MURCIA. Nunca lo he entendido, pero me imagino que alguna razón habrá. En España nunca han tenido predicamento las escenas rockeras latinoamericanas. Lo que ha llegado ha sido con cuentagotas. Si alguien ha triunfado por todo lo alto, es porque se afincaba aquí, como Los Rodríguez. Este fenómeno no ocurre con la canción ligera. En los ámbitos más comerciales las ventas en España de todo el que destacase han estado siempre garantizadas. Curiosamente, el público español que cree que escucha el lado salvaje de la vida, que los géneros que consume no son meros negocios, solo tiene orejas para los anglosajones y, a lo sumo, algunos grupos locales. Aunque hagan música anglosajona y la canten en su lengua, los latinoamericanos son ignorados.
Sin embargo, en la historia del rock las escenas latinoamericanas no tuvieron absolutamente nada que envidiar a nada que se hiciera aquí, más bien al contrario. La escena argentina es más conocida, grupos como Los Gatos, Almendra, Manal, Aquelarre, Pescado Rabioso, Sui Generis o Vox Dei son de dominio de los aficionados a la historia del rock. Cualquier persona que trate con argentinos sabrá de su pasión por Spinetta o por Charly García. Sin embargo, Argentina era un país más.
Brasil era un universo en sí mismo, igual que México, pero capítulo aparte merece también Perú. En primer lugar, porque mucha gente ha situado en este país el origen del punk con el célebre tema de Los Saicos titulado Demolición, de 1964, ahí es nada. Coetáneo de la explosión de la british invasion. Compré este disco en Munster hace veinte años y no tenía nada de obra arqueológica, seguía molando, y sigue, en el siglo XXI, pasen las modas que pasen. Ese sello también repasó todo el garage rock de este país en sur recopilatorios Back to Perú que daba una idea de que probablemente del nivel de los guateques que debían montarse en Lima.
Personalmente, mi debilidad siempre fueron Laghonia, pese a que cantaban en inglés. Su disco Etcétera es belleza pura. Para ponerlo al once en este mundo tan feo que habitamos hoy. Interesante, aunque no tan brillante, me parecía su segunda reencarnación como We all together, de escuela McCarnety/Wings. Pero si hay un dios allí, un genio exuberante, ese es Gerardo Manuel y el Humo. ¿No debería semejante titán haber tenido espacio en los medios públicos españoles? ¿No le llegó a nadie? ¿Somos todos sordos?
Comoquiera que fuese, creo que, con esa tradición, a la escena peruana hay que prestarle atención en cualquiera de sus expresiones. Tienen hitos pioneros en todos los géneros. Por eso, el libro Saldando cuentas pendientes, las bandas olvidadas del underground peruano, 1990-2012, de Juan Pablo Villanueva, me ha parecido digno de ser reseñado. Trata de algo que no nos es ajeno, los espacios al margen de la comercialidad a partir de los 80 en los que se desarrollaron géneros como el punk y el hardcore.