Polideportivo

ANÁLISIS | LA CANTINA

El hijo de Pipo es un bohemio

Héctor es el hijo, mal que le pese, de Pipo Arnau, un pionero del deporte, así, en general, en València

  • 'Pipo' Arnau junto a Toni Ferrer.

VALÈNCIA. Hace dos o tres semanas hablé con Héctor Arnau. Héctor es el hijo, mal que le pese, de Pipo Arnau, un pionero del deporte, así, en general, en València, que murió hace dos años. Héctor es mucho más que el hijo de Pipo Arnau. Es actor, cantante, poeta y creo que hasta bailarín. Digo que creo porque dos semanas después de hablar con él, harto de tanto trasto encima de la mesa, hice trizas el papel donde tomé las notas de la entrevista. Sí, ese soy. Él es el hijo de Pipo y yo, el fenómeno que rompe la hoja con las notas.

Héctor ha estado dos años digiriendo las muerte de su padre. Yo, además de un despiste, soy un insensible. Hace meses me lo encontré en el autobús y me contó que Mónica, su hermana, y él estaban vaciando la casa de Pipo. “Fernando, no te puedes imaginar todo lo que ha salido de ahí”, me dijo. Y yo, en lugar de pensar en el dolor que supone reencontrarte con los recuerdos de alguien tan importante en tu vida, de vaciar la casa paterna, arrancarles toda su personalidad, solo tuve la capacidad de imaginarme un gran reportaje con las fotos del padre y los hallazgos de los hijos. Lógicamente me dieron largas. Eso es como el día que José Cabanes, el hijo del Genovés, cogió el micrófono en un nuevo homenaje, dio las gracias a todo el mundo, aplaudió el cariño que la gente le tenía a la leyenda, pero pidió por favor que no hicieran más actos en su memoria porque la familia, así, no tenía forma de encajar su pérdida.

 

Dos años después, como contaba, hablé con Héctor. Él y yo apenas nos conocemos. De él solo sé que, cada vez que le preguntaba a alguien quién era el hijo de Pipo, la respuesta siempre era la misma: “Es un bohemio”. A mí esa respuesta me picaba como un aguijón. Un bohemio, decían, y yo me quedaba un rato imaginándome qué debe ser eso de ser un bohemio.

 

Me pasó algo parecido cuando murió hace muchos años el comodoro del Club Náutico. Sus amigos periodistas coincidieron en recordarle como un ‘bon vivant’. Jorge Aguadé, Nacho Gómez, Pep Portas… Todos lloraron su muerte y escribieron conmovidos eso de que era un ‘bon vivant’. A mí me pareció algo tan fascinante que la gente te recuerde como un ‘bon vivant’ que a partir de entonces -aún no había cumplido los 30- puse todo mi empeño en convertirme en un ‘bon vivant’. Y tanto me esforcé que creo que hasta lo conseguí…

 

Héctor ha canalizado sus sentimientos hacia su terreno: lo artístico, lo creativo, lo irreverente. Él, creo, ha circulado por esos pasillos casi clandestinos de la cultura. Escenarios sin cámaras ni grandes plateas. Pero igual de válidos. O más. Fruto de todo este proceso nació ‘Despierta Polifemo’, una obra de teatro en la que Tomàs Aragay dirige a Héctor Arnau. Aragay es un guionista que ha trabajado mucho para Cesc Gay, el director de ‘Krámpack’ o ‘Truman’. Un hombre con un Goya, un Feroz y un Gaudí en casa.

 

La obra ya se ha estrenado en Madrid y la semana que viene llega a València. A Héctor le entra la risa cuando se imagina a los amigos de su padre, gente de cierta edad vinculada al deporte, viendo al hijo de Pipo moviéndose como en danza contemporánea para recrear los movimientos de un jugador de baloncesto en la cancha. Héctor dice que siempre le gustó la escena. Y quizá la escena, aunque él no lo sepa, sea simplemente una cancha sin balón.

 

El dramaturgo trata de explicar la relación con su padre en esta obra teatral que se va a representar el viernes 7 y el sábado 8 en el Teatre El Musical, en el Cabanyal-Canyamelar. Durante esa conversación que acabó en el contenedor azul sí recuerdo -cómo olvidarlo- que Héctor me contó que durante muchos años se sintió un incomprendido ante su padre. Me temo que Pipo era más bien prosaico y que nunca entendió demasiado bien la vida bohemia de su hijo, un chaval que aceptó jugar al baloncesto, que lo hacía bien y que pasó varios años en las categorías inferiores del Pamesa. No sé si se hartó o le frenó el talento. O quizá solo fue que él, más que un deportista, era un bohemio.

 

En uno de los enlaces a la obra de Héctor Arnau aparecían, al final, sin mucha justificación, unos versos del poeta José Luis Hidalgo que también me dejaron pensativo. “Has bajado a la tierra, cuando nadie te oía, / y has mirado a los vivos y contado tus muertos. / Señor, duerme sereno; ya cumpliste tu día. / Puedes cerrar los ojos que tenías abiertos”.

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