Murcia Plaza

entrevista a Carol L

Prostitución, en primera persona

  • Los datos más recientes cifran en 45.000 personas el número de mujeres prostituidas. FOTO: KIKE TABERNER

MURCIA. No es el mejor espacio para entrevistar a una mujer que ha escapado de la industria de la prostitución. Íbamos a conversar mientras paseábamos por el parque de La Rambleta, pero el cielo se ha cerrado del todo, y el gris absoluto ha dado paso a una lluvia mediterránea. Con más de cuatro gotas no se puede hablar de abolir la prostitución, de las carencias en la educación sexual e historias de vida marcadas por la violencia. Nos refugiamos en el primer bar que vemos abierto: una cafetería que quema el café, que podría estar en cualquier periferia de España. Hay máquinas recreativas, hombres solos bebiendo licores, sin más acompañamiento que un par de hielos, y trabajadores que comen una tortilla de patatas muy cuajada y amarilla a la hora valle entre el almuerzo y la comida. Hay muchos botes de kétchup y mayonesa. «Estos venían con el interiorismo del bar», bromea mi entrevistada al referirse a los parroquianos. También podría estar hablando de las salsas.

Nos sentamos al fondo del establecimiento, entre cajas de cerveza vacías y sillas apiladas. Mi entrevistada se pide un té negro. Repiquetea con las uñas de gel sobre la superficie de la mesa. Alabo su manicura esculpida, de colores y con dibujos. «Tenía muchas reticencias sobre hacérmelas. Esto viene del porno de los noventa». El significado histórico del nail art choca con el activismo de esta mujer, que también lleva un pañuelo morado y un discurso taxativo. «¿Primero te pongo en contexto de mi historia, no? Abusos sexuales en la infancia, primero a los diez años. Familia totalmente desestructurada. Menor tutelada. Padrastro superviolento. Una madre narcisista. Mi madre fue un gran ejemplo de que no existe la víctima perfecta, había sufrido violencias en su casa, e igualmente resultó ser una mujer manipuladora y narcisista». Carol L., así se llama mi entrevistada, enumera las situaciones traumáticas de la infancia con la misma velocidad con la que la clientela inserta monedas en las tragaperras. 

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