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Crónicas de una Región misteriosa

Un murciano adoptivo en el naufragio del Martos

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  • Expediente académico de Antonio Bans Picazo
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MURCIA. Se trata de Antonio Bans Picazo, natural de Santa Pola y que cursó estudios en Murcia, trasladándose a la capital del Segura desde niño. Nació en 1893 y falleció en el accidente del barco de vapor Martos en aguas del Estrecho de Gibraltar el 16 de agosto de 1910, cuando se disponía a realizar un viaje con rumbo a América.

Era un vapor mixto, de carga y pasaje, construido en los artilleros británicos Gourlay Brothers & Co. Ltd., de Dundee, (número de construcción 121) para la Compañía Valenciana de Navegación. Entró por primera vez en el agua en el mes de noviembre de 1883 y fue entregado a la naviera española en los primeros meses de 1884.

En 1909, tras más de veinte años de servicio, sus propietarios decidieron que había llegado el momento oportuno para efectuar importantes reparaciones con el fin de prolongar su vida comercial. Un año más tarde, la Compañía Valenciana de Navegación desaparecía al fusionarse con la Naviera La Roda Hermanos, surgiendo de esa unión una importante sociedad: la Compañía Valenciana de Vapores Correos de África, naviera que unos años más tarde llegaría a tener una flota de 18 buques.

Uno de los numerosos vapores extranjeros que transportaba regularmente mercancías españolas hacia otros países europeos era el alemán Elsa, de 816 toneladas de Registro Bruto y perteneciente a la sociedad Neue Dampfer-Compagnie A.G., de Stettin. Al mando se encontraba el capitán Carl Peters y en su último viaje había cargado varias partidas de fruta en Valencia con destino a Londres y Newcastle. La noche del 15 de agosto de 1910 navegaba entre Tarifa y el Cabo Trafalgar cerrado en niebla, “a pequeña velocidad y tocando la sirena”, como explicaría más tarde su capitán. Ese día el Martos navegaba por la misma zona con destino a Málaga y Barcelona.

El 16 de agosto, Dos horas después de abandonar el puerto de Cádiz el tiempo se cerró en niebla. El primer oficial, que se encontraba de guardia, avisó al capitán, ordenando éste reducir la velocidad y empezar con las señales acústicas de niebla. A pesar de encontrarse indispuesto, el capitán Cano se mantenía vigilante en el puente de mando, puesto que se oían las señales de otros buques.

En medio de la espesa niebla, que dejaba la visibilidad reducida al mínimo, el Martos navegaba con marcha moderada y haciendo sonar la sirena y la campana. Por toda la zona había ligera marejada y la mayor parte del pasaje dormía en sus alojamientos, bastantes de ellos acomodados por la cubierta. Cuando acababan de dar las dos y media de la madrugada del día 16, de repente apareció la amenazadora proa de un vapor que embistió al Martos por el costado de estribor (“el encontronazo fue espantoso”), en el centro de la eslora, abriéndole un boquete en plena sala de máquinas por donde comenzó a entrar un torrente de agua.

Los sorprendidos pasajeros, muchos de los cuales se despertaron al oír un tremendo golpe, subieron precipitadamente a cubierta, donde se produjeron escenas de pánico. Nada más subir a cubierta la confusión era completa, todos corrían sin orden, llorando y dando gritos sin saber qué hacer. En medio de esa horrorosa escena, a los tripulantes les resultaba imposible dar órdenes claras para echar los botes salvavidas al agua.

A pesar de todo, se dispararon algunos cohetes y se encendieron luces de bengala. De los pasajeros que iban sobre la cubierta a popa, con la embestida un buen número cayeron al agua. Desde el puente el capitán, “con una serenidad pasmosa”, gritaba a todos que tuvieran calma y ordenaba a los tripulantes que arriasen los botes, puesto que sabía perfectamente que el buque se hundía con bastante rapidez. Al poco tiempo aparecieron varios botes que pertenecían al otro vapor, lanzándose algunos pasajeros al agua al verlos. En la mar siguió la confusión entre los apurados náufragos, la falta de visibilidad y los rescatadores. Sin solución, el Martos desapareció de la superficie en menos de cinco minutos llevándose consigo la vida de 32 pasajeros y 7 tripulantes, incluyendo al capitán Cano, que no quiso abandonar el puente y desapareció con su buque.

Hoy en día sigue siendo un misterio.

Santi García. Rutas Misteriosas Región de Murcia

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