En la Región de Murcia los remedios sanitarios “caseros” de principios del siglo XX se encuentran influenciados por una tradición popular muy rica en supersticiones y leyendas, que llevaban a realizar “actos” que a día de hoy resultarían impensables e inhumanos. Siempre con los ojos de un ciudadano de su época y sin llegar a juzgar estos remedios vamos a comentar uno de los objetos de los que se obtenía un líquido “milagroso” que era capaz de curar cualquier dolencia física o mal psíquico.
Estamos hablando de los antiguos lacrimatorios, que no eran sino unas pequeñas copas que se colocaban en la parte inferior de los ojos de las personas para obtener parte de sus lágrimas. Éstos se podían usar de dos maneras muy diferentes: como recuerdo o como productos sanitario.
Todo comienza en época clásica, con la creencia de que cuando moría un niño/a, sus padres recogían sus lágrimas y las guardaban en un pequeño recipiente (ungüentaraio o lacrimatorio) para colocarlo en su tumba; es por ello por lo que la mayoría de estos objetos son excavados en contextos arqueológicos funerarios. Según la creencia al cabo de un año muchos de ellos volvían a visitar la tumba del fallecido para derramarlas sobre la misma, o dejar allí el recipiente, simbolizando con ello que se cerraba el período de luto.

- lacrimatorio sigloXIX -
- Museo Louvre.
Partiendo de estos objetos se desarrollaba la idea de que las lágrimas de esos pequeños difuntos pertenecían a “ánimas benditas”, almas puras que no han conocido mal ni pecado, y que por lo tanto conservan propiedades sobrenaturales intactas en estos recipientes.
Mantenida esta tradición en época medieval, será desde el siglo XVI y XVII cuando se comiencen a aplicar estos “líquidos” para sanar las peores enfermedades como la peste, la malaria o el cólera. Y desde el siglo XIX vemos una tradición similar con las copas quirúrgicas utilizadas por algunos médicos, los que, o bien les extraían esos fluidos a los niños que acababan de morir, o bien a niños vivos, provocándoles la lágrima con pequeños cortes o atemorizándoles, como tenemos documentado en lugares como Águilas, El Valle (Murcia), Cartagena o Moratalla.

- Ungüentario. -
- Foto: S. G.
El funcionamiento era muy sencillo: se acostaba al niño o se le sentaba en una silla. Si con cebolla, ajo, o pimienta no soltaba lágrimas se le aplicaban pequeños cortes para producirle el llanto. No era una tortura. De ahí se obtenían unas pocas lágrimas por paciente.
Algunos historiadores consideran estas prácticas como los inicios de un líquido también milagroso, cuyas reminiscencias las encontramos en la mismísima Virgen María: el Agua del Carmen, una solución combinada de diferentes plantas medicinales y que, con más de la mitad de alcohol en su combinación era ingerida vía oral con propiedades curativas, de la cual hablaremos en la próxima semana.
Santi García.
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