos falta tener el objetivo claro. Hay que poner el foco en las fortalezas y las baterías de costa, que son espectaculares. Cuando hace poco se presenta la candidatura para ser Patrimonio de la Humanidad y se hace la presentación en el Teatro Romano…Es un poco lo de siempre. Estamos demasiado 'arqueologizados'. Creo que aún no hemos abierto los ojos en ese sentido. Tenemos mucho más de lo que estamos ofreciendo. Hay más cosas además de los restos romanos".