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Viajamos a...

Sossusvlei, las arenas rojas del Namib

  • Deadvlei. Foto: OLGA BRIASCO

MURCIA. Atrás dejo la ciudad de Windhoek para adentrarme por los paisajes de Namibia, en dirección a Sossusvlei, uno de los lugares más mágicos del planeta. Un sueño viajero que ahora cumplo haciendo caso a El Principito: «Haz de tu vida un sueño y de tu sueño una realidad». Sin embargo, hasta llegar al Parque Nacional de Namib-Naukluft tengo un largo camino en el que pronto recuerdo ‘el masaje africano’, que ya descubrí en Senegal. Es la forma amable de decir que los caminos son de tierra y están llenos de baches y piedras. Personalmente me da igual, porque soy feliz mirando por la ventanilla del coche un paisaje que, en cuestión de minutos, ha pasado de las colinas escarpadas a las planicies desérticas. Kilómetros y kilómetros en los que apenas se ven personas —con 3,1 habitantes por km², es uno de los países menos poblados del mundo— y donde todo es nuevo para mí. Sonrío, consciente de que la aventura acaba de comenzar. 

¿Qué es eso? Grita una de las personas del grupo. Nadie lo ve, pero a los pocos kilómetros detecta otro y detenemos el coche. Es lo que tiene hacer un viaje con personas aficionadas a la fotografía, que los ojos están siempre bien abiertos y la cámara, a punto. Bajamos del coche en tropel para ver de cerca ese montón de paja que parece una cabaña en el árbol. Es el nido de un tejedor republicano, llamados así porque construyen enormes nidos  para albergar a decenas de familias de aves. 

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