Joaquín Sabina 'sale a hombros' de LA Plaza de Toros de Murcia (Fotos: OMEGA)
Joaquín Sabina 'sale a hombros' de LA Plaza de Toros de Murcia (Fotos: OMEGA)
Joaquín Sabina 'sale a hombros' de LA Plaza de Toros de Murcia (Fotos: OMEGA)
MURCIA. Contra todo pronóstico o no, Joaquín Sabina regresó a Murcia por la puerta grande y demostró que es inmortal. Eligió una abarrotada Plaza de Toros para celebrar "el milagro de estar vivo, como un tomate en la huerta murciana" con un concierto vibrante, pata negra sabinera, para goce de su incondicional público. Procedente de Bilbao, último destino de la gira Contra todo pronóstico, Sabina se entregó a Murcia, porque "yo no quiero París con aguacero, ni el Segura sin ti", como rubricó en su inolvidable Contigo. "Lo que yo quiero, murciana de ojos tristes, es que mueras por mí". Camisa negra de lunares y sombrero ocre (que no bombín), apareció espléndido, casi sin rastro de sus 74 años cumplidos, cuarenta y nueve dicen que aparenta. Su voz, aunque quebrada, no sonó tan apurada ni tan ronca. Lució vigorosa, llena de aguardiente, creíble. Y sobre todo sincera.
Si había alguna duda de que el maestro de Úbeda sigue en plena forma y de que su voz nunca se apagará, se disipó enseguida. Seis años no son nada. Es el tiempo que pasó desde su última actuación en la capital del Segura para presentar Lo niego todo y, "como decíamos ayer", todo estaba igual o mucho mejor que aquella ocasión pese a su caída en el Wizink Center y "la puta pandemia", que empezó, como él mismo recordó, al salir del hospital tras su tropiezo.
Pero todo cambia y a mejor. "Esta es la mejor gira de mi vida", asintió el jienense, que ha resucitado tras su documental con Fernando León de Aranoa y la nueva juventud que le ha inyectado Leiva. Pero el talento no sólo lo puso el maestro en la noche murciana. Su banda deleitó con un espectáculo formidable, a la altura de la leyenda, con el incombustible Antonio García de Diego, "dando lecciones de gallardía y ciudadanía de bien", tocando teclado, guitarra, "lo que haga falta" e incluso animándose con La canción más hermosa del mundo; y también con la reina de la copla española ("ese género injustamente denostado"), Mara Barros, que encandiló con Yo quiero ser una chica Almodóvar y cautivó con su sentido Y sin embargo te quiero, preludio de una de las grandes obras maestras de Sabina y que, por supuesto, él interpretó, tan auténtica y tan genuina como siempre, Y sin embargo.
El juglar de la noche es hoy un señor que canta sentado, vaso de agua a su vera, frente a su público, que lo idolatra sin entender de edades, tan intergeneracional como universal, donde aúnan señoras que evocan su Mandrágora y donde bailan, de pie en el albero del coso de La Condomina, jóvenes que no habían nacido cuando parió temas como Mentiras piadosas, letras de los noventa que todos coreaban anoche en Murcia.
Arrancó Sabina con Cuando era más joven, de los tiempos de Viceversa. Sorprendió porque no sólo abordó los grandes clásicos que le han hecho eterno (19 días y 500 noches, Y nos dieron las diez), sino porque rescató para delicia de los murcianos himnos del Sabina primigenio, como Cuando aprieta el frío, o el Sabina melódico de A la orilla de la chimenea, sin faltar el Sabina crepuscular, como Lágrimas de Mármol y Lo niego todo. Aceleró el ritmo también, ya despojado de la silla y con sombrero negro, con su rockera versión de Princesa y terminó con Pastillas para no soñar. "Si lo que quieres es vivir cien años, no pruebes los licores del placer".
El momento más emocionante fue Tan joven y tan viejo, que puso a la concurrencia en pie, rendida y agradecida con quien se duerme en los entierros de su generación, que cada noche se inventa y se emborracha, tan joven y tan viejo como un Rolling Stone. Otro broche estelar fue La Magdalena, con Mara a su lado y la complicidad, siempre la complicidad, de su público. Se acordó además, sobre el escenario, de los amigos que ya no están. "Se fue Krahe, se fue Aute". Por lo que dedicó Por el bulevar de los sueños rotos a los siempre vivos Chavela Vargas y José Alfredo.
También resplandeció con su reciente Sintiéndolo mucho. La comunión con el público y los guiños mutuos irrumpieron desde el primer tono, con bises y abundante sentimiento. Pero el del jueves sólo fue la mitad de su paso por Murcia, aguardando a un doblete que se repite este sábado. El ruedo de La Condomina acogerá otro concierto que, esta vez sí, o no, ¿quién sabe?, puede ser su hasta luego a una Murcia que se siente incondicionalmente sabinera.