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Petra, el tesoro de Jordania

  • Vista de El Tesoro desde una de las colinas. Foto: OLGA BRIASCO

MURCIA. Estoy nerviosa, una mezcla de ilusión, expectativas y miedos que aceleran mi corazón. Me siento como una quinceañera en su primera cita o a punto de conocer a su ídolo. ¿Será como me lo he imaginado? ¿Me decepcionará? Un popurrí de sensaciones revolotea en mi estómago y me hace acelerar el paso. Estoy a pocos minutos de entrar en Petra, de cumplir un sueño viajero, aventurero e histórico. Ni te imaginas las veces que he soñado con estar aquí o cuántas veces he leído sobre los nabateos, los artífices de la ciudad de Petra, ubicada en la región montañosa de Edom (Jordania).

Es pronto y la entrada al recinto está tranquila, aunque presiento que los primeros autobuses con grupos de turistas no tardarán en llegar. Cojo las entradas —la Jordan Pass la incluye— y contrato a un guía para que me explique bien el lugar. Al pasar el torno de las taquillas una gran explanada, árida y sin alma, se extiende ante mis ojos. Me llevo una pequeña decepción: no me esperaba una entrada tan impersonal, así que le doy brío a mis pasos hasta entrar en la boca de un gran cañón. Freno en seco, pasando mi mano por los relieves y mirando hacia arriba para recorrer con mi vista sus setenta metros de altura. Ya no hay prisa, quiero disfrutar con calma de las formas caprichosas que deja el cañón del Siq —significa eje—, que originalmente era el lecho del río Wadi Musa. Los nabateos desviaron el río a través de un túnel de roca para evitar una inundación e, incluso a ambos lados, se distinguen restos de las antiguas tuberías que transportaban el agua potable a la ciudad. Si ya esto me parece asombroso, más aún ver algunos relieves y esculturas que atestiguan la esencia comercial de los nabateos (mercaderes, camellos, objetos...). Todo ello demuestra que Petra fue una ciudad próspera y bulliciosa. 

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