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'Mira esa chica': relato de una violación grupal desde todas sus aristas

  • Foto: IVÁN GIMÉNEZ

MURCIA. Cuando la autora Cristina Araújo se propuso tratar el tema de una violación grupal en su libro todo tipo de conceptos y temores le vinieron a la cabeza: acusaciones de oportunismo, ese temor de la palabra feminazi e incluso ideas falsas de querer tratar escabrosa y morbosamente una situación que bien se saldría del relato habitual. En 371 páginas se compone el relato de Mira esa chica, una historia ficticia pero real que se teje a través de conversaciones de WhatsApp, extractos de sentencias reales y pequeños recortes de testimonios de adolescentes supervivientes a una violación en sus propias carnes. Lejos del morbo y con mucho respeto y psicología la autora elabora una historia de violación grupal que nace de otras cientas, y que cuenta de principio a fin como todo lo que rodea a la víctima compone parte del imaginario de este nefasto suceso.

La descripción psicológica es el arma secreta de Araújo, quien logra generar perfiles únicos de todas las personas que rodean a ‘esa chica’, ya sean amigos, familiares o transeúntes que se la puedan cruzar en una parada de bus. De la intimidad hasta la escala mundial, en el momento en el que el relato de su violación trasciende a la televisión y las personas que intentan describirla no tienen ni la más remota idea de la historia, ni se acercan al suceso. Lo interesante de la chica es que su historia está contada plenamente por ella misma pero siempre a través de los demás, quienes con una simple mirada o un comentario pudieran ser cómplices de todo lo sucedido. Amigas y adolescentes babosos que progresan o se hunden en una madurez en la que las apariencias hablan sobre lo que se es, lo que se quiere ser y lo que sucede. Tanto dentro como fuera de la cabeza.

Foto: IVÁN GIMÉNEZ

-¿Cómo nace la idea de escribir Mira esa chica?
-La historia en sí surge cuando leí un artículo sobre las pruebas médicas a las que se enfrenta una chica tras una violación en un hospital, eso me llamó mucho la atención y sabía que quería escribir eso en algún capítulo de alguna historia. Además esto se suma con que luego leí que la chica de La manada pedía que la gente tuviera cuidado hablando de este tema. Yo empecé a conectar los puntos y empecé a pensar con un montón de cosas, en lo que podría pasar en esta situación, en esa tensión horrible.

-El relato se escribe de forma paralela, con testimonios, descripciones, conversaciones de WhatsApp… ¿A qué se debe?
-Fue en parte porque estaba leyendo Hermana mía, mi amor de Joyce Carol que esta basado en el asesinato de una niña que participaba en concursos de belleza, muy pequeña. Nunca se supo quien la había matado…  Joyce escribió una ficción de esa historia en la que usaba una estructura muy curiosa, una era una redacción de la niña, otra era una conversación de la madre con alguien… pensé que podía hacer algo parecido y contar los puntos de vista diferentes.

-¿Cuál es la documentación para conformar el relato?
-Leer muchos juicios, entre ellos el de La manada. Leí también un montón de testimonios de chicas que contaban en primera persona que habían sido violadas. Todas contaban cosas diferentes, y al final el relato se teje con todo eso. Quería meter toda la información que pudiera y tocar todos los palos.

-O sea, que el relato es ficticio pero se conforma de historias reales.
-A través de juicios reales, sí. Al final son recursos públicos que están en internet. Lo que hice fue modificar los relatos para adaptarlos a la historia, pero siempre respetando el esqueleto de lo que pasaba, al igual que sucede con las conversaciones de WhatsApp.

-¿Qué es lo que más te ha llamado la atención de estas historias reales?
-Muchas veces cuando se trata de una violación de una persona sola piensas: “Es un pirado”, sin embargo me llama la atención cuando sucede una violación grupal, muchas veces es la última persona que llega al grupo la que incita a que suceda esto. Cuando hay varias personas en ello piensas… ¿no hay ni uno con cabeza ahí?

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