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Ibn Arabí, el gran filósofo murciano cuya obra está prohibida en Arabia Saudí

Nacido en Murcia en 1165, su obra es muy valorada internacionalmente y ha sido traducida a varios idiomas

  • Ibn Arabí

“Velad por no estar atados a una creencia concreta, que niegue las demás, pues os veréis privados de un bien inmenso”. Estas palabras fueron escritas en el siglo XIII, por el filósofo, viajero y escritor Ibn Arabi. Nacido en Murcia en el año 1165, casi todos los murcianos lo conocemos más por ser el nombre otorgado a una avenida de la capital, o porque así se llama un monte en Yecla, que por su obra y legado. Hijo de un alto mando militar a las órdenes de Ibn Mardanis, 'Rey Lobo', y de madre de origen bereber, daría sus primeros pasos por las céntricas calles de la antigua ciudad de Mursiya.

Como relató posteriormente el propio místico, estaba como pez en el agua afilando espadas, maniobrando en campamentos militares y cabalgando. En aquella Murcia, predominaba un islam mas abierto que en ningún otro lugar, donde convivían cristianos y musulmanes sin problema, hecho que afectó de forma enriquecedora a nuestro gran personaje. Esta etapa pronto se vería truncada, cuando en 1.172 el Rey Lobo fue derrotado por los almohades, que tenían otra visión más radical del islam.

Lo relatado anteriormente fue la causa de que Ibn Arabí a los 8 años abandonara Murcia junto a su familia para establecerse en Sevilla, capital de al Ándalus, donde su padre sirvió al nuevo rey. La ciudad hispalense, en aquellos años gozaba de un gran esplendor cultural a la que viajaban numerosos estudiosos para empaparse sobre algunos de los muchos campos de la sabiduría, que abarcaban desde la medicina a la religión.

Gracias a la posición militar de su padre, Ibn Arabí terminó adquiriendo conocimientos de leyes, poesía, así para recitar el Corán, por estar inmerso en el circulo palaciego. Como cualquier joven, que se desenvolvía en este tipo de privilegios, participaría en fiestas, justas poéticas y cacerías. Una noche, en una de estas fiestas, oyó una voz interior que le dijo: "No es esto, para lo que te he creado". Este acontecimiento supuso un punto de inflexión en su vida; comenzó aquí su voto a la pobreza y a consagrarse a lo divino, cosa que sus padres tardarían en asimilar. Estos, creyendo que su hijo perdió el juicio, lo trasladaron hasta Córdoba, para realizar una visita al médico del Califa, quedando este fascinado por la sabiduría de nuestro personaje. Durante su estancia en Sevilla, viviría rodeado de grandes maestros.

Tras la muerte de sus progenitores, decidió abandonar al-Ándalus, pero no sin antes visitar la ciudad que le vio nacer, nuestra Murcia. Cruzaría el estrecho y recorrió todo el norte de África, Oriente Medio y peregrinó a La Meca, donde escribió los poemas amorosos El intérprete de los deseos. Tras la peregrinación, trascurrieron veinte años, residiendo en distintos lugares y escribiendo, hasta recalar en Damasco en el año 1.223, rodeándose de discípulos, amigos y familiares. Allí, terminó de redactar algunas de sus obras literarias que estaban por acabar, entre ellas Las iluminaciones de la Meca.

Moriría en esta ciudad en 1.240. Su obra, hoy día es muy apreciada en países del norte de África y traducida a varios idiomas. Por el contrario, en otros lugares como Arabia Saudí esta prohibida. Como dice el refrán, "nunca llueve a gusto de todos", y es que, a veces tampoco se entienden las mentes brillantes. “Con el uso de la razón, perseverancia, educación y los sueños, luchen por lo que creen”.

 

* Raúl Jiménez y Lorca es cronista de Torreagüera

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