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CIUDADES Y ARTISTAS  

Salzburgo, entre Mozart y 'Sonrisas y Lágrimas'

  • Vistas de Salzburgo. Foto: OLGA BRIASCO

MURCIA. Si Salzburgo tuviera una banda sonora sería la de Sonrisas y Lágrimas pero si tuviera una pieza musical la firmaría Amadeus Mozart y, seguramente, sería la Sinfonía No. 40 en Sol Menor. Y es que, es imposible visitar Salzburgo sin acordarse de algunas escenas de la película dirigida por Robert Wise o del genio de Mozart, que nació aquí. Precisamente, es de su hijo más universal del que Salzburgo hace más gala, cuya imagen llena escaparates e incluso está en unos bombones (Mozartkugeln). 

La presencia del compositor es tal, que hasta eclipsa la fortaleza de Hohensalzburg, que domina la ciudad, para convertir a una casa de color amarillo situada en el número nueve de Getreidegasse en la más famosa de la ciudad. En ella, un 27 de enero 1756 nació Johannes Chrysostomus Wolfgangus Theophilus Mozart, donde vivió con su familia durante 26 años. Convertida hoy en museo, es una gran atracción, como demuestra la larga cola que hay. Unas escaleras llevan hasta las estancias —el salón es la más bonita—, algunas decoradas con muebles de la época y que vas visitando con el crepitar del suelo de madera. Un recorrido en el que vas conociendo más cosas de la vida del artista y objetos curiosos, como como un mechón de pelo —no está probado que sea suyo—, un colgante de oro o un anillo con forma de flor. 

Sin embargo, Mozart no estaría toda su vida en esa casa pues en 1773 su familia se mudaría a otra más grande, situada en Hannibalplatz —actualmente Makartplatz—. Se trata del edificio rosa de dos plantas situado en el número ocho, aunque no es del todo original pues tuvo que ser reconstruido tras haber sido parcialmente destruido por una bomba durante la Segunda Guerra Mundial. Al igual que su casa natal, esta residencia se ha convertido también en un museo, el Mozart-Wohnhaus. Pero antes de acceder a ella llama la atención la primera estatua dedicada al compositor, realizada por Ludwig Michael von Schwanthaler. 

Ahora sí, ya dentro, en el Salón de Maestros de Baile llama la atención el fortepiano, que era tocado por Mozart en sus actuaciones públicas en Viena, su primer violín y el único retrato en vida finalizado de la familia Mozart, realizado por Johann Nepomuk Della Croce (1780 y 1781). A los más curiosos les gustará un panel con datos del artista: se levantaba a las seis, en Viena cambió de apartamento trece veces o, entre otros, medía 150 cm. Pero lo que más emociona es saber que los cinco conciertos para violín de Mozart fueron compuestos en esta casa. Música que no cesa, pues cada año es sede de la Semana de Mozart, en la que se presentan conciertos de orquesta sinfónica, óperas y diversos espectáculos en su honor. 

Alrededor de la plaza hay otros puntos relacionados con Mozart, como la placa en memoria de Constanze von Nissen (esposa de Mozart) el instituto de música de la universidad de Salzburgo (también llamado Casa de los Antretter) o el reloj musical Glockenspiel, del siglo XVII, que tres veces al día replica melodías conocidas por todos. Y sí, muchas de ellas son de Mozart. 

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