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LA LIBRERÍA

Joaquín M. Azagra y la realidad creativa en 'El horizonte del universo'

  • Foto: VIGARO

MURCIA. Cuando leemos, entramos a hurtadillas en realidades. Las historias a las que nos unimos, porque eso hacemos, son capas de realidad que visitamos. Así, quien escribe, crea realidad. Lo que ocurre intrahistoria, es real. ¿Por qué no debería serlo? ¿Podemos afirmar con certeza que lo nuestro, todo esto, es en esencia muy diferente? La verdad es que no sabemos nada de este universo que habitamos. 

A veces se siente como que nos han sustraído la clave para entender, una pieza sin la cual nunca podremos comprender de verdad qué es este escenario, qué hay detrás del telón, o si es que hay siquiera algo como un telón, y no únicamente nuestra ceguera micro o macroscópica. Es probable que nuestros conceptos más esenciales no signifiquen nada, que a las preguntas como por qué hay algo en lugar de nada, cómo se creó ese algo, o que sucedía antes del principio ni siquiera se contesten con respuestas porque incluso el mismo hecho del formular preguntas carezca de sentido. 

Dirigir la mirada al abismo de nuestra ignorancia produce vértigo. Pero también podría ocurrir justo lo contrario. Podría ser —y esto es un pensamiento recurrente desde hace mucho, mucho tiempo— que solo existamos nosotros, es decir, yo, que todo lo que nos rodea no sea más que un parque de atracciones para nuestra mente única y protagonista: lo cierto es que no podemos estar seguros de que existe algo realmente sintiente o real más allá de nuestra consciencia. 

Por lo que sabemos, nosotros somos, pero lo demás, bueno. Sabiendo lo que es soñar, cuesta poner la mano en el fuego. Nada nuevo en las costas del especular: podríamos incluso estar jugando a un juego consistente en vivir —una vida humana, en este caso— en el que uno no sabe que juega hasta que deja de hacerlo cuando muere —con el objetivo de lograr las mayores cotas de realismo—. Esto del juego resulta especialmente inquietante porque no parece tan lejano. Un juego tan inmersivo sería un éxito. Al despertar quizás nos cueste acostumbrarnos al hecho de que no somos humanos, sino otra cosa.

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