Hoy quiero hablarles sobre la situación actual de los mercados, en un momento en que parece que las bolsas finalmente podrían estar revirtiendo su tendencia alcista. Esto se debe, en parte, a un alto grado de complacencia y, en parte, al notable impacto de las inmensas inyecciones de liquidez realizadas durante años por gobiernos y bancos centrales.
Sin embargo, reconozco que resulta difícil hacerlo, ya que vivimos en un clima de incertidumbre total, producto de múltiples factores que intentaremos detallar. Destaca, sobre todo, la errática política comercial del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien es capaz de anunciar una medida y revertirla en cuestión de minutos, de modo que lo anunciado en un momento deja de estar vigente pocas horas después.
La escalada de anuncios de aranceles aduaneros continúa. Por ejemplo, el miércoles 12 Trump indicó que los aranceles recíprocos, que se implementarían a principios de abril, podrían ser mayores en respuesta a las medidas de represalia anunciadas por la UE y Canadá en el contexto de los aranceles al acero y al aluminio, pese a haber manifestado lo contrario el día anterior.
Comencemos precisamente por el tema arancelario.
Independientemente de la volatilidad en los anuncios y decisiones de Trump, considero que se está gestando una guerra arancelaria similar a la que experimentamos en 2018, cuando él contaba con menos poder. A pesar de haber repasado informes y documentos, no he encontrado en la historia un caso en el que episodios de restricciones al comercio hayan generado crecimiento económico y reducción de precios. Por el contrario, hemos observado que, inmediatamente antes de la aplicación de este tipo de medidas, se produce una pérdida de confianza que afecta tanto a empresas como a particulares, retrasando decisiones de inversión, gasto y estrategias.
Trump ya ha admitido que, desde un punto de vista económico, la situación podría empeorar inicialmente, aunque luego mejorar gracias a una menor regulación y a recortes de impuestos. Sin embargo, cabe preguntarse: ¿qué sucede si una menor regulación implica mayores riesgos? ¿O si unos impuestos reducidos generan un déficit aún mayor?
En la práctica, en muchas regiones del mundo se observa una constante: una deuda y un déficit absolutamente desbocados. A pesar de ello, gobiernos nacionales y supranacionales no hacen más que emprender nuevos proyectos y planes, basados en la emisión de nueva deuda. Ejemplos recientes son los planes de estímulo anunciados por China, la financiación de proyectos de defensa en la Unión Europea y los planes de infraestructura en Alemania.
Esto confirma que los riesgos inflacionarios seguirán siendo una prioridad, y que la cautela de los bancos centrales—especialmente la de la Fed—limitara la posibilidad de nuevas caídas en los rendimientos de la deuda soberana estadounidense. Aunque el dato de inflación del IPC de febrero, publicado el miércoles 12, transmitió un mensaje algo más tranquilizador al desacelerarse (especialmente en el sector servicios), la cifra se mantiene muy por encima del objetivo del banco central y, sobre todo, aún no incluye los efectos de los aranceles. Por ello, no se pueden extraer conclusiones definitivas de indicadores que todavía no recogen ningún impacto.
Por este motivo, resulta complicado justificar la continuidad de las bolsas alcistas que hemos venido experimentando, ya que, en una guerra arancelaria, todas las partes pierden (aunque Estados Unidos podría verse menos afectado que Europa y China, debido a sus diferentes grados de apertura al exterior).
Algunos de los argumentos a favor de los mercados se fundamentan en el supuesto efecto positivo de los planes de estímulo en China, Alemania y la Unión Europea. Si bien es cierto que estos planes podrían generar crecimiento, también es necesario ser cautelosos respecto a la velocidad de despliegue de los fondos y al alcance real de las repercusiones económicas, que probablemente serán menores a lo que muchos inversores esperan. Recientemente, se han observado rebajas en las previsiones de crecimiento de bancos centrales como los de Francia y España.
Finalmente, no podemos dejar de lado el frente geoestratégico, especialmente tras el giro de Trump, que se ha mostrado en contra de Ucrania y a favor de Rusia. Se recomienda cautela en cuanto a la rapidez con la que se pueda alcanzar un acuerdo de alto el fuego entre Rusia y Ucrania, dado que, según algunos indicios, Moscú podría pretender expulsar a los ucranianos de los territorios bajo ocupación rusa antes de responder a la propuesta estadounidense de alto el fuego.
Además, los países fronterizos con Rusia están reforzando sus ejércitos —como es el caso de Polonia— ante el temor a posibles escenarios adversos. Esto parece indicar que la prima de riesgo geoestratégico está en aumento.
Con todo este panorama, lo más prudente es actuar con cautela, evitando en lo posible asumir riesgos e incertidumbres, especialmente cuando se cuenta con datos e informaciones imprecisas y sujetas a constantes cambios.
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