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Refutar para creer, Sergio del Molino 'Contra la España vacía'

  • Sergio del Molino. © Patricia Garcinuño

MURCIA. El volcán expulsa fuego con una furia moderada que resulta devastadora para la isla de La Palma: las coladas de lava se arrastran como gusanos ancestrales y perezosos en su camino hacia el océano. A su paso, viscoso y agónico, la roca incandescente integra en su negrura las casas, negocios y cultivos de los isleños: parte de sus vidas es demolida, fundida y sepultada bajo la concreción de una posibilidad muy presente en el archipiélago, que no por ello resulta menos trágica y deprimente. El personarse del manto en la superficie ha conseguido desalojar de los telediarios al SARS-CoV-2, e incluso a la omnipresente Isabel Díaz Ayuso: las barrabasadas y descalificaciones más groseras del Congreso han sido sustituidas por el rugido gutural de las bocas magmáticas, por el tremor de la tierra, y por una cobertura mediática de la destrucción de tipo minuto y resultado que ha ido rebajando su euforia inicial ante las primeras reprimendas de vecinos desahuciados, que con lo puesto y cara de espanto han explicado en directo que el espectáculo puede ser fascinante, pero que ellos lo han perdido todo, y que por favor, que no venga más gente de la Península de turismo de erupción, porque se están quedando sin opciones para realojarse, y algunos propietarios ya han comenzado a especular. Por lo demás, el sistema métrico sigue sufriendo en los medios nacionales: a los canarios y al resto de paisanos de provincias se les pone cara de tonto o de tonta cuando la extensión de la destrucción se mide en parques del retiro o en bernabéus, y además ha caído algún que otro selfie demasiado sonriente para lo que exige el decoro protagonizado por primeras espadas del periodismo patrio desplazados hasta la línea de fuego. El avance de la lava, lento pero inexorable, ha llevado hasta allí también al presidente del Gobierno, al líder de la oposición y al rey, que han pedido y prometido, y han hablado de las necesidades específicas de las regiones ultraperiféricas, sobre todo en escenarios de desastre. El tono político, al menos durante los primeros días del volcán de Cumbre Vieja, está siendo sorprendentemente sereno para lo que cabría esperar.

      

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